Urbanización y arquitectura (tercera parte)
A fines del siglo XIX, ya afirmado el modelo liberal y después de un largo proceso que arranca con el proyecto rivadaviano, el país todo expresa el mito de la Generación del '80: el progreso.
"¿Queremos plantar y aclimatar en América la libertad inglesa, la laboriosidad del hombre de Europa y de Estados Unidos?", se preguntaba Alberdi en 1852: "Traigamos pedazos vivos de ellas en las costumbres de sus habitantes y radiquémoslas aquí".
En el caso particular de Santa Fe, la presencia del ferrocarril provoca la extensión de la planta urbana en múltiples direcciones, en coincidencia con las líneas y ramales y los nuevos centros previstos para el intercambio y los equipamientos ferrocarrileros. Reconocemos así el conjunto de la Estación Francesa (hoy Terminal de Ómnibus) del Ex F.C. Santa Fe-Las Colonias, con playa de maniobras, galpones para cargas, reparación de maquinaria, etc.; Santa Fe Cambios (hoy Parque Federal), donde se concentró la mayor actividad de la empresa citada; la estación de pasajeros del Ex F.C. Central Argentino y demás dependencias, ubicado en el oeste, en la calle Gral. López; la estación y playa de maniobras del Ex F.C. Central Norte, en el bulevar Gálvez hacia el este. Pero también habrá que sumar toda una gama de edificios complementarios como viviendas, oficinas, galpones, shed de locomotoras, cabines, etc., con tipologías de un sistema establecido en Europa y cuyo desarrollo obliga a ocupar importantes superficies en toda la planta urbana.
La llegada a la región de grandes masas de inmigrantes, en íntima relación con el modelo económico y cultural descripto, hace que mayoritariamente se ubiquen hacia el norte de la ciudad, en coincidencia con las fuentes de trabajo que generaban los sistemas productivos y los servicios derivados del comercio. De este modo se quiebra el orden imperante centrado en torno al área fundacional aún poblada por edificios coloniales y poscoloniales, apareciendo un nuevo polo en la ciudad en torno a la plaza España que va a capitalizar la creación de nuevas formulaciones arquitectónicas. La Plaza de Mayo a su vez, se ve transformada a fines del siglo XIX obteniendo un característico perfil cosmopolita; la inclusión de jardines con "parterre" de flores y borduras, senderos con especies exóticas, luminarias, asientos de plaza y una curiosa caja armónica de tendencia art nouveau, hablan a las claras de cuánto han incursionado en la ciudad las nuevas preceptivas urbanísticas de la cultura aluvional, y qué rápido se habían adecuado los ámbitos públicos para el desarrollo de una vida social al modo de la "belle époque". En síntesis, la cosmopolitización operada en Santa Fe entre 1880 y 1930 parece imponerse como el rasgo más importante del período, y se verifica en casi todos los campos de la vida urbana y las pautas sociales, también en lo arquitectónico.
Es posible aún encontrar en Santa Fe casas construidas a fines del siglo XIX y parte del siglo XX que por su organización espacial y decoración exterior, se advierte, pertenecen a la arquitectura italianizante.
Desgraciadamente han desaparecido los mejores ejemplos -como la casa de Simón de Iriondo frente a la Plaza de Mayo- pero aún quedan como testimonio algunas viviendas y locales comerciales del centro y sur de la ciudad. Tal el caso de la Casa Cullen en San Martín 1878; la Casa Echagüe, también en calle San Martín 1642, o la Casa de Ignacio Crespo en 9 de Julio y Buenos Aires, esquina noreste; etc. La influencia italiana -si bien es un movimiento de alcance universal- se extendió particularmente en la región litoral, rioplatense y en otros puntos del país. Este peculiar gusto por los edificios "renacentistas" fue el resultado de la obra de arquitectos italianos radicados en nuestro país, a lo que se sumó la pericia de infinitos maestros anónimos que repitieron la "fórmula" incansablemente por más de setenta años en casas chorizo y otro tipo de edificaciones (hay ejemplos de 1860 y de 1930).
Frentes notablemente "compuestos" por elementos que armonizaban y conferían al conjunto agradables proporciones. Arcos, cornisas y pequeños frontis, alternaban con sencilla gracia la presencia de puertas y ventanas; éstas últimas generalmente "veladas" por rejas de hierro forjado que se curvaban en livianos dibujos geométricos o disponían de celosías de variados diseños. A pesar de la parquedad de los materiales utilizados su selección respondía a necesidades lógicas, obteniendo con ello efectos que hoy encontramos apreciables por su calidad y nobleza. Umbrales y balaustres de mármol de Carrara, pisos principales de pinotea, patios de baldosas cerámicas o dameros de baldosas de mármol y piedra genovesa, fueron otorgando a partir de una infinita variedad de modelos, una particular apariencia italianizante y selló el primer momento de la tradición académica en el medio santafesino.
La omisión o incomprensión de la arquitectura santafesina con relación a su circunstancia en el período que exponemos, puede sugerir una historia ajena al desarrollo de la arquitectura en el país. Pero esto no es así, ya que con distintos matices y niveles, las intervenciones en la ciudad de Santa Fe siguen un proyecto de modernización sostenido, no obstante proponerse desde gobiernos cuyo arco político presentaba marcadas diferencias. Como emergente de esas circunstancias históricas la arquitectura local responde eficazmente a su doble cometido: cumplir con las necesidades prácticas y ser vehículo de representación simbólica del Estado o de particulares. En ese contexto, razones de peso justifican que hayamos reunido a los arquitectos Jonás Larguía, Juan Bautista Arnaldi, Augusto Plou y F. Ferrari. Primero, porque fueron los constructores de los grandes edificios santafesinos; y segundo, porque los cuatro profesionales seleccionados presentan una obra que, con variantes, se inscribe en la estética del eclecticismo.
Respecto de la iglesia del Carmen, resuelta por Jonás Larguía en un tratadismo clasicista, vemos que las proporciones de su espacio interior y la armonía devienen de la resolución de sus tres naves, por los austeros destaques obtenidos en la composición de capiteles y cornisas, y primordialmente, por el manejo que hace su autor de la luz a través de ventanas superiores que acusan la fuerte proporcionalidad de esta obra de arquitectura. Fallecido Larguía en el año 1891, debe continuar con los trabajos de las torres y fachada J.B.Arnaldi, para enlazar así dos momentos constructivos en esta importante obra santafesina: un tiempo "italiano" de gran definición clasicista y un tiempo ecléctico por sumar preceptivas dentro de los lenguajes disponibles.
Presentado el genovés Juan Bautista Arnaldi a través de una acción muy común en la historia de la arquitectura como es la terminación de una obra iniciada por otro arquitecto, recordemos que este notable proyectista -que viene de cumplir una intensa tarea profesional en Buenos Aires y en el interior- realiza en la región y en nuestra ciudad un conjunto de obras realmente trascendentes. Construye la Catedral de Paraná, la iglesia de Santo Domingo, la basílica de Guadalupe, la iglesia de Santo Tomé, el Consejo de Educación (que fue sede del gobierno provincial cuando se construía la actual Casa Gris), e interviene en las capillas de los colegios católicos Adoratrices y del Huerto y en numerosas viviendas.
Pertenece también a Arnaldi, el proyecto de la inconclusa Catedral de Santa Fe, concebida inicialmente para reemplazar la actual Catedral Metropolitana -lo que felizmente no se concretó- y los diseños para la actual obra inconclusa frente a la plaza San Martín. Las obras de Arnaldi denotan una mano hábil y una concepción del espacio realmente talentosa; Santo Domingo -particularmente- refleja una práctica profesional pensada hasta en los últimos detalles. Tomando quizás la planta del Gesœ de Roma de Vignola, propone una ajustada y sobria articulación de un cuerpo flanqueado por dos torres y rematado por una de las cúpulas más bellas de Santa Fe. El atrio se ve ponderado por una fachada cuyo tratadismo recuerda a Serlio, al componer hornacinas y óculos en los espacios que dejan las contundentes pilastras y coronar el conjunto con dos torres que albergan un frontis de austera resolución.
Si bien era argentino, su origen francés -y no por casualidad- explica la naturaleza e inclinación de sus dos obras santafesinas: el Teatro Municipal y la Escuela Industrial Superior. El modernismo que incluye Plou en sus concepciones habla a las claras cuán avanzado estaba el eclecticismo en Santa Fe. Un modernismo que en los ventanales en herraduras de los talleres de la escuela, reflejan la asimilación de una tendencia francesa: el art nouveau. La obra más importante y que marca un hito en la historia de la arquitectura local es sin dudas el Teatro Municipal 1º de Mayo, construido por Plou en 1905. Su espacio interior, por el calibre de sus proporciones y diseño, resume una ponderable intervención. El partido espacial elegido es de una gran riqueza, armonía y belleza, cosa que merece ser destacada por cuanto supone la esencia de la propia arquitectura. Merece ponderarse también -como un logro especial de esta emblemática obra- el manejo de la escala urbana y la secuencia de espacios que se suceden del exterior al interior. Particularmente el remate del anillo central -cuyo diseño como coronación de la Sala Mayor- es el lugar donde confluyen todas las tensiones del espacio, ya que el observador comprende que la meta visual es la pintura del maestro Orlandi.
La Escuela Industrial de Santa Fe es una obra del año 1908. Surge como instituto provincial de formación técnica y práctica; cuyos antecedentes e impulso se remontan a 1892 y al conocido educador Enrique Muzio. Nacionalizada al año siguiente, se constituye en un valioso ejemplo de innovación pedagógica desarrollado en uno de los edificios más "modernos" para la época. Su autor prácticamente lo construye en medio de una ciudad aún sin consolidar; no obstante ello, se predispone como el mejor situado para un partido de proporciones monumentales y para la adopción de atractivas morfologías. Ya hablamos del gusto de A. Plou por el eclecticismo, sólo que aquí las condiciones expresivas son más contundentes que en otras obras de este autor. La fachada por calle Junín expresa con fuerza la volumetría de tres mansardas y sus complejas resoluciones historicistas, al tiempo que las laterales -en coincidencia con los talleres- optan por sugestivas ventanas en herradura de clara afiliación modernista.
Para ilustrar sobre un período tan rico en la historia de la arquitectura local, incluimos un edificio que cronológicamente está ubicado en 1867, es decir, casi 40 años antes que las obras comentadas del período liberal. Es una obra muy temprana del arquitecto Jonás Larguía y realizada en coincidencia con las preceptivas del movimiento arquitectónico vinculado con el romanticismo pintoresquista. Fue mandado construir por su propietario, el ex gobernador de la provincia don Mariano Cabal, y estaba ubicada "en el predio sur oeste de la esquina de 25 de Mayo y Buenos Aires".
La Chinesca no sólo llamó la atención a los santafesinos sino que motivó la descripción de numerosos viajeros y le valió los elogios de Gabriel Carrasco al citarla en su conocido censo. Y, por supuesto, fue imagen fotografiada en las postales de su tiempo. Por fuera de todo lo circunstancial y atípico que pueda parecer esta obra, es un ejemplo característico (quizá único) de la arquitectura pintoresquista en Santa Fe.
Es de suponer que J. Larguía quiso dotar a la Chinesca (nombre que deviene de una utilización popular) de una cierta extravagancia o exotismo, asimilada en paralelo a los gustos académicos imperantes; algo así como la otra cara del clasicismo; es decir, la vertiente romanticista que en arquitectura toma diferentes caminos y tendencias. Del mismo modo que lo neogótico refleja una reacción anticlásica, el pintoresquismo en sus búsquedas regionales, populares o simplemente exóticas, trazó a su modo el rechazo a la preceptiva académica. Por muchos años la "Chinesca de Cabal" construyó un imaginario que aún muchos recuerdan a pesar de haber sido demolida en el año 1945.
La Casa de Gobierno de Santa Fe, obra del arquitecto Francisco Ferrari, representa el triunfo del eclecticismo. No caben dudas de que el edificio que mejor representa a la época cosmopolita y período liberal de la arquitectura santafesina es la Casa de Gobierno, obra construida entre 1908 y 1915 según diseño de su autor, el arquitecto Francisco Ferrari. Para la erección de este edificio -recordemos- se debió demoler el histórico Cabildo y la "Jirafa", sede de la Jefatura de Policía, además de otras construcciones que completaban la manzana. Este hecho es importante ya que permite comprender mejor cuál es el espíritu que anima a estas obras. No se trata tan sólo de levantar una nueva construcción, hecho que en sí mismo es positivo, sino que se elige para hacerlo, el mismo lugar que ocupaba la arquitectura más representativa del período hispánico santafesino.
Lo importante de destacar -a juzgar por los hechos- es que la transformación del sector de la Plaza de Mayo y su entorno próximo, obedecía un plan de modernización y progreso en el que estaban empeñadas tanto autoridades provinciales como municipales.
El responsable del proyecto de la Casa de Gobierno -como se dijo- es el arquitecto Francisco Ferrari, a quien se conocía como representante provincial en la obra de la Escuela Industrial Superior proyectada por Augusto Plou en 1908. Para la Casa de Gobierno de Santa Fe, Ferrari optó por pabellones que circunvalan dos patios de grandes dimensiones y una fachada simétrica de orden monumental compuesta según preceptivas académicas de origen italiano y francés.
La tipología adoptada -esa suerte de planta incompleta hacia el fondo sur (sólo ocupa media manzana)- refuerza el carácter de fachada de esta arquitectura monumental. Con esas claves el ejemplo santafesino recurre a diseños de variados efectos; como coronar el edificio con una mansarda de pizarras, chimeneas, óculos, crestas y demás variaciones de la techumbre. Todo un dispositivo ideado para acusar las partes nobles y a enfatizar los sectores o los cuerpos que se desean recalcar; portal de ingreso, balcones, cúpulas esquineras, etc. Un verdadero logro expresivo para una obra que desde su nacimiento había sido concebida como un monumento.
El innovador diseño fue creación del Ing. Benedetto Ghiglione (1890-94) y del Arq. Juan Mai (1933-38). Múltiples razones destacan a esta obra como prototípica de los grandes edificios santafesinos. En primer término, se trata de una iniciativa privada de un conjunto de hombres que atendiendo las necesidades concretas de gran parte de aquella inmigración "gringa", se organizan a fines del siglo pasado para "atender la salud de la colectividad italiana de Santa Fe y Colonias"; así surge la idea del hospital en 1889. El mismo año, la Municipalidad dona el terreno en el norte de la ciudad "convenientemente alejado del centro" como corresponde a la preceptiva hospitalaria del siglo XIX.
En segundo término por su diseño, la calidad y antigüedad del proyecto (los trabajos se iniciaron en 1892), colocan al Hospital Italiano a la vanguardia de los "policlínicos" de su época. Recordemos que el conocido Hospital del Centenario en Rosario- anexo a la Facultad de Medicina- fue construido luego de la realización de un concurso internacional en 1910. El proyecto original de Ghiglione consta de un cuerpo central que se une a los pabellones laterales (a los que le asignaban diferentes funciones) y un nártex que avanza sobre el bulevar Zavalla a manera de pórtico.
El conjunto es completado "por el arquitecto Juan Mai -quien fue a su vez presidente del hospital durante los años 1933-34"- es él quien "cierra un partido anular agregando los pabellones que faltaban en el perímetro de la manzana". De este modo, el nuevo diseño congrega los criterios formales y espaciales del proyecto primigenio.
Si bien el lenguaje utilizado por Ghiglione es ecléctico, predomina en la obra un clasicismo italianizante; principalmente en el tratamiento del nártex de ingreso donde puede observarse que la jerarquización fue lograda por columnas corintias apareadas y un entablamento que remata en una cornisa y balaustrada clásica.
Como una aclaración al margen se citan los constructores principales de la obra; todos apellidos que concuerdan con las procedencias de comitentes, arquitectos y usuarios en general. Nos referimos a F. y A. Bertuzzi, M. Marelli, F. Barabelli, C. Albinati.
Se consideró importante separar de la evolución arquitectónica que se está analizando el tema de la vivienda. Esta -como se sabe- tiene una raíz común con la ciudad, que es su ámbito. Determinadas circunstancias históricas provocaron la aparición de diversos tipos de vivienda lineales o "chorizo", como depositarias y como síntesis de procesos desarrollados en el tiempo; una morfología urbana característica que se comprende desde una manifestación anónima y colectiva -no individualista- y que pondera lo contextual por encima de valores objetivamente arquitectónicos. Una producción social que transita lo histórico (transhistórico) como una herencia, pero que a la vez se transforma, evoluciona y permite nuevas reformulaciones.
Estos factores y condiciones dejaron su impronta en la estructura de la ciudad de Santa Fe, la que se corresponde y coincide con la aparición de un tipo de arquitectura doméstica característica: la casa "chorizo". Su nombre vulgar (ahora reconocido oficialmente) obedece -seguramente- a su organización lineal. Una sucesión de cuartos o piezas corridas que se vinculan "por dentro y por fuera" con la característica galería; un camino que irremediablemente lleva al patio y al fondo del lote. Varios serán los factores que consolidarán esta tipología como la dominante principal de los desarrollos urbanos argentinos entre 1880 y 1930.
Se observan como fundamentales las siguientes:
La razón del lote: el fenómeno de concentración urbana conlleva a una subdivisión del suelo disponible. Es así como se produce la fragmentación de la manzana de origen hispánico, en lotes de 10 a 12 varas de frente, es decir, de ocho metros con sesenta y seis centímetros (8,66 m) y de diez metros con treinta y nueve centímetros (10,39 m), respectivamente. Aunque parezca obvio, cualquier apropiación de ese espacio potencial debía hacerse sobre las posibilidades que otorgaba el soporte.
La razón tipológica: están presentes en la concreción de la casa "chorizo" los factores teóricos que la conectan con las tipologías, cuyos antecedentes están en la vivienda urbana de origen hispánico y criollo. Con relación a ello se puede inferir que la casa de partido lineal procede de la subdivisión longitudinal del tradicional y difundido esquema espacial colonial (estructura en torno de patios y en parcelas urbanas de mayor dimensión). A modo de conclusión, se acepta una vez más que cuando la sociedad necesita materializar un modelo social de intervención espacial recurre (hasta inconscientemente) a los tipos preexistentes, cuyos precedentes "están asimilados a la matriz cultural-social".
La razón social: es conocida también la importancia que tiene el aporte inmigratorio (constructor-usuario) en la definición de la casa "chorizo". Su proverbial adaptabilidad admitió no sólo la resolución de necesidades básicas a sectores de escasos recursos económicos, sino que acompañó también a los sectores de medios y en ascenso de la sociedad argentina. En tal caso, la vivienda aceptó los cambios espaciales y lingüísticos y se dispuso a enriquecer con materiales nobles algunas soluciones constructivas.
Nos referimos a la tecnología que incorpora de modo determinante los aportes de materiales manufacturados traídos del exterior: cubierta de cinc, perfilería de hierro, maderas, mayólicas, sanitarios y todo lo que interesa incorporar al equipamiento de una "vivienda moderna". A este rubro se agrega el repertorio lingüístico. Cuando muta de la tradición italianizante hacia las adhesiones afrancesadas, eclécticas, art nouveau o art decó, etc.