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Fue crucificado bajo el poder de Poncio Pilatos

Poncio Pilatos (Pontius Pilatus) fue prefecto -gobernador, digamos- de la provincia romana de Judea (una inscripción encontrada en 1961 en Cesarea resulta una ulterior prueba de su existencia). Su destino está indisolublemente ligado a los tramos finales de la vida humana de Cristo. No se sabe con certeza su fin: según algunas fuentes se habría suicidado por orden de Calígula; otros sostienen que, habiéndose convertido al cristianismo, fue condenado a muerte por Nerón.

Tal como relatan los Evangelios, Jesús es llevado por las autoridades judías de Jerusalén ante Poncio Pilatos, quien lo interroga y le pregunta si en verdad se considera a sí mismo el "rey de los judíos". Jesús afirma de haber venido al mundo para dar testimonio de la verdad, a lo que Pilatos pregunta todavía: "�Qué es la verdad?". Finalmente, Pilatos intenta no condenar a Jesús (según San Mateo la mujer le aconseja ser benévolo con Cristo), y aprovechando la costumbre de liberar un prisionero para Pascua propone al pueblo que elija entre liberar a Jesús o al asesino Barrabás. Siempre según San Mateo, ante la elección del pueblo por liberar a Barrabás, Pilatos se lava las manos delante de la muchedumbre diciendo: "Yo soy inocente de la sangre de este justo, sean responsables ustedes". A lo que la multitud reunida responde: "Recaiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos". Y entonces Pilatos soltó a Barrabás, "y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó en sus manos para que fuese sacrificado".>

Como "Actas de Pilatos" se conoce una obra de 16 capítulos reunida (junto con el "Descendimiento de Cristo a los infiernos") en el apócrifo Evangelio de Nicodemo ("Memorias de los hechos de Nuestro Señor Jesucristo bajo Poncio Pilatos"). El texto ofrece muchos datos, aunque de incierta veracidad, que se suman a los ya apuntados en los Evangelios canónicos, referidos a Pilatos y la Pasión y Resurrección de Jesucristo.>

El historiador Armando Alonso Piñeiro, reconocido y prolífico autor especializado en la investigación histórica argentina, aunque con títulos que lo ameritan conocedor de historia medieval, bizantina y europea, se ha dejado seducir por este personaje antiguo y ha escrito un libro asumiendo la voz de Poncio Pilatos, en un relato pleno de seducción, titulado: "Yo, Poncio Pilatos. El complot de la traición", que acaba de editar Dunken.>

Pilatos se presenta aquí desde su interioridad, como un hombre que en el fondo busca la luz, que manifiesta desagrado ante el caso que debe afrontar, que considera el juicio contra Jesús como difícilmente sujeto a derecho, irritado por los judíos y por las actitudes del Sanedrín y sus seguidores. El juicio le resulta pesado y molesto, y al inicio intenta claramente desligarse de la responsabilidad de ocuparse de este proceso: "Puesto que no estáis de acuerdo en unas acusaciones determinadas, �por qué no os lleváis a este hombre y lo juzgáis según vuestras propias leyes?", impetra a sus detractores.>

"Absorto en mis cavilaciones, recordé la conversación que había sostenido unas pocas horas antes con mi mujer, Claudia. Ella hacía bastante tiempo que miraba a Jesús con particular devoción. Una de sus esclavas, una fenicia, se había convertido al judaísmo, pero experimentaba más fervor por Jesús, a quien veía como un personaje nuevo del judaísmo, con aires renovadores y mesiánicos que nunca había visto en nadie. Aunque no formalmente, Claudia también se había convertido a la religión mosaica, y me habló largamente sobre las virtudes del Maestro. Me imploró por su vida, y en ese momento yo creí sinceramente que sería incapaz de proceder a su ejecución y así se lo manifesté. Meditando precisamente en esto expresé a los delegados que me asediaban mi ignorancia sobre los presuntos crímenes de Jesús. Nadie me precisaba algo concreto, salvo conjeturables infracciones contra la religión, no contra el Emperador ni el Estado. Entonces afirmé con toda severidad de que podía ser capaz: `No condenaré a muerte a este hombre sin un juicio, y tampoco consentiré en interrogarlo hasta que hayáis presentado por escrito vuestras acusaciones contra él".>

Pero el tribunal sanedrista tenía preparado tal escrito. Acusaban a Jesús de ser un malhechor y un perturbador de la nación, culpable de incitar al pueblo a la rebelión y a no pagar los tributos al César, llamarse a sí mismo rey de los judíos y enseñar la fundación de un nuevo reino. "�Qué tenía que ver yo con tales disparates?", se subleva interiormente Pilatos.>

Tras interrogar a Cristo, Pilatos encara a los sacerdotes del Templo y afirma: "He interrogado a este hombre, y no encuentro ninguna falta en él. No creo que sea culpable de las acusaciones que habéis efectuado. Creo que debe ser puesto en libertad".>

Sirvan estos pasajes y transcripciones para indicar el tono con que Piñeiro conduce su relato, con tensión dramática y verosimilitud.>

Un epílogo nos presenta los resultados de las investigaciones que el autor comenzó a realizar en 1965 con respecto a la Santa Síndone. Nos recuerda la historia del manto que envolvió el cadáver de Jesús, con sus vertiginosas peripecias, en las que intervienen traslados, pérdidas y conquista de los Cruzados. Piñeiro realiza un pormenorizado recuento de esos avatares y de los distintos (y apasionantes) experimentos de los que fue objeto el manto, conjeturando sobre las posibilidades o no de las distintas versiones y las posibles preguntas y respuestas que el Santo Sudario revelaría, como por ejemplo la contextura física y la definición racial de Jesús.>