Prensa UCSF - El Litoral
ÄUno de los temas que ha ganado espacio en los medios de comunicación es la violencia escolar. ¿Esta es una novedad o un fenómeno mediático?
ÄEntendida como un daño al otro siempre ha existido en la escuela. Tal vez lo que cambió es su formato. En las últimas investigaciones hemos analizado la violencia física directa, pero advertimos que lo que ha crecido es la violencia indirecta, la que no ve el docente. El formato más peligroso tiene que ver con el hostigamiento, con los hechos repetidos en el tiempo, lo que nosotros llamamos "acoso escolar".
Ä¿Qué sucede en estas situaciones?ÄEl chico que sufre violencia de sus compañeros y que no tiene todas las habilidades para enfrentar al victimario se derrumba. Por eso nos encontramos con chicos que bajan su rendimiento y su autoestima, o que dejan el colegio; incluso pueden llegar a tener reacciones imprevisibles, como llevar un arma para tomar revancha contra sus compañeros, u otros que intentan suicidarse. Lo peor de todo es que los chicos no denuncian lo que les está pasando, ni siquiera a sus padres. Estos formatos de violencia no los teníamos registrados hace 10 años. Ä¿Cómo abordar esta problemática?ÄTenemos que trabajar muchos aspectos, sobre todo lo relacionado con la prevención primaria y la capacitación de los docentes para que puedan hacer una buena lectura de lo que está pasando. Otro aspecto que nos llamó la atención es dónde se producen los hechos de violencia: los chicos dijeron que, en primer lugar, en el recreo, y en segundo lugar en el aula. La violencia indirecta se da en este espacio y los docentes no lo ven porque no han sido capacitados para ello.Ä¿Es posible educar a un joven que ejerce violencia si percibe o convive con adultos violentos?
ÄEste el modelo más perverso. Lo que vivimos hoy es un desencuentro entre la familia y la escuela. Todo esto tiene que ver con la autoridad, entendida como aquel que defiende valores con idoneidad. El tema es que si yo como padre desautorizo al docente, el alumno deja de verlo como autoridad y se genera una pérdida de respeto. Nos encontramos con un cambio de términos en los últimos años: de aquellos padres que iban a la escuela a preguntar cómo andaban los hijos, a hoy, donde preguntan "qué le están haciendo a mi hijo". Esto muestra un cambio profundo en la relación entre la familia y la escuela.
Ä¿Cómo debería actuar el docente?ÄFalta una normativa con respecto a qué es lo que tiene que hacer cada uno cuando se encuentra ante acontecimientos de violencia, que nada tienen que ver con el proceso de enseñanza-aprendizaje. Muchos docentes viven asustados porque no saben cómo proceder. En el caso de las armas no saben si tienen que llamar a la policía, al juez, a la familia, o tienen que resolver ellos el problema: esto inhibe una respuesta idónea. Y no saben o no tienen en claro que son funcionarios: la sola sospecha implica la obligación de denunciar. Es una prioridad que cada provincia cuente con un reglamento, manual de procedimiento o protocolo de actuación.Ä¿Cuál es el rol de los medios en esta situación? ÄEn muchos casos, han actuado bastante mal. Nosotros llevamos más de 10 años tratando de clasificar el fenómeno, ver en qué ámbito se produce, cómo se comunica, y a veces los medios mezclan todo: confunden violencia con acoso cuando son fenómenos distintos, o lo mezclan con la ciberviolencia o el ciberacoso escolar.
Castro Santander
es Lic. en Gestión Educativa (Universidad del Aconcagua - Argentina) y especialista en Gestión de la Convivencia Social y Escolar. Es profesor de la Universidad Católica Argentina, asesor general escolar de instituciones en todos sus niveles de educación; también coordinador general del "Observatorio de la Convivencia Escolar" (Área Investigaciones, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Católica Argentina). Fue expositor en numerosos congresos, seminarios, jornadas y talleres nacionales e internacionales, y autor de varios artículos y libros relacionados en la materia.