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El hombre que aprendió a no claudicar
El nadador santafesino Pedro Antonio Candioti es homenajeado en esta nota como un deportista modelo, que debe ser un ejemplo para los jóvenes por su disciplina y orden.


Pedro Antonio Candioti nació en Santa Fe, el 24 de julio de 1893 y murió en esta benemérita ciudad de Garay el 20 de diciembre de 1967. Jamás desertó de esta ciudad, a la que tanto amó.

Deportivamente, a través de sus hazañas fue un símbolo. Este deportista a rajatablas amateur, químicamente puro, a través de sus homéricas hazañas desafiando con altivez a su amado y respetado adversario, el Paraná, pudo haber tenido una fortuna pero la desdeñó y murió con estrechez económica, pero con dignidad, austeridad y respeto, en su entorno social y familiar.

Fueron sus padres Pedro Celestino y Elena Ferreyra, quienes tuvieron siete hijos: María Elena, Sor María Angélica del Sagrado Corazón de Jesús, Abelardo Ignacio, María Esmeralda, María Leonor, Miguel Angel y Carlos Alberto.

El origen de esta familia es impreciso, aunque existe una leyenda que lo ubica teóricamente en las tierras griegas, en la península de Candia, en el Mediterráneo.

No se recuerda con precisión si fue en 1901 ó 1902 cuando aprendió a nadar, pero sí se conoce la geografía santafesina de sus primeros intentos: el arroyo El Quillá y las orillas de las barrancas del Convento de San Francisco. Luis Guerrero fue su primer instructor, pero fue Antonio Pinzigrilli quien le impuso algunos "retoques" en su estilo, en 1913 cuando Candioti ya era socio del Club de Regatas de Santa Fe.

Entrenamiento y estudio


Este atleta ejemplar, más allá de sus hazañas, tuvo una disciplina férrea, tanto para sus entrenamientos -que solían ser de 12 a 14 horas diarias para enfrentar a su rival- como para estudiar. Ostentaba cuatro títulos profesionales: a fines de 1917 se recibió de profesor de Química en Rosario; 2 años después, obtenía el de farmacéutico y 9 años más tarde el de Perito Químico. Posteriormente, y ya contando con 52 años, obtuvo el título de instructor de Educación Física.

Cabe hacer notar al lector que el coraje de este gigante en la disciplina y la responsabilidad también se puede advertir en su cargo de jefe de celadores del Colegio de la Inmaculada, cuando al mismo tiempo estudiaba Química y Farmacia, en Santa Fe y en Rosario. Sin lugar a dudas: todo un ejemplo de organización, disciplina y orden.

Candioti permaneció en el agua dos meses, dos semanas y 10 minutos, tiempo durante el cual recorrió una distancia de 7.315 kilómetros, según las estadísticas de Domingo Pallavidini.

Pero ni en el tiempo ni en los kilómetros Candioti fue un solitario. Allí surge la figura del Dr. Julio Adolfo Hachmann, quien dirigió los raids en el incorregible desafiante del Paraná. Detrás de él había un equipo sólido integrado por Ramón Perrazo, Manuel Vera Candioti, Aníbal Supisiche, los hermanos Elías y Basilio Palacios (rastreadores del río), Aníbal Niklison, Israel Cirelli (jefe de alimentación), Domingo Pallavidini (marcaba las rutas a recorrer) y Gastón Arteaga (masajista).

Sus médicos -que fueron variando en los diferentes raids- fueron Exequiel Agudo Franco, Carlos Vera Candioti, Emilio Moreno, Angel Savoini, Annio Celeri, Angel Strada, José Juliá, Julio Gollán, y los expertos en la radio de abordo fueron Angel Busso, Carlos Driau y Aldo Ferrari.

Pedro Candioti también fue un notorio remero del Club de Regatas de Santa Fe y llegó a integrar un bote con Pedro Mirassou. En este deporte, el 11 de setiembre de 1916 obtiene en El Tigre la primera victoria santafesina con los colores verde y amarillo de la señera institución lagunera.

Recuerdos del primer raid


El sempiterno duelo entre el río y Candioti, que duró años, es cautivante y fascinante porque se amaban y se rechazaban con la misma intensidad. Entre el viento de las tormentas que se derrumbaban a su paso, el frío, el sol implacable, el sueño maldito, las corrientes adversas, su úrea en sangre por efecto de la lanolina, algunas veces con índices mortales, trituraron a Pedro Candioti. Pero al mejor estilo de Almafuerte, una y cien veces que lo postraron este gigante se levantó.

Muchas fueron las empresas deportivas de Candioti, pero me limitaré a recordar el primer raid, a sus 100 horas y 33 minutos. El 4 y 5 de marzo de 1922, Pedro Candioti unió la ciudad de Santa Fe y Coronda, cubriendo los 75 kilómetros en 13 horas y 34 minutos, mientras que entre el 13 y el 16 de marzo unió Rosario y Núñez (en Capital Federal), nadando 318 kilómetros en 75 horas y 18 minutos.

Pedro Candioti había sido campeón del mundo cuatro veces entre 1923 y 1931. Cuando se estimaba que el ciclo de sus empresas deportivas había terminado, en 1931 el nadador estadounidense Norris Kellan superó su marca, con 96 horas, que luego sería superada en 1939.

Mejorar la marca de Norris Kellan se convirtió para Candioti y sus fieles en una meta ineludible, casi obsesiva. Candioti mantenía como siempre un excelente estado físico y anímico. A mediados de 1938, el Dr. Julio Hachmann y su staff de especialistas del río habían finalizado un plan y evaluado todos los detalles para superar la marca del estadounidense.

La partida fue San Javier, el 19 de febrero de 1939, y el objetivo final Santa Fe, distantes a 264 kilómetros. El problema que se planteó fue que Candioti no nadaría en línea recta, tal como lo hizo entre Goya y Santa Fe, porque la hidrografía del departamento San Javier es un rompecabezas de arroyos y más arroyos. A pesar de cuidadosas evaluaciones, el nadador se enfrentaría con severos contratiempos, lo que motivó que se extraviara en varias oportunidades.

Contra viento y marea


A las 6 de la mañana debía empezar la prueba, pero la lluvia detuvo la partida, que se concretó a las 10, por decisión del director Julio Hachmann, quien ejerció una notable influencia en la vida deportiva de Candioti, además de ser amigos.

El Dr. Exequiel Agudo Franco realizó un examen físico al nadador minutos antes de la largada: peso, 92 kilos; temperatura, 36,4°; pulsaciones, 63 por minuto; respiración, 19; presión arterial, 1,35-8,5; relación al esfuerzo, 74 pulsaciones; estado físico general: muy bueno.

La prueba tuvo una duración de cinco días interminables con diversos elementos implacables: una furiosa tormenta, el sol ardiente, corrientes adversas, el frío de la noche, el sueño (su más temible enemigo), que no pudieron vencer a este atleta excepcional.

Con los reflejos de las luces de Santa Fe, como una contraseña de la victoria, Candioti continuaba dando brazadas con un automatismo subconsciente por una indomable voluntad del corazón. Lo invadía una somnolencia pertinaz y su mente estaba en un profundo desorden.

El coloso estaba a punto de derrumbarse tras cuatro días de actividad, pero uno de sus acompañantes tuvo una idea para superar el sueño que invadía a Candioti: tocar el Himno Nacional con las armónicas de abordo. El nadador, inmóvil en el río, escuchó la canción patria e hizo una rigurosa venia.

Cuando faltaban tres minutos para las 5 de la tarde de ese día jueves, la sirena del Francisco Chimino, embarcación que acompañó al nadador, anunció con estridencia la sensacional victoria deportiva de Pedro Candioti: había nadado 100 horas. A los 33 minutos avanzó un par de metros frente al Club de Regatas de Santa Fe donde hacía pie cautelosamente, se le doblaron las rodillas y se cayó. Pero paradójicamente, se elevó como ningún otro atleta lo ha hecho en el deporte. Candioti realizó esta hazaña -que aún no ha sido superada- cuando tenía 46 años de edad.

Sería brillante que en estos tiempos, los que detentan el poder político en mi provincia reactivaran un decreto de 1939 que exaltaba los valores éticos, morales y deportivos de Candioti, y que proponía que en las escuelas se diera una clase alusiva al nadador, al menos una vez al año, subrayando la necesidad de ejercitar el dominio de la voluntad, la disciplina y el esfuerzo entre los jóvenes. La juventud debe inspirarse en este atleta y profesional de cuatro títulos. Pedro Antonio Francisco Candioti, materno Ferreyra: gracias por sus ejemplos como docente, deportista y ciudadano. Adiós campeón.

Miguel Adolfo Cello