Cuando esa "La realidad bordada en la memoria" no es sino la tradición desamparada de todo aparato cultural, entonces el poema acciona como sostén de aquello que cae y se deshilacha. La construcción de lo efímero, el caserío asediado por el volcán, el terremoto, el río, enraizado con la Salta natal va narrando ese "revoque de la historia". Y así la sección uno del poemario "El caserío", con un sonido contundente que nos rememora la primera poesía ÄmedidaÄ (ya que luego se desmadró hasta el infinito) del gran Manuel J. Castilla constata lo inmemorial.
En la sección dos, "Epopeya trunca" en el poema "Los derrotados" nos manifiesta que "La brújula marcaba el Occidente / y los peces se ahogaron en la tierra". Un puñado de poemas, por momentos herméticos, que se nutre de imágenes selváticas y un "Comandante", así en mayúscula, por el que todos lloraban.
Otros poemas, parte tres, pinturas de la brevedad, como el poema "baldosa" conciertan mundos, bien cantados como decíamos antes, no buscan el brillo de la palabra sino su sabio ascetismo, si es cierto que su dispersión temática muchas veces hace perder intensidad a la lectura, valoran, como diría Edgar Bayley, esa "infinita riqueza abandonada". Y ciertamente, ¿qué otra cosa es la poesía?
Para más datos, Carlos Juárez Aldazábal es muy joven (Salta, 1974) y de su libro dice Alberto Szpunberg "Donde la poesía rearma los restos, donde reconstruye el mundo, allí, entre una y otra orilla, entre el silencio y la palabra, allí, en ese comienzo donde la piedra es verbo ¿nos atreveremos a nacer? El poeta nos tiende su libro como una mano abierta".