Chávez y sus relaciones con Argentina
Podría decirse que para los argentinos el problema no es el presidente Hugo Chávez sino el presidente Néstor Kirchner. O, para ser más precisos, las relaciones que se están tramando entre el caudillo militar de Venezuela y el gobierno nacional.
Para disponer de una mirada más amplia sobre lo se está analizando, corresponde saber que en los últimos meses el régimen de Venezuela ha profundizado sus aristas autoritarias. La reciente ley de prensa es un verdadero atentado a la libertad de expresión, ya que de hecho pone en manos del poder chavista la totalidad de la información pública, por lo que de aquí en más una espada de Damocles penderá sobre los medios de comunicación independientes.
En la actualidad, el régimen de dominación política de Venezuela concentra en el Ejecutivo todos los poderes. La Corte ha ampliado sus miembros y la diferencia se completó designando funcionarios serviles al régimen. El actual sistema electoral puso punto final a la representación proporcional, una añeja tradición democrática de Venezuela, por lo que hoy los legisladores se eligen con el sistema de lista completa. En esas condiciones la representación del chavismo es abrumadoramente mayoritaria.
Hace unos días la opinión pública internacional tomó conocimiento de que Venezuela de hecho se ha transformado en un santuario de la FARC, la narcoguerrilla que desde hace décadas enfrenta a las instituciones de Colombia. Como consecuencia de un oscuro operativo militar se supo que Chávez protege a estos grupos armados y a través de ellos interfiere escandalosamente en los asuntos internos de Colombia.
El conflicto ahora está planteado en los foros internacionales y en las intensas y acaloradas discusiones entre los diplomáticos de los dos países. Más allá de su resolución, no deja de llamar la atención que un presidente se comprometa de esa manera con grupos armados, saboteando por ese camino los esfuerzos de pacificación y unidad nacional que lleva adelante el mandatario colombiano Alvaro Uribe.
Por último, se acaba de anunciar con bombos y platillos una reforma agraria que promete terminar con el latifundio y distribuir la tierra entre los campesinos. En estos términos, la principal objeción que se le puede hacer es su exceso retórico y su tendencia demagógica. La experiencia en América latina ha demostrado que el minifundio es tan negativo como el latifundio improductivo y, lo que importa en todo caso, es el desarrollo y la modernización de las estructuras agropecuarias.
Decíamos entonces que no parece prudente que el presidente argentino se exhiba en compañía de Chávez como si éste fuera un mandatario con impecables credenciales democráticas. El proyecto "chavista" de constituir una suerte de alianza asentada en Brasil, Venezuela y Argentina, debe ser meditado seriamente despojándose para ello de tentaciones tercermundistas que han fracasado ostensiblemente.
En la misma línea importa advertir sobre el anuncio de una cadena internacional de medios de comunicación manejados por los Estados miembro. Si esto llegara a concretarse no sólo que se derrocharían recursos, sino que la libertad de prensa en la Argentina y Brasil podía llegar a estar seriamente amenazada.
Importa la integración con los países latinoamericanos porque los bloques permiten mejores condiciones de negociación, pero mucho más importa definir los contenidos y los objetivos de esa integración. En su momento, cuando se hablaba del Mercosur, se pensó en un acuerdo regional que potencie los recursos de sus miembros. Pero siempre se entendió que estas redes de acuerdo debían funcionar en sintonía con el mundo y no enfrentado a él.
Sería apresurado decir que este peligro es eminente, pero atendiendo los ejes discursivos de Chávez no está demás advertir sobre las tormentas que se avecinan en el horizonte. En la Argentina, la democracia ha permitido que todo se ponga en discusión. Kirchner sabe que lo único que no puede ser puesto en tela de juicio es el estado de derecho, las libertades que éste asegura y una integración madura con Occidente. Estas metas están en las antípodas del imaginario chavista constituido al lado de Khadaffi, las dictaduras terroristas musulmanas y el régimen totalitario de Fidel Castro.