Un avance en la revisión de la obra total de Mujica Láinez
"Luminosa espiritualidad" reúne poemas y laberintos trazados por el escritor Manuel Mujica Láinez (1910-1984) en la década del sesenta, donde los goces, esperanzas y vicisitudes del amor articulan una prosa cruzada por la confesión íntima, los ecos de la trova medieval, el romancero y el siglo de oro español.
El volumen recién editado, acompañado por dibujos de gracia naif, tiene formato de breviario, apto para la comunicación intimista del proyecto editorial distribuido por Asunto Impreso, que es un avance en la necesaria revisión de la obra total del escritor.
Entre las efusiones amatorias y eróticas el texto sitúa un espacio confesional. Concurren al acierto el prólogo de Guillermo Whitelow, que aporta matices insustituibles de comprensión, y el magnífico retrato de Manucho, trazado a pluma por el artista plástico Carlos Alonso.
Manucho -personaje contestatario por naturaleza y deliberada impostación- se adelgaza en los poemas de "Luminosa espiritualidad".
La pulsión amorosa fluye en un trazado mítico y geométrico, que no sólo remeda la peripecia sentimental. Mujica lo reditúa en el punto de desafío en el que cada amante, a través del amor, se busca y define a sí mismo.
La búsqueda del ser reflejado en el amado es un tema clásico que Manucho auscultó en la totalidad de su obra de escritor, ensayista, crítico y periodista.
En su caso, la efusión lírica y plástica constituyó un carril único de la `luminosa espiritualidad' que da título a este homenaje al artista que fundó -como su antepasado Juan de Garay- la dimensión mítica de Buenos Aires desde raíces castizas y criollas.
Una obstinada búsqueda de perfección marcó la vida del escritor. La fluencia de su escritura y la gracia de sus laberintos gráficos, cómplices del espíritu lúdico, amoroso o mordaz, ocultaron al obrador intelectual que los hizo posible.
El libro recuerda los vínculos entre palabra e imagen: caligramas de Rabindranath Tagore, Ramón Gómez de la Serna, Federico García Lorca o Rafael Alberti recurrieron con gracia leve al encuentro de imágenes y lenguajes.
Más allá de sus novelas y cuentos Mujica fue un escritor de producción abundante, diversificada en el periodismo, la crítica de arte, la biografía, el ensayo y la traducción. Supo concertar en su prosa conocimientos lingüísticos y literarios de los clásicos castellanos y del habla rioplatense para la que tuvo, como se dice de los músicos, oído absoluto.
Cada novela suya era un acontecimiento del que se esperaba la seducción del narrador nato con cuotas exactas de erudición, humor y fantasía. No defraudó a los lectores de "Aquí vivieron", "Misteriosa Buenos Aires", "Los ídolos", "La casa", "Los viajeros", "Invitados en El Paraíso", "Los Cisnes", "El gran Teatro".
En cada texto desafiaba la sagacidad cómplice del lector ansioso de descifrar la identidad del personaje inspirador. El acierto añadía satisfacciones de voyeur al admirador de la barroca imaginería del escritor.
Aunque tuvo una alta exposición pública, ésta declinó en los últimos años de su vida y este libro exquisito en contenido y factura editorial recupera aspectos entrañables del escritor y del personaje -Manucho-, que construyó con parejo afán.
Una muestra sobre el escritor Manuel Mujica Láinez (1910-1984), que se exhibió en octubre y noviembre del año pasado en el Centro Cultural Recoleta, mostró sus dibujos de la serie Laberintos, además de desplejar a través de manuscritos, videos y fotografías la personalidad avasallante y creativa del autor de "Bomarzo". Según pudo saber El Litoral, se están realizando gestiones para que esta exposición se realice en el corriente año en el Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez.
"La idea fue del coleccionista Jacobo Fiterman, poseedor de los dibujos realizados por Manucho en la década del 60, que incluyen escrituras y poemas", dijo a Télam Micaela Patania, investigadora de la exposición.
Y se presentaron otros dibujos "como un juego de cartas que le regaló a Guillermo Whitelow, historiador de arte", agregó.
Este homenaje -en el año en que se cumplieron 20 años de su muerte- incorporó fotografías de Bomarzo, en Italia, lugar al que el escritor viajó junto a Miguel Ocampo y que inspiró la ópera escrita por Manucho y Alberto Ginastera. "El Teatro Colón nos cedió unas fotos de los escenarios, el vestuario, la puesta de Tito Capobianco" de una ópera que significó el escándalo y la censura.
"Hay una carta a Ernesto Schoo -subrayó la investigadora- en la que cuenta su malestar frente a la prohibición de Bomarzo. Se pudo ver primero fuera del país en Estados Unidos, con muy buena recepción y aquí fue prohibida -en los tiempos de la dictadura militar- a instancias de la mujer del general (Juan Carlos) Onganía que la consideró inmoral".
También, desde un esbozo que Manucho escribió sobre la teoría del retrato, se colgaron cuadros de Manucho en una pared, realizados por los artistas plásticos Luis Centurión, Emilio Basaldúa, Carlos Alonso y fotografías de Aldo Sessa. (Télam).