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La comunidad santafesina tendrá la posibilidad de acceder, desde este viernes en el MAC, Bv. Gálvez 1578, a obras que desde ahora integran la colección del museo.
En un gesto inédito, León Ferrari decidió, a fines del año pasado, donar 183 de sus creaciones a la institución. Los trabajos están divididos en cuatro series: "Nosotros no sabíamos" (43 obras), "L'osservatore romano" (67), "Nunca más" (46) y "Heliografías" (25). Esta última no se expondrá en esta oportunidad, debido a que las dimensiones del edificio no lo permiten.
La primera y tercera series abarcan fotocollages. La segunda está formada por cuadros en impresión láser. Todos los trabajos fueron puestos en valor como obras del patrimonio museológico.
"Es una muestra con características muy fuertes, muy crueles, trágicas, donde se entrecruza el poder político-militar con el eclesiástico. El artista combina un inventario múltiple de imágenes publicadas de los horrores cometidos, que en una suerte de revelación histórica se tornan impresiones agudas y profundas de carácter político. Éstas son las huellas, los registros recopilados, que encontró León Ferrari para manifestarse. Unidas, aliadas y en su conjunto, integran un desgraciado sinnúmero de tragedias a las que fueron sometidos hombres, mujeres y niños de nuestro país", explica Stella Arber, directora del MAC.
Como fecha de cierre se eligió un día clave: el 24 de marzo. A fines de febrero se realizará un acto de reflexión, al que se convocará a participar a distintas personalidades que puedan aportar su impresión sobre la obra de Ferrari, no sólo desde el punto de vista estético, sino también político. Ésa será la instancia formal de inauguración.
"Es la primera vez que una muestra permanece expuesta durante dos meses. Y esto obedece a varios motivos: la magnitud de la donación, la personalidad del artista, y la posibilidad de que vengan personas de zonas aledañas", consiga Arber.
"Tendremos oportunidad de ver magistrales composiciones visuales, que mezclan la crónica de un período histórico, con grabados antiguos de grandes artistas, imágenes que no eluden, en sus compaginadas estructuras, la manifestación constante de la contradicción entre los dichos y los hechos. En ellos, León Ferrari nos relata visualmente la vinculación del poder político y eclesiástico con el proceso militar en la Argentina", indica la directora.
La entrega se concretó en noviembre, cuando Arber viajó a Buenos Aires a entrevistarse con el artista con el fin de traer a Santa Fe algunos trabajos para exponer. Entre su objetivo y el resultado final, hubo una distancia extraordinaria.
"No sé bien cuáles fueron los factores que incidieron. Comencé a escribirme con él el año pasado, después de las experiencias que habíamos tenido con Antonio Berni y con Carmelo Arden Quin, que resultaron altamente positivas. Esto fue antes de que él ganara el León de Oro en la Bienal de Venecia (ver Nota Relacionada)", cuenta la directora.
"Cuando llegué a su casa-estudio, me preguntó si le tenía miedo a los muertos. Le contesté que le tenía más temor a los vivos. Y me invitó a pasar", recuerda.
La pregunta no era caprichosa: en una de las salas se repartían esqueletos humanos, algunos enteros y otros desarmados; cucarachas, serpientes, ratas y escorpiones. "Todo era de acrílico, pero las reproducciones eran perfectas. Mientras charlamos, él siguió trabajando en eso", explica Arber.
Ferrari tenía referencias del museo a través de su amigo, el ya fallecido Carlos Gorriarena, quien le habló del tratamiento que había recibido su obra en el MAC en ocasión de la exposición realizada en 2006. "Supongo que eso habrá influido en su decisión", afirma.
La visita duró tres horas. Andrea Giunta, directora del Área de Investigaciones del Centro Cultural Recoleta, y Liliana Piñeyro, titular del Centro Cultural, intervinieron en la recorrida por las tres plantas, llenas de obras. Ellas son quienes manejan y curan la obra de Ferrari.
"Pude ver trabajos que nunca fueron expuestos, y otros que sí. Otros que había visto en los libros; otros, emblemáticos, que están destrozados", cuenta la directora. Cuando bajaron, él las esperaba con unas carpetas en la mano. "Esto es patrimonio del museo", le dijo a Arber, mientras firmaba.
La generosidad del artista superó las expectativas. "Ferrari tiene hasta connotaciones de mito, porque aborda cuestiones que tienen que ver con lo filosófico, sociológico, religioso, político. A otros museos del mundo les donó diez, doce obras. Nunca pensé que íbamos a recibir una donación, y mucho menos de esta magnitud", resume.
"León Ferrari lleva más de 50 años trabajando con planteos estéticos diversos. Expresa sus ideas desde lo artístico: que a veces sean esculturas o instalaciones, pinturas, fotocollages o impresiones láser, es aleatorio", explica la directora.
La muestra cuenta con una doble curación: la primera, de Andrea Giunta y Liliana Piñeyro; la segunda, de Stella Arber, que hizo un recorte específico para esta oportunidad.
"No podremos pasar frente a estas obras como si recorriéramos una muestra más, ya que cada uno de nosotros tiene a su vez, un registro adquirido, grabado en la memoria individual y trazado en el entramado colectivo, de todos los sucesos que nos muestran. León Ferrari se empeña en recordar, denominar, garantizar el recuerdo y dejar por sentado exactamente, cuándo fue que la naturaleza humana dejó ver su rostro más oscuro", sostiene.
"El artista lo expone, lo declara en cada una de sus obras, así la trama se despliega con toda su fuerza brutal y con la ferocidad de su salvajismo implícito. Podemos decir que desde aquellos fotógrafos que registraron y el artista que realizó sus obras sobre lo actuado, se ha mostrado la verdad, se ha hecho memoria y se ha realizado desde aquí, un humilde acto de justicia".
A modo de presentación de la muestra, Arber manifestó que "a través del tiempo, la facultad de la memoria condujo a los hombres a preguntarse si existía manera de preservar del olvido ciertos acontecimientos; si no habría además de ellos, otros ojos observando y registrando los hechos, que de no ser así quedarían sin atestiguar".
"La memoria entraña cierto acto de redención: lo que se recuerda ha sido salvado de la nada. Lo que se olvida ha sido abandonado y ha quedado en la nada. Podemos decir entonces que, cuando algo es rememorado a través del relato verbal o del registro visual, se echa luz sobre lo sucedido, ya que es transmitido tal cual fue visto y vivido. Es decir, que hubo un ojo que vio y registró en forma instantánea, (por ejemplo, a través de una fotografía) y así dio lugar, ya fuera del tiempo real, a producir su evocación perpetua, y realizar de este modo un anclaje histórico de lo acontecido. Al transformarlo en presente permanente, se produce inmediatamente el acto de la certeza, de la exactitud, es decir se enfrenta uno a la verdad".
"Recogidos los hechos, ingresan al pasado, discurren en el tiempo, para permanecer así en el lugar de lo ya acontecido, y como la realidad proporciona un gran número de sucesos que también tendrán su lugar en el ojo del que registra, se deberá apelar a un cúmulo de imágenes, a un archivo de interminable sucesión de apariciones continuas, que desde el advenimiento de la fotografía se ha hecho posible y no tiene fin".
"El fotocollage resume en su representación la trama de un relato contado con imágenes recortadas, parceladas y luego ensambladas, con el solo fin de re-crear una visión comprensible al espectador.
"Dicha reunión de imágenes posee un significado, representa una idea, nos cuenta una historia y despliega en su representación simbólica, una cantidad de información real (para que puntualmente localicemos de qué se trata), más el desarrollo creativo personal del artista, que se atreve a intervenir sobre los hechos.
"La muestra de León Ferrari está resuelta técnicamente de este modo, y nos demuestra que el fotocollage es un instrumento visual con carácter político, que se convierte en un documento de acción, en una herramienta para la manifestación de opiniones, para hacer trascender sus ideas".
Nació en Buenos Aires en 1920. El New York Times lo definió como uno de los cinco artistas plásticos vivos más provocadores e importantes.
Su obra artística comenzó en 1954, con unas esculturas de cerámica. Un año después incorporaba otros elementos: yeso, cemento, madera y alambres de acero inoxidable.
En 1976 recopiló un grupo de noticias sobre la represión de la dictadura militar que publicó con el título de "Nosotros no sabíamos", frase que una parte de la ciudadanía argentina utilizó frente a las pruebas de la tortura y de los centros de detención de la dictadura. Ese año, dejó el país por razones políticas y se radicó en San Pablo, Brasil.
En 1983 retomó el tema político-religioso con collages e ilustraciones para la Biblia, en los que suma la iconografía católica, la erótica oriental e imágenes contemporáneas.
Desde 1991 reside en Buenos Aires, donde continúa haciendo arte contra la represión del poder y de la religión.
En 2000 expuso en el Instituto de Cooperación Iberoamericana una muestra, titulada "Infiernos e idolatrías", contra las torturas, humanas y divinas, que originó una respuesta de grupos católicos que rezaron el rosario en las puertas del lugar y arrojaron una granada de gases lacrimógenos en su interior.
En 2004 se presenta una retrospectiva de su obra en el Centro Cultural Recoleta que provoca intensos debates y agresiones por parte de La Iglesia, rotura de obras, clausura y reapertura de la exposición.
En octubre de 2007 fue elegido mejor artista en la 52° Bienal Internacional de Arte de Venecia, donde se le otorgó el "León de Oro".
La muestra
se puede visitar desde mañana, de martes a viernes de 9 a 13 y de 16 a 20; sábados y domingos de 16 a 20.