Mariela Goy
En su último trabajo sobre la escuela y sus comunidades, la especialista Silvia Duschatzky habla de los "maestros errantes". Una figura que intenta explicar que estar hoy en la escuela -como en el mundo- es estar expuesto a lo imprevisto, a un alumnado con demandas nuevas, a la falta de un Estado garante. En esos contextos, les propone a los docentes "tornarse investigadores", no en el sentido de investigador académico, sino "como alguien que se haga preguntas, que experimente, que genere ideas y conceptos propios".
Duschatzky es licenciada en Ciencias de la Educación, egresada de la Universidad de Buenos Aires y magíster en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad de San Martín. También es investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y explora desde hace años el territorio escolar y sus protagonistas.
El pasado 7 de mayo dictó una conferencia en el marco del ciclo "Pensar los sentidos de la formación docente hoy", que organiza la Escuela Normal Superior Nº 32 General San Martín. Minutos antes de su exposición ante un masivo público de maestros, profesores y estudiantes de los institutos de formación docente, Duschatzky conversó con El Litoral sobre la escuela, los alumnos y el rol del maestro.
-¿Tiene el docente herramientas para saber leer esos signos, para cambiar sobre la marcha lo que había preparado para la clase y que quizá ese día no va a funcionar? ¿Está capacitado para eso?
-Capacitado no hay nadie. Justamente como se trata de cambios permanentes, no hay alguien que sepa y que guarde ese saber encerrado en algún lugar o que se pueda capacitar a un docente en un profesorado sobre algo que después, cuando llegue a la escuela, va a ser otra cosa. Lo que no hay -tal vez- son dispositivos que permitan pensar estas formas novedosas y al mismo tiempo desruptivas de estar en el mundo. Pero diría que no hay docentes ni especialistas que sepan sobre esto; en todo caso, lo que hay es mayor o menor disposición para poder pensar la cuestión como un "exceso de la realidad", como algo que se nos cae, como algo que no puede comprenderse en nuestras formas históricas de entender el mundo.
Es necesario ver de qué manera creamos en las instituciones formatos, equipos o espacios para poder pensar, para poder extraer los signos de estos nuevos tiempos, de estos nuevos modos de "estar en el aula", de conectarse con los otros, de relacionarse con el mundo, y que esa adrenalina de los pibes pueda ser tomada y aprovechada, no desviada.
-Sin embargo, en las escuelas más que docentes con deseo, uno encuentra maestros sin ánimo, cansados, que se sienten solos.
-La fatiga, la desolación, el desasosiego, la sobrecarga sobrevienen cuando vivimos la realidad como un "déficit", es decir esto que ocurre no debería ocurrir y yo me encapricho porque no debería ocurrir. Entonces cuando me conecto con algo que, según mis apreciaciones, no debería ocurrir, se me torna en fatiga, porque agoto todo lo que tengo y no pasa nada, se me torna resentimiento y soledad. Si en cambio me enfrento con una situación que no conozco y la concibo como un desafío para aprender nuevas formas de estar con los otros y nuevas formas de existencia, y la entiendo como una oportunidad para cambiar y crear condiciones más vitales de aprendizaje y -al mismo tiempo- armo un equipo de interlocutores; entonces la fatiga se convertirá en ese cansancio interesante, que uno siente cuando está haciendo algo que vuelve como experiencia.