Valerie Leroux (AFP)
Escondido tras pinos centenarios, el edificio austero y sombrío parece fantasmagórico: la residencia de veraneo del temido dictador Joseph Stalin es hoy un hotel donde quien tenga dinero puede alojarse en su dormitorio y comer en su mesa.
En otros tiempos, el visitante se hubiera sentido aterrorizado de acercarse a la residencia de veraneo del llamado Zar Rojo en el balneario de Sochi, en el Mar Negro.>
Pero hoy el capitalismo ha triunfado y, pagando, todos son bienvenidos.>
La enorme dacha, donde el reloj parece haberse detenido en 1937, el año de su construcción, es ahora un hotel donde los visitantes pueden alojarse por hasta 300 euros la noche.>
Se puede almorzar en un imponente comedor adornado con el retrato del dictador, nadar en su piscina y hasta dormir en su dormitorio.>
Joseph Stalin acudía a este lugar casi cada verano. Desde esta casona con ventiladas terrazas, el tirano de bigotes supervisaba la marcha triunfal del socialismo soviético, así como las represiones y purgas masivas.>
"Aquí solía trabajar, fumar, pensar. Desde aquí solía mirar el mar", cuenta entusiasmada Valentina Menalan, la gerente de la villa, mientras camina de una habitación a otra.>
Nada ha cambiado, asegura. Los pesados cortinajes y madera clara aún recuerdan los años 30 y los únicos muebles renovados datan de los 60 y 70, cuando el edificio se convirtió en una casa de invitados para visitantes extranjeros del Partido Comunista.>
La villa fue convertida en un hotel tras el derrumbe de la Unión Soviética en 1991.>
La piscina en la planta baja aún funciona. "A Stalin, no le gustaba nadar en el mar, así que le construyeron esta piscina con agua de mar", explica Menalan.>
El temido amo de la dacha también era paranoico sobre su seguridad, "y por eso la casona está pintada de verde camuflado, y no se puede identificar ni desde el mar ni desde el aire", precisa.>
Incluso observándola desde la cima de las cercanas montañas Akhun, con su impresionante vista de las cumbres nevadas y la costa del Mar Negro, la residencia permanece invisible.>
Todo, desde la altura de los escalones hasta la profundidad de la piscina, fue adaptado a la relativamente corta estatura de Stalin, de 1,67 metros, a quien le gustaba sentarse en un sofá de amplio respaldo y ver películas durante horas.>
El improvisado museo conserva varios objetos personales y una mesa de billar, un juego del que Stalin era fanático. Un cuarto tiene una escultura de cera de tamaño natural del dictador comunista sentado en su mesa, frente a un tintero de plata que le regaló Mao.>
Pero una de las cosas que el hotel de Stalin no recuerda a sus huéspedes es el lado pesadillesco de un régimen totalitario que encarceló a millones de personas en el gulag.>
"Hubo represiones atroces, pero Stalin también desarrolló los programas industriales y espaciales", señaló Vladimir Shishkin, vicedirector del complejo hotelero Zelyonaya Roschcha (Arboleda Verde), que incluye la villa.>
Para muchos rusos, Stalin es el cerebro de la victoria contra la Alemania nazi, fuente de gran orgullo nacional, y soberano de un imperio que se extendía desde el este de Berlín hasta Vladivostok.>
Casi la mitad de los rusos (47%) ven a Stalin de manera positiva y menos del 30% piensa mal de él, indicó un sondeo del instituto FOM en 2006.>
Para los visitantes del hotel, la curiosidad y el interés histórico están por encima de todo, sin mencionar el encanto físico del lugar, que pertenece a un consorcio integrado por el Estado, el gigante petrolero Lukoil y otras empresas rusas.>
Entre los huéspedes distinguidos del hotel figuran el patriarca ortodoxo ruso Alexy II, que organizó una recepción en el lugar, y el ex secretario general del Partido Comunista de China, Jiang Zemin.>
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