Universo de fantasía
Por Emerio Agretti
Clásico, e hiper-realista. Así es, según su propia definición, el dibujo de Juan Zanotto. Desde la prehistoria hasta las ciudades futuristas o el espacio exterior, sus dos ambientaciones preferidas. Y, si es posible, mezclándolos: dinosaurios rugiendo bajo un cielo surcado por naves interestelares, guerreros fibrosos enfrentando cañones láser con sus hachas de bronce, mujeres bellísimas recorriendo ciudades devastadas con atuendos apenas insinuados. Todo, con el soporte de una minuciosa investigación, que no hacía concesiones a su imaginación portentosa.
Zanotto dejó una huella imborrable en los anales de la aventura dibujada y en la memoria de miles de lectores, de nuestro país y de todo el mundo, que tuvieron el sostenido placer de asomarse a esas páginas pobladas de impactantes escenas de acción, panorámicas detallistas, rostros y cuerpos inolvidables.
Giovanni Zanotto nació el 26 de septiembre de 1935 en Cuceglio, un pueblito de Italia. A los 13 años se vino a nuestro país y, a los 14 (en 1953) ya comenzó a trabajar profesionalmente, cortando y pegando el material extranjero que se publicaba en las revistas de historietas de Publicaciones Universales.
Según recuerda el especialista Andrés Accorsi en el emotivo homenaje publicado en la revista on-line Comiqueando (www.revistacomiqueando.com.ar), sus primeros trabajos importantes como historietista fueron Rick de la Frontera y El Mundo del Hombre Rojo, ambas con guiones de Alfredo Grassi. También trabajó en Frontera, la editorial de Héctor Oesterheld (El Eternauta), con historias unitarias, portadas e ilustraciones para los libros de Bull Rocket. A partir de 1960 y durante diez años, produjo miles de páginas sobre la Segunda Guerra Mundial, para la editorial británica Fleetway.
En 1965 ingresó como ilustrador en la editorial Códex para sus revistas de información general, y llegó a ser jefe de dibujantes, pero colaboró también en muchísimas revistas de la época, con centenares de historietas, ilustraciones, portadas y viñetas.
En 1974, al fundarse Ediciones Récord (Skorpio, Tit-Bits, Pif-Paf), Zanotto comenzó su etapa más recordada, inaugurada con Henga (sobre guiones de Eugenio Zappietro), una larga saga que mezclaba un ambiente prehistórico con la incursión de avanzadas tecnologías interestelares, y chicas livianas de ropas. El éxito de esta serie -cuyos ingredientes de mayor impacto repetiría en otras posteriores- se prolongó con la secuela Hor, hijo de Henga (con guiones de Alfredo Grassi) y, tras su desembarco europeo en la italiana Eura Editoriale, la adaptación cinematográfica de sus primeros capítulos en el filme ítalo-norteamericano Yor: Hunter of the Future, presentado en Cannes en 1983.
En 1976, el western indígena Wakantanka significó su reencuentro con Oesterheld. La serie no pudo ser terminada por su autor, víctima de la dictadura militar, y fue culminada por el guionista Carlos Albiac.
En 1979, Zanotto le pone la cara y el cuerpo a un personaje llamado a convertirse en clásico y en un verdadero ícono de la historieta argentina. Con guiones de Ricardo Barreiro, Bárbara vuelve a mezclar escenarios y culturas que remiten a la prehistoria, con enemigos despiadados y sofisticada tecnología, y toques de erotismo. La sorpresa es que la acción se desarrolla en una Buenos Aires devastada y cubierta por el agua y la jungla, a la que el lector sólo adivina por las ruinas que Zanotto dibuja como fondo, ya que éso nunca se menciona en la serie. Bárbara se extendió hasta 1983 en la revista Skorpio (luego fue recopilada en libritos y en un tomo), en su tramo final con guiones del propio Zanotto.
En las revistas de Ediciones Récord, Zanotto produjo también Tagh (una de la prehistoria, de nuevo con Grassi) y Nueva York: Año Cero (una del futuro cercano, otra vez junto a Barreiro).
En 1987 -y después de tres años de dedicarse a historias cortas-, regresa con otra serie de amplia repercusión: Crónicas del tiempo medio, con guiones de Emilio Balcarce. En un planeta destruido, donde hombres y máquinas libran una lucha sin cuartel, que remite a las tácticas del ajedrez y a la iconografía del Imperio Romano, la historia de la indómita Safari -otra heroína "fuerte" en manos de Zanotto- se convierte en una saga generacional, con sus dos secuelas. Crónicas del Tiempo Medio I, II y III fueron publicadas bajo esa denominación en Skorpio, con intervalos, a lo largo de cinco años. En los '90, la historia fue reeditada a todo color en Nippur Magnum, sin distinguir entre sus tres partes y con el título de Crónicas del Apocalipsis.
Zanotto se reencuentra con Barreiro para Penitenciario (1989, Skorpio, también republicada luego en colores en Nippur Magnum), una futurista pero típica historia de cárcel de mujeres, con una anécdota conspirativa como excusa y bastante regodeo visual.
En 1991, trabaja junto al director australiano Russell Mulcahy en los story-boards del film Highlander II, rodado en la Argentina. Y además colabora con breves historietas eróticas de su creación en la edición argentina de Playboy.
En 1993 empezó a publicar en Skorpio la aventura espacial Horizontes Perdidos, con guiones propios. La serie, con el nombre de su imponente protagonista, Falka, siguió saliendo hasta 2003 en Europa, pero la mayor parte no fue editada en castellano.
Zanotto se unió a otra leyenda de la historieta nacional, Robin Wood, para crear Starlight, una saga interplanetaria aclamada en Europa y publicada también en Nippur Magnum, aunque en versión más "ligth" que "star".
Desde 1998 hasta 2003 se desempeñó como docente en la Escuela Argentina de Historieta y lanzó su segunda obra como autor integral: Los Ladrones del Tiempo, también inédita en el país.
Lo último que pudimos ver de Zanotto fue un libro de sketch-books publicado el año pasado, con bocetos y dibujos desconocidos.
Clásico e hiper-realista, pero también mucho más. Zanotto fue un maestro y, para demostrarlo, dejó miles de páginas de aventura trepidante, preciosismo sutil y personajes cargados de vitalidad, que merecen ser recuperadas en ediciones que les hagan justicia. Murió en la mañana del 13 de abril, y quedan pocos como él.