El poeta Raúl González Tuñon murió hace 30 años -un 14 de agosto- y con él la voz de un Buenos Aires que ya en su tiempo tenía algo de mitológico, en el rescate de figuras marginales, enraizadas en el escenario barrial: cielos de aljibe, cantos de gallo a la madrugada, esquinas rosadas con buzones rojos y algún barrilete perdido.
"Luna amarilla, luna gastada / linda azotea para que encalle / no hay una calle como esta calle / de compadrona y enfarolada", cuentan sus versos.
Pero saben también desbordar el espacio íntimo y apuntar a otros horizontes -como la lucha de los republicanos españoles-, donde se manifiesta su compromiso social y político. Su militancia en el Partido Comunista le trae aparejado el olvido y la marginación de los circuitos oficiales.
Nacido a principios del siglo XX, el 29 de marzo de 1905, frente al paredón del asilo, en la calle Saavedra 614 del barrio del Once, Tuñón iba con su abuelo inmigrante a las manifestaciones proletarias en la plaza.
Desde temprano dirige su mirada hacia La Boca y Barracas, zonas de conventillos, para captar a aquellos inmigrantes de presencia amenazadora y apellidos impronunciables. Le gustaba también deambular por el Bajo y el puerto, un universo poblado de hampones, marineros y prostitutas.
La juventud lo encuentra en mitad de la polémica entre los grupos de Boedo y Florida, participando en las revistas Proa y Martín Fierro, metido en la bohemia de los cafés.
En 1925 publica su primer libro "El violín del diablo" e ingresa en la mítica redacción de Crítica que dirigía Natalio Botana y en la que comparte tareas con figuras como Roberto Arlt, Conrado Nalé Roxlo, Carlos de la Púa y Edmundo Guibourg.
"Siento algo de ternura y piedad por aquel muchacho impaciente que se creía poeta maldito, que se imaginaba fumando opio, que en el fondo pretendía asustar a los burgueses a la manera de su admirado Baudelaire", evoca el propio poeta.
En 1928 su segundo libro, "Miércoles de ceniza" se alza con el premio Municipal y con el dinero recibido viaja a París, al encuentro del gran foco surrealista. De espaldas al Sena escribe su poema al Riachuelo de la Villeta, "riachuelo proletario, abandonado a los pies de París...".
De regreso, Botana lo envía a cubrir crónicas como la guerra del Chaco paraguayo, Brasil, la Patagonia. "Raúl es un pájaro al que hay que tener siempre afuera", sentencia don Natalio.
Recorre incansablemente los barrios porteños, los del tango y el charleston, los de "La calle del agujero en la media" (1930) y "El otro lado de la estrella" (1934).
Adopta el nombre sugestivo de Juancito Caminador, para atribuirle la invención de mucha de sus poesías: "El dolor mata, amigo, la vida es dura, y ya que usted no tiene ni hogar ni esposa / si quiere ver la vida color de rosa / eche veinte centavos en la ranura".
Poesía y política se cruzan: el poeta abre su producción literaria a la historia, procura que sus poemas se inscriban en la realidad.
En "La rosa blindada" (1936) o "La muerte en Madrid" (1938) describe a "los obreros fusilados contra el muro", alude a "los overoles agujereados". Y muchas de sus poesías recorrerán las trincheras republicanas, hechas canciones.
En 1935, cuando se produce la represión de los mineros de Asturias, lee su poema "La libertaria", inspirado en una muchacha muerta en la lucha de las minas. Dos años más tarde como corresponsal de guerra al oír como lo cantaban, le dijeron que su autor era anónimo. "Yo era tan joven y ya era un autor anónimo", le gustaba recordar.
En España conoce a Federico García Lorca, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Pablo Neruda; con ellos comparte el amor por la poesía y las luchas populares.
Tras la derrota republicana y su larga estadía en el Chile de Neruda, regresa al país y al periodismo, a los arrabales, los cafés y los bancos de las plazas.
Todavía escribirá una decena de libros, entre ellos "Primer canto argentino" (1945), "Hay alguien que está esperando" (1952), "A la sombra de los barrios amados" (1957), "Demanda contra el olvido" (1963) y "Crónicas del País de Nunca Jamás" (1965).
A treinta años de la muerte de Raúl González Tuñón, el Centro Cultural Rojas quiere recordar a uno de los mayores poetas argentinos, con una mesa redonda y la proyección de un documental, en el que amigos y discípulos brindan testimonio de su obra.
De la mesa redonda, que se realizará hoy en la sala Batato Barea, participarán Juan "Tata" Cedrón, Adolfo González Tuñón, José Luis Mangieri y María Gabriela Mizraje. Luego se proyectará "Juancito Caminador"", que dirigió Facundo Rámilo, con testimonios de Héctor Yánover, Horacio Salas, José Luis Mangieri, Osvaldo Bayer, Daniel Freidemberg, Nélida Rodríguez Márques, Eduardo Alvarez Tuñón, Fermín Chávez, Adolfo González Tuñón, Alejandra Boero, Pedro García, Luis Alberto Quesada, Rubén Derlis, Jorge Aulicino y Jorge Asís.
Los textos de González Tuñón serán leídos por Sergio Renán, Rubén Stella, María Fiorentino, Alejandro Awada, Raúl Rizzo, Cristina Banegas, Alicia Berdaxagar y Mariela Roa. (Télam).