En las investigaciones de nuevos medicamentos
Los laboratorios se desentienden de las enfermedades poco rentables
La Dra. Stella Maris Martínez fue la expositora del último Café Científico organizado por la Subsecretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación. Foto: Gentileza Subsecretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación.. 

En el país, los estudios de nuevos fármacos están en su mayor parte en manos de compañías transnacionales. ¿Qué investigaciones encaran estos laboratorios?, ¿qué beneficio generan en la población local? Una médica rosarina analiza la situación.

De la redacción de El Litoral

"Entre 1995 y 2005, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) autorizó alrededor de 1.400 protocolos. La mayoría pertenece a la industria farmacéutica transnacional y sólo un pequeñísimo porcentaje está siendo llevado adelante por laboratorios nacionales o universidades", confió la Dra. Stella Maris Martínez, profesora y Coordinadora de la Comisión de Bioética de la Facultad de Ciencias Médicas de Rosario.

El auge de los estudios de nuevos fármacos en la Argentina triplicó en una década el número de médicos involucrados en ensayos clínicos. Pero, ¿qué implicancias conlleva que la mayor parte de las investigaciones sea impulsada por laboratorios multinacionales?

"La investigación de los fármacos que realmente llegan a la gente está en un 70 %, 80 % y hasta en un 90 % en manos privadas y esto hace que no se estudien enfermedades que son nuestras. En la Argentina se investiga siempre lo mismo y no lo que hay que estudiar. Un ejemplo: no hay investigaciones sobre Chagas porque es una enfermedad de pobres", sostuvo Martínez.

La médica visitó nuestra ciudad para disertar sobre "Investigación farmacológica" en el Café Científico que organiza todos los meses la Subsecretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación de la provincia con la colaboración de la Secretaría de Cultura.

En diálogo con El Litoral se explayó sobre una temática que preocupa y ocupa la atención de los profesionales que aspiran a que en la Argentina y en otros países del Tercer Mundo la investigación farmacológica se realice en el marco de normas claras.

Lo que no se investiga

¿Para el desarrollo de qué tipo de medicamentos prestan el cuerpo los argentinos y ciudadanos de países en vías de desarrollo?, ¿recibirán luego los beneficios de esa investigación?, ¿contribuirán a que se curen las enfermedades que afectan a su país de origen?

Con un ejemplo, Martínez no deja lugar a dudas. "Las enfermedades infecciosas, que son las que causan mayor cantidad de muertes en el mundo, generan algunas pocas decenas de medicamentos mientras que los antidepresivos tienen una cantidad increíble de nuevas fórmulas. Casi no se investiga sobre malaria, leishmaniasis (o kala azar) o Chagas".

"El caso extremo de todo esto es África en donde se hacen las investigaciones -entre ellas para combatir el sida- y después los medicamentos que se generan no vuelven al continente porque la gente es muy pobre", sostuvo Martínez.

La ausencia de nuevas drogas que combatan en forma eficiente enfermedades del tercer mundo encuentra un ejemplo en nuestro país. "Dos millones de argentinos padecen Chagas y para tratar la enfermedad se utiliza beznidazol. La droga se puso en uso en la década del 60 y sigue siendo todavía la única disponible, que tiene escasos efectos y encima es tóxica".

¿Por qué no se investiga una nueva medicación? "Porque a los laboratorios no les reporta ganancia. Es más, el que la producía decidió no hacerlo más y en estos momentos estamos viviendo de excedentes y de la promesa de Brasil de fabricarla. Y lo sorprendente es que el Estado mire para otro lado cuando tenemos una red de laboratorios públicos, universitarios e institutos que podrían llevar adelante investigación y producción de este tipo de medicamentos", argumentó Martínez.

¿Por qué vienen?

Los laboratorios multinacionales encuentran en nuestro país y en otros del Tercer Mundo el terreno propicio para eludir las duras regulaciones de las naciones centrales y abaratar los costos de la investigación.

"En Estados Unidos, Canadá, Japón y los países de Europa occidental tienen una regulación mucho más rigurosa que la nuestra. Cuando un laboratorio emprende una investigación, se produce un contrato con el hospital o sanatorio y es ese el centro que recibe el dinero para pagar los gastos que demandan los ensayos como laboratorios, drogas, entre otros".

"En nuestro país, los contratos no se celebran con las instituciones sino en forma directa con los médicos, que reciben muchos miles de dólares por cada paciente reclutado. Acá tenemos una planta de médicos bien formados y una buena capacidad hospitalaria, bastante desarrollada, que puede ser utilizada a un precio ridículo", sostiene Martínez.

Poco control

¿Cuál es la ley marco que regula la actividad de la investigación farmacológica?"En la Argentina, ninguna. Hay un vacío legal. Hay normas internacionales que sí obligan, pero no es una jurisprudencia local".

En primer lugar, los médicos deben atenerse al Código de Nüremberg, que surgió en 1947 como resultado del espanto que causó en la población mundial los experimentos llevados a cabo por los médicos nazis en los campos de concentración.

Fue el primer Código internacional de normas éticas referido a la investigación en humanos. Casi 20 años después, apareció la Declaración de Helsinki, que no fue redactada por abogados sino por la Asociación Médica Mundial.

Sin embargo y a pesar de existir estas máximas, en nuestro país se han dado investigaciones que tomaron estado público por las consecuencias que generaron. "En el 2000, aproximadamente, el Hospital Naval de Buenos Aires fue uno de los centros argentinos que participó de un ensayo multicéntrico. El servicio de cardiología firmó un contrato con el laboratorio para estudiar una droga llamada cariporide, que se pensaba que podía llegar a ser beneficiosa para gente con cuadros de problemas cardiovasculares", comentó Martínez.

Pero nada de eso pasó. "El comité de Ética lo aprobó con mucha velocidad. Y como resultado de ese estudio murieron varias personas. La situación llegó a tal nivel que para ganar más dinero los médicos de ese servicio inventaron pacientes, radiografías, electrocardiogramas y varios consentimientos informados. Fue el propio laboratorio que les pagaba el que los terminó denunciando a la Justicia cuando los auditó", ejemplificó Martínez, tras destacar la importancia de que existan comités de Bioética independientes y capacitados y que la sociedad se involucre y conozca sobre el tema.

¿Vale la pena el riesgo?

En los estudios farmacológicos muchas veces "se toman riesgos que no valen la pena" porque se trata de nuevos medicamentos que no aportan mayores beneficios a los ya conocidos.

"El problema de esta investigación es que de creatividad tienen muy poco. Es lo que en inglés le han dado en llamar `Las drogas yo también'. Son intentos de colocar en el mercado medicamentos con muy poca variación respecto a drogas ya conocidas. En caso de que la versión anterior esté próxima a vencerse, son reemplazadas por esta nueva medicación que tiene otros 20 años de protección. Además se pueden vender más caras porque se ofrecen como si fueran un medicamento mejor. Lamentablemente este tipo de investigaciones tiene muy poco de creatividad y mucho de marketing", sostuvo Martínez.

"Si el objetivo es poner a la venta una nueva droga que ofrece muy poca variación en relación con la anterior, para qué hacer un proyecto de investigación con seres humanos que, de alguna manera, siempre tiene algún riesgo", sostuvo.

Martínez recordó el caso de un reconocido laboratorio que hace unos años comenzó a comercializar una nueva droga para bajar el colesterol y que "era muy semejante a otras que estaban en el mercado".

"Cuando se usó masivamente empezaron a aparecer casos de pacientes con graves destrucciones del músculo estriado y el laboratorio tuvo que sacarlo del mercado. Hace pocos días, fue sancionado y tendrá que pagar a un rosarino alrededor de 160 mil pesos porque le produjo la destrucción de sus músculos y un cuadro de insuficiencia renal aguda; y casi se muere".

La profesional resaltó que no está planteando un salto a la edad media pero sí el replanteo de las condiciones y marco en el cual se ejecutan los ensayos. "La investigación farmacológica con seres humanos tiene una base de legitimidad que es el bien común. Si hubiésemos vivido hace 300 años hubiésemos muerto de una angina porque no hubiese tenido antibióticos o de una apendicitis porque no hubiéramos tenido la posibilidad de una cirugía. Estoy muy lejos de decir que la investigación no debe hacerse, lo que estoy planteando es que debe realizarse bien", sostuvo la Dra. Stella Maris Martínez.