Encuentro provincial de docentes de escuelas carcelarias
La educación en contextos de privación de la libertad
Las dificultades que genera la convivencia del sistema educativo y el carcelario, y la ausencia de una formación específica, son algunas de las demandas de los maestros que dictan clases tras las rejas.

De la Redacción de El Litoral

"Ellos manejan un criterio de seguridad y nosotros un criterio educativo". La afirmación fue hecha por Marcela Peralta, directora de la escuela especial N° 2104, ubicada en el Pabellón de Menores de la Unidad Penitenciaria N° 2, de Las Flores.

Esta difícil convivencia -lo educativo y lo carcelario- ha sido una de las temáticas recurrentes y que con mayor fuerza fue planteada por los docentes de escuelas en contextos de encierro, en el Primer Encuentro Provincial de Docentes de Escuelas Carcelarias, que se llevó a cabo recientemente en nuestra ciudad.

Aunque son docentes "comunes" (maestros de EGB o profesores de secundario) ninguno ha tenido una formación especial para trabajar en condiciones tan particulares, por el contexto y la población en la que desarrollan la tarea educativa: cárceles y presidiarios.

"Para nosotros el joven es un alumno, para ellos (el personal del servicio penitenciario) es un interno o un preso", afirmó la docente, quien explicó que surgió fuertemente la diferencia de trabajar en escuelas en "contextos de encierro y las de afuera, en todo sentido: es diferente el trato con los alumnos".

"Cuando los maestros ingresan por primera vez, no saben cómo relacionarse con el servicio penitenciario. Es muy común que cuando uno es nuevo los chicos te piden el celular, y a los docentes les parece normal prestárselo para hacer una llamada. Pero está prohibido. Todo es muy diferente al afuera", agregó Peralta.

El encuentro

Teniendo en cuenta que la ley de Educación Nacional Nº 26.206 prevé en la estructura del sistema educativo la modalidad Educación en Contextos de Privación de Libertad, los docentes evaluaron la importancia de "propiciar una instancia conjunta de reflexión entre los actores de las escuelas carcelarias de la provincia".

Se han planteado compartir el estado de situación de la educación en los contextos de encierro, identificar las principales potencialidades, obstáculos y dificultades de las escuelas carcelarias santafesinas; y consensuar líneas de acción y construir una agenda de trabajo compartida entre los participantes.

"El objetivo prioritario es construir una agenda de trabajo, en función de las necesidades surgidas para actuar en consecuencia", precisó Peralta.

Al respecto, indicó que tales necesidades "siempre son las mismas": una titulación específica, porque no tenemos ninguna instancia de formación específica a nivel provincial, esto no existe".

Peralta evaluó que esta situación de orfandad tiene relación con "una falta de compromiso por parte de las autoridades del Ministerio de Educación. No sabemos quién está trabajando, concretamente, en políticas de educación en contextos de encierro. Porque quienes estamos en esto, no los conocemos".

Cuando la sanción es dejar de estudiar

Otro aspecto recurrente es la cantidad de situaciones que surgen en el día a día con el servicio penitenciario, como por ejemplo, la necesidad de sostener acuerdos entre ambas instituciones con independencia del cambio de autoridades. "Adentro, todo depende del estado de ánimo del jefe de turno", indicó Peralta.

"Hoy hay muy pocos chicos, porque están sancionados casi la mitad. La penitencia también implica no venir a la escuela. Ellos manejan un criterio de seguridad, y nosotros manejamos un criterio educativo -comentó la docente-. Si uno tiene un hijo que se porta mal, la penitencia no consiste en impedirle ir a la escuela. Sin embargo acá es así".

En el pabellón juvenil de la cárcel de Las Flores hay 30 chicos en condiciones de ir a la escuela, de carácter obligatorio para quienes no tienen el primario completo.

Es la única escuela de provincia que atiende a menores de 16 a 18 años, detenidos. Allí se desempeñan dos docentes por la mañana y dos por la tarde, de EGB 1 y 2, dos maestros de taller y un profesor de educación física.

Del total de los alumnos, sólo la mitad tiene el nivel primario finalizado; otros sólo el primer ciclo, mientras que otros son semi-analfabetos.

Comportamiento: sobresaliente

"En la escuela no hay problemas de conductas", insistió la docente. A pesar de las razones por las cuales los jóvenes llegaron a la cárcel, y de las rencillas que con frecuencia se producen en el pabellón donde se alojan, la escuela parece constituir un espacio diferente: paradójicamente, de respeto a las normas.

Peralta admite que la presencia del celador del servicio (cuya función es evitar que los chicos no se escapen y velar por la seguridad de los docentes) contribuye a que no se produzcan problemas mayores. Sin embargo, todos van a la escuela, incluso para los que no es obligatoria.

"La situación es más conflictiva en las instituciones que funcionan dentro de los penales. A pesar de todo, queremos conservar la dependencia del Ministerio de Educación", concluyó la docente.

Escuelas santafesinas

en contexto de encierro: en la Unidad Penal N° 2 de las Flores, hay 3 tres: primaria para menores, primaria para adultos y un Empa. En Rosario, hay una primaria para adultos y un Empa. En la cárcel de Coronda, hay una primaria para adultos y un Empa. En la Unidad Penal N° 4 de Mujeres de Santa Fe, hay una sola docente que da clases en nivel primario; el Empa de la Unidad 2 absorberá esta población. En la localidad santafesina de Felicia hay una escuela.

Del estigma al enigma

En un artículo escrito por Verónica Arias, psicopedagoga de escuela N° 2104, al cumplirse los 16 años de la institución, destaca: "En una institución donde se ven los efectos de la marginación, de la exclusión social y de una subjetividad arrasada, esta escuela se propone no sólo como un espacio para el aprendizaje sino también como un lugar para el encuentro y el acompañamiento de los alumnos en un momento tan complejo y difícil de sus vidas".

"Dada su situación particular, en algún momento surge el planteo, no sólo acerca del sentido de la tarea docente en estos contextos de encierro, sino también sobre los alcances y limitaciones de la misma", explica.

"En el imaginario colectivo, circula cierta creencia de que el personal docente debe ayudar a estos adolescentes a cambiar, a rehabilitarse. Pero es claro que la labor educativa no es terapéutica, además cada individuo ingresa con una historia vivida y su paso por la escuela quizás no alcance para revertirla", argumentó.

Arias entiende que "son muy pocos los que logran dimensionar y/o reconocer la importancia del rol docente en este tipo de contexto. Generalmente, la valoración queda circunscripta al `coraje' que tienen los docentes por animarse a lidiar con todo lo que connota la cuestión carcelaria: rejas, controles, guardias, etc.".

Advierte sobre la importancia de poder trascender dicha mirada para no perder de vista que la labor docente allí no sólo tiene que ver con la transmisión de un saber disciplinar sino también, y principalmente, con estimular la expresión, la participación y la confianza en las capacidades de los alumnos; recuperar su dignidad de ciudadanos con derechos y obligaciones; propiciar su rehabilitación, colaborando con el Equipo Técnico de Profesionales del Pabellón Juvenil; resignificar el valor del trabajo y habilitar la búsqueda de un proyecto personal que propicie su inclusión social.