La protección catódica es una técnica de control de la corrosión que se aplica cada día con mayor éxito en todo el mundo. La encontramos en las nuevas instalaciones de ductos para transportar petróleo, productos terminados, agua, así como en tanques de almacenamiento y en cables eléctricos y telefónicos enterrados. En la práctica, se puede aplicar protección catódica en metales como acero, cobre, plomo, latón.
Este trabajo comenzó a partir de una publicación que demostraba que, al colocar electrodos a ambos lados de la interfase agua de mar/sedimento marino, se establecía entre ellos una diferencia de potencial (un voltaje) natural que podía ser utilizado para la obtención de energía eléctrica. Por lo tanto, la corriente que circula por la pila proviene, en un primer momento, de la oxidación de compuestos de azufre que hay normalmente en los sedimentos, y luego es producida por microorganismos reductores de hierro que habitan allí. "Nuestro trabajo aportó algunas pruebas de esto", explica el doctor Juan Pablo Busalmen, investigador del Conicet y director del equipo integrado por Silvia Simison y Leda Orfeo, investigadora y becaria del Consejo, respectivamente, en el Intema. "El planteo del equipo fue totalmente nuevo: la propuesta consistió en utilizar la corriente proveniente del sedimento para lograr la protección".
Originalmente, se utilizaron electrodos de grafito a ambos lados de las pilas, pero el equipo del Dr. Busalmen, que estudia problemas de corrosión microbiológica, rápidamente derivó hacia la utilización de electrodos metálicos. "En pocas palabras, ensayamos con electrodos de acero inoxidable, que son aleaciones con una alta resistencia a la corrosión fundamentada en la presencia de una capa de óxido que lo aisla del medio ambiente", explica el investigador. Cuando sobre estos materiales se desarrollan microorganismos, en un fenómeno conocido como "biofouling", el filme protector de óxidos falla y se produce la corrosión localizada. Este equipo del Intema se dio cuenta de que conectando el acero con un electrodo de grafito enterrado en el sedimento marino se podía evitar que esto ocurriera. El principio fundamental es lo que se conoce como protección catódica, y consiste en aplicar un potencial negativo a la estructura a proteger para, de esa forma, evitar los procesos de oxidación que conducen a la disolución del metal. El potencial puede aplicarse con una fuente de poder (un generador de energía eléctrica) o mediante el acoplamiento con trozos de un metal más activo (ánodos de zinc o de magnesio).
El desarrollo aludido tiene aplicación en la industria de extracción de petróleo submarino que actualmente se realiza en nuestro país y en Brasil. El nuevo método de protección fue motivo de una patente de invención tramitada a través del Departamento de Patentes de la Dirección de Vinculación Tecnológica del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), con sede en la ciudad de Buenos Aires. El trabajo fue publicado en el número de octubre pasado de "Environmental Science and Technology" (Ciencia y Tecnología del Ambiente), una revista de la Sociedad Química de los EE. UU. especializada en temas de ingeniería y ciencias medioambientales. Otra publicación internacional también le dio cabida en uno de sus números, luego de lo cual la nota fue reproducida en numerosas páginas de internet en el mundo, en países tales como Alemania, Austria, Holanda, Rumania y Dinamarca, entre otros. Según Busalmen y su equipo, el trabajo tuvo gran repercusión por tratarse de un método basado en una energía no contaminante gratis, y, al parecer, inagotable.
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