El libro "Los mitos de la ciencia", del matemático y periodista científico Leonardo Moledo, relata los caminos por los cuales avanzó el saber en la historia: "de mito en mito". Propone el bar como lugar apto para conversar acerca del tema y recomienda devorarse una tras otra las manzanas del conocimiento.
Es una versión que estaba faltando sobre la ciencia, la de que la investigación científica se hace como se puede, la que reivindica a aquellos que creyeron ciertas cosas de lo más inverosímiles y terminaron haciendo aportes trascendentales.
"La ciencia está no para ser enseñada sino contada, porque nace en la conversación y en la comunicación, no en el laboratorio", dice Moledo en un reportaje con Télam que transcurre en el café La Orquídea, ambiente del barrio porteño de Almagro que abriga la charla de los personajes del libro editado por Planeta.
El autor sostiene que el ámbito científico no afianza la idea de la ciencia como relato porque concibe el avance como un camino recto. "Por eso el libro transcurre en un café y al cuento lo cuenta el comisario inspector, un policía que da clases de Metafísica en la universidad, con gente alrededor, que hace acotaciones", reconstruye.
"El laboratorio es un invento de los alquimistas que controlan un espacio cerrado y explica en gran parte el fracaso de la educación científica en los secundarios, porque los chicos creen que la ciencia funciona dentro del colegio, en una especie de espacio sagrado en el que las leyes están destiladas, y no afuera, en la calle".
El comisario inspector tiene una teoría muy especial, que sostiene que la sociedad occidental nació con un delito, que es comerse la manzana, y esa manzana es el conocimiento.
Para redimirse del delito de conocer -el pecado en su forma más pura-, él postula que hay que seguir comiendo, devorando una tras otra las manzanas del conocimiento.
"Adán, que es un timorato estúpido, tiene miedo de conocer, pero Eva, que es más inteligente y decidida, está harta de lo bucólico y quiere saber... ¿por qué no puedo comer de eso?", propone Moledo.
Apelando a lo aprendido de sus conversaciones con el comisario inspector, el autor sostiene que "estamos condenados al conocimiento, a probar permanentemente esa manzana, la de Eva, la de Newton, la de Guillermo Tell, las manzanas que han estado en la historia todo el tiempo.
"La de Tell nació con la exactitud de la ciencia moderna; la de Newton responde a la gloriosa ley de la gravedad, que le permitió tomar las riendas del mundo; es la misma manzana de Eva: una continuidad en el deseo de conocer".
El café de Francisco Acuña, de Figueroa y Corrientes, propició el agregado de poesías, canciones y alguna que otra loa a los mitos de la Tierra Plana y el Diluvio Universal; las sustancias que nunca existieron, como el alcahesto y el flogisto; las ciencias esotéricas, las tierras incógnitas, los extraterrestres y la brujería.
Como los anteriores libros de Moledo ("De las tortugas a las estrellas", "Diez teorías que conmovieron al mundo", "Dioses y demonios en el átomo", y otros), "Los mitos de la ciencia" es ameno para relatar los vericuetos del pensamiento científico, clausurados por el dogma de que la ciencia es siempre exacta.
Suma también textos inhallables en la actualidad, como un pasaje del Diccionario Filosófico de Voltaire, de 1764, que introduce el capítulo dedicado al mito de la astrología.
El mito es un relato popular o literario en el que intervienen seres sobrehumanos y se desarrollan acciones imaginarias que trasponen acontecimientos históricos, reales o deseados, o en las que se proyectan ciertos complejos individuales o estructuras subyacentes a las relaciones familiares o sociales.
"El mito es una historia que no se hace solamente tubo de ensayo, ecuación, teoría, ley, sino representación, conversación, palabra, actuación en el escenario siempre cambiante que nos provee de artefactos y discursos", dice Moledo.
"El camino que uno toma para investigar es muchas veces azaroso, se prueba una cosa, se prueba otra, y así avanza la ciencia en general, de mito en mito". Como el flogisto, supuesto sostén y agente de la combustión, que no existía, pero ayudó a que la química se constituyera sobre ese error.
"Copérnico, mi preferido, quien tomó el camino equivocado por mala suerte o porque los prejuicios de la época no daban para otra cosa, y él se daba cuenta... Pero así se construye, sobre los errores, y se ayuda a que otro tome el camino acertado", reivindica el autor.
O como el mito del Gran Océano, que había cubierto el planeta y luego retirado, "que es una teoría hermosa que tiene el defecto de ser falsa, pero que sirvió para que la Geología se estableciera y se clasificaran las rocas durante los treinta años en los que fue un artículo de fe".
Matemático formado en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, docente de la Universidad de Quilmes y director del suplemento de ciencia Futuro, del diario Página/12, Moledo dice que el saber científico no es como lo concibe la divulgación estándar y polemiza con la creencia de que "la difusión de la ciencia tiene que ser la difusión de la verdad.
"A veces, es cierto y, a veces, no. Hay temas que se ponen de moda, como los microorganismos, que a partir de haber sido descubiertos por Luis Pasteur pasan a considerarse la explicación para todas las enfermedades; así como ahora `todo' tiene origen genético".
El mito siempre está presente y va reapareciendo por cualquier grieta, hasta en el año 2000, cuando el vaticinio fue "que se iban a caer las computadoras, el mundo y los aviones.
"El espíritu humano tiene, por suerte, inventiva, y sobre los conocimientos construye su imaginería.
"Los viejos dioses andan todavía por ahí, transformados en fuerzas, y hay que tener en cuenta que tan sólo quinientos años atrás todavía se pensaba que la Tierra era el centro del universo: no es fácil elaborar culturalmente todo eso Hay, incluso, quienes se preguntan si no habrá terminado la ciencia", puntualiza.
"Por cierto, ciertas disciplinas científicas como la Cartografía están terminadas porque no hay ya territorio nuevo por descubrir. Por ahí, la Física también ya se terminó: eso es lo lindo, que no lo sabemos".
Télam - El Litoral