Alberto Amato tiene 56 años y es secretario de Prensa del diario Clarín, donde trabaja desde hace 15. Al igual que su padre, a quien define como "un albañil semianalfabeto", nunca culminó sus estudios. Aprendió a leer desde muy pequeño, sentado en sus rodillas; y a los 12 años le dijo a su maestro de sexto grado que quería ser periodista. "Sentí que tenía muy definida la vocación, y que yo iba a ser periodista o no iba a ser nada".
Amato dejó la secundaria en segundo año. Estudiaba en un Comercial que "no tenía nada que ver con mi vida", dijo. Sin embargo, salir de la educación formal no significó haber "largado los libros".
-Tu escuela de periodismo, ¿fueron los medios?
-Había una escuela de periodismo en la década del '60, cuando tenía 15 años. Era una academia privada que habían fundado unos periodistas peronistas, que la Revolución Libertadora desalojó de sus medios. Se juntaron y montaron ese pequeño negocio, donde nos transmitían sus experiencias.
Ahí tuve maestros de periodismo que me enseñaron muchísimo. Imaginate, a los 15 años era una esponja, absorbía todo. Además, el contacto con chicos y chicas más grandes (de 18 a 20 años), que me protegían y cuidaban, me sacaba la venda de los ojos. Pero no existía la academia en mi época.
Durante el último gobierno militar trabajó para revistas de espectáculo y, si bien no reniega de su desempeño en la época, el juicio a las juntas militares le cambió la forma de encarar el oficio.
"Me tocó cubrir el juicio para una publicación especial de Editorial Perfil, que era El Diario del Juicio, y durante esos 8 meses que duró, sentí que lo que escuché y viví ahí adentro me obligaba a encarar mi profesión de una manera diferente. Pensé que tenía que hacer un periodismo más serio, responsable, al servicio de la gente; interpretar un poco más lo que la gente piensa, a lo que aspira y sueña".
Su paso por la Universidad de Buenos Aires como docente durante 10 años lo obligó a pensar en la manera de formar periodistas profesionales. Y para eso, cree que se debería fundar una universidad de periodismo.
"Las facultades de Ciencias de la Comunicación no enseñan periodismo porque no quieren, porque no saben, o porque no pueden", criticó Amato quien, además, se lamenta por "el nivel de desinformación de los chicos de 20 años que quieren informar, el bajo nivel de escritura y el prejuicio que tienen los estudiantes hacia los medios de comunicación, que los hace entrar en contradicción entre la fascinación que sienten por la profesión y lo que la universidad les dice que son los medios".
En el diario vivió la formación de los multimedios desde adentro del gigante. Por lo tanto, conoce de qué se alimenta. Dice que nunca tuvo peleas con editores o directores por cuestiones de ética, aunque prefiere no mezclar sus intereses con los de las empresas: "Los medios tienen sus compromisos comerciales y políticos; se han convertido en grandes factores de poder en la Argentina y en el mundo. Pero los medios que contesten por ellos. Yo contesto por mí y no por muchos más profesionales que conozco. Mi compromiso no tiene nada que ver con la ética y los compromisos de los medios. Si coinciden, mejor".
-¿Te dejan trabajar tranquilo?
-Me conocen, saben cómo soy, saben cómo pienso; todos sabemos quiénes somos y para quiénes trabajamos. Lo que veo es una gran preocupación en la gente por el costado ético. La gente nos pregunta de ética, por eso yo doy respuestas sobre la ética profesional; si no, no haríamos bandera.
No considera un riesgo ni cree que sea cuestionable que los medios disputen espacios de poder. Sobre el punto, trajo a cuento su experiencia en un seminario de Poder Judicial y Prensa, realizado en Neuquén, en el que criticaron a los medios condenar a través de la opinión pública. "Entonces, yo le decía a uno de los fiscales: la próxima estafa que cometa, no me pongas preso, publicalo en el diario, que me castigás más que si voy preso. íNo es así! La Justicia tiene que cumplir con su misión, más allá de lo que los medios hagamos con la opinión pública".
Hace 5 meses que Alberto Amato está metido de lleno en investigar una de las tragedias más tristes de la historia argentina. El incendio, en diciembre de 2004, del boliche Cromagnon hizo que su rutina se limitase a circular tres veces por semana entre la fiscalía y el juzgado donde está la causa, para conocer las novedades.
-¿Estás abocado a ese tema solamente?
-Ahora sí, no quiero que se vaya de los medios. Siento que puede pasar como habitualmente en la Argentina, y me parece que una tragedia con 193 chicos muertos es terrible como para que se pierda.
-Seguro que hablaste con un montón de padres...
-Hablé y lloré con un montón de padres, porque tengo el "moco fácil" y la tragedia que les pasó es terrible.
-¿Qué pasa cuando te involucrás y hacés propio un tema?
-No es difícil hacerlo propio. Cuando fue el caso María Soledad (Morales) en Catamarca, no era muy difícil estar del lado de la pobre chica asesinada. Cuando mataron al soldado (Omar) Carrasco, pasaba lo mismo. Por supuesto que uno toma partido.
Asume su afinidad con las víctimas, aunque sabe que deberá respetar posiciones indeseables. Para eso, recuerda una frase del maestro Sabat que considera "fantástica", en la que el artista dice: "Dibujo con el corazón hirviendo, pero con la mano helada". "Me parece que eso se ajusta bastante a lo que debería ser la tarea del periodista en estos casos, donde no es difícil tomar partido. El corazón caliente pero la mano fría. Y aunque haya que respetar posiciones, posturas legales y derecho de expresarse a los miserables, el corazón no puede no estar hirviendo".
El paso por la revista Gente del actual secretario de prensa de Clarín le dio versatilidad en el manejo de los temas, y los viajes le permitieron estar "fuera de lo que la revista representó como publicación y editorial pro proceso", según explicó.
"Seguí la campaña de Carlos Reutemann -en la Fórmula 1-, estuve en la guerra de Etiopía, y en la caída del presidente Somoza en Nicaragua. En esa época se viajaba muchísimo" aseguró. Amato tiene entre tantos viajes, algunas anécdotas que de vez en cuando refresca: corría agosto de 1977 y a la revista había llegado el rumor de que Carlos Reutemann no tenía buena relación con Ferrari. Amato viajó especialmente a Niza para preguntarle 17 veces "cómo era su relación con Enzo Ferrari", y para escuchar en cada intento la misma respuesta: "buenas" (a secas).
"Había que ir a preguntar eso y él sabía" recuerda Amato; "Hasta que la vez 18, harto, dijo: `buenas' y le volví a preguntar: `nada más', y ahí habló: `Lo que pasa es que todo el mundo quiere al ganador', bueno dije yo, ahora está bien", y partió con una declaración.
Como corresponsal de guerra su experiencia es mucho menos risueña. "En la de Etiopía y Somalía, me llevaron a un lugar controlado, y era más difícil caminar por las calles a las 4 de la tarde que estar en el frente de batalla". También estuvo en Nicaragua, país al que voló tres días después de la caída del presidente Anastasio Somoza Debayle, en julio de 1979.
-Viviste momentos difíciles...
-¿Donde las balas picaron cerca? -preguntó- Sí, sí, hubo un par de balazos que pasaron cerca. Íbamos a la guerra con buen ánimo y era un poco inconsciente también. Pero cuando estás ahí manda la prudencia. A veces estás en lugares donde estallan bombas, caen cohetes, y sin embargo a nosotros casi nos mata un policía borracho en la frontera con Costa Rica, cuando intentamos entrar a Nicaragua. Estábamos en una zona marginal y el policía borracho corrió a un tipo a balazos y nosotros quedamos en la línea de fuego.
A pesar de los riesgos que se corren Amato insistió con que "si sos corresponsal de guerra tenés que estar ahí, no hay otra manera, no te quedes en el hotel, salí a ver lo que pasa, para contarlo".
En mayo de 1973 lo echaron de un taller gráfico donde trabajaba, y su hermano lo contactó con una revista de espectáculo llamada Antena. Claro que hacía tiempo que se ejercitaba por su cuenta, haciendo reportajes a actores y cantantes a la salida de las audiciones de radio.
En 1977 pasó a la revista Gente, por ese entonces dirigida por Samuel "Chiche" Gelblung, donde tuvo la oportunidad de viajar y conocer el mundo.
Con el inicio de la guerra de Malvinas, desembarcó en otra revista, llamada La Semana, que era de la Editorial Perfil, donde pasó los siguientes 5 años, para regresar a Gente por 1 año y medio más, hasta que la hiperinflación del gobierno de Alfonsín lo volvió a dejar en la calle.
La agencia de noticias Télam fue su refugio durante un año de muchos cambios. Terminaba la década de 1980 y Menem asumía la presidencia de la Nación. Por ese entonces, ya recorría la redacción del diario Clarín, que en 1990 le pidió la exclusividad, y prefirió renunciar a Telam.
Juliano Salierno