Educación: EDUC-01
Mario Albornoz, investigador del Conicet
"Nuestro sistema científico tiene potencialidades no aprovechadas"
Mario Albornoz sostiene que la Argentina no tiene que imitar ningún modelo extranjero porque la política científica "tiene que ver con la historia, la cultura y los problemas de las sociedades". Foto: Flavio Raina.

La ciencia argentina tiene buen nivel pero falta que las empresas y la sociedad utilicen mejor el conocimiento que se genera en los laboratorios. La escasa inversión privada en el sector es un rasgo que contrasta con lo que sucede en países del primer mundo.

Invitado por la Bolsa de Comercio de Santa Fe y la Cámara de Sociedades Anónimas, el investigador del Conicet Mario Albornoz disertó en nuestra ciudad sobre el rol de la ciencia en la era posindustrial, la centralidad que tiene la investigación para el desarrollo humano y los actores que deben contemplarse en la definición de una política científica y tecnológica.

En diálogo con El Litoral, ofreció un panorama del sistema científico argentino, remarcó la importancia de aumentar y federalizar más la inversión en ciencia y tecnología, alertó sobre el escaso aprovechamiento que hace la sociedad de la ciencia y puso el acento en la necesidad de fortalecer los vínculos con el sector productivo.

"El nuestro es un sistema científico con potencialidades no utilizadas, que ha aprendido a sobrevivir en la adversidad, que ha mejorado la calidad de su producción a pesar de que ha pasado por situaciones muy críticas y que todavía sigue convocando a los jóvenes en la medida que pueda generar oportunidades salariales. Pero no está suficientemente vinculado con otros sectores de la sociedad como el productivo y eso no es culpa del sistema científico. Esta es una sociedad que todavía no se ha decidido a usar la ciencia para su propio desarrollo", sostuvo Albornoz.

El director del Centro Argentino de Información Científica y Tecnológica afirma que en el país es pobre la utilización social de los conocimientos. "Es baja cuando uno mide las patentes que se generan, la cantidad de contratos de vinculación entre el sector científico y las empresas y cuando uno mira algunos problemas materiales en donde el conocimiento científico no es suficientemente utilizado para resolverlos", evaluó Albornoz.

Inversión

El país invierte casi un 0,5% del Producto Bruto Interno en ciencia y tecnología, una cifra inferior a la que destinan Brasil y Chile y muy por debajo de los países más desarrollados. Según los últimos datos disponibles, Japón invierte el 3,13% de su PBI; Estados Unidos, 2,66% y Canadá, 1,98%.

En 2005, el 40,1% de la inversión mundial en investigación y desarrollo correspondía a América del Norte, el 29,4% a Europa, el 27% a Asia, el 1,6% a Oceanía, igual porcentaje a América latina y el Caribe y un 0,3% al continente africano.

El impacto que tienen estos números en la calidad de vida es palpable. En una tabla de doble eje, Albornoz cruzó los porcentajes de inversión en ciencia y tecnología y el índice de desarrollo humano que elabora la Organización de las Naciones Unidas.

"Hay un cuadrante óptimo donde ambas variables tienen un sentido positivo; es decir, alta inversión y alto nivel de desarrollo humano. Aquí están Japón, Corea, Estados Unidos, Francia, Canadá y el Reino Unido pero no encontramos ni un solo país iberoamericano", ejemplificó Albornoz.

"Hay otro conjunto más pequeño de países con alto nivel de desarrollo humano pero con bajo nivel relativo de inversión en I+D. Allí están España, Irlanda y Portugal y ninguno de Latinoamérica. Todos los países de América Latina están en el peor cuadrante que expresa bajo nivel de desarrollo humano y de inversión en ciencia y tecnología", comentó Albornoz.

Y si un dato faltaba para ratificar la incidencia que tiene la ciencia en el progreso de la sociedad es el cuadrante vacío que cruza los índices de alta inversión en I+D y bajo desarrollo humano.

"El problema más grave como rasgo de la pintura de amenazas del sistema argentino y latinoamericano, en general, no es tanto la baja inversión o la escasez de recursos humanos sino la desarticulación del sistema. Está más bien formado por islas que no están lo suficientemente conectadas entre sí, desvinculado además de las demandas sociales y débilmente integrado a nivel regional", afirmó el investigador.

Límites al desarrollo

La inversión en ciencia y tecnología en la Argentina "no es suficiente", pero "se nota una mejoría y un aumento sostenido" luego de los años críticos de 2001 y 2002.

No obstante, los recursos siguen siendo acotados y las dificultades se manifiestan en distintos planos. Los salarios de investigadores y tecnólogos no son atractivos y las dificultades para sostener una estructura tecnológica fuerte con baja inversión es una tarea ardua.

En la Argentina, el Estado es el principal sostén económico de las actividades científicas y aporta el 69% de la inversión. En el otro extremo se ubica Estados Unidos donde el gobierno financia el 37% y el sector privado se hace cargo del resto. "Las empresas argentinas se muestran menos sensibles a la inversión en ciencia y tecnología en términos relativos que la de otros países latinoamericanos o americanos. El 63 % de la inversión norteamericana proviene de las empresas, en España prácticamente la mitad, en Chile el 45%, en México el 41%, en Brasil el 39% y en la Argentina menos de la tercera parte", ilustró Albornoz, quien sostiene que la inversión es baja en el país sobre todo por la escasa participación del sector privado.

Al hablar de responsabilidades, el investigador elige un tono moderado y carga peso sobre ambos lados de la balanza. "Las empresas argentinas evidentemente invierten poco y son poco innovadoras pero no deben ser culpabilizadas por eso porque el país probablemente no ha ofrecido las condiciones necesarias para que invirtieran en mayor proporción", sostuvo Albornoz.

Puntos a favor

No todas son malas noticias para el sistema científico argentino. El número de investigadores creció en el último lustro, aumentó en forma sostenida la inversión luego de la crisis y se crearon oportunidades para ingresar al Conicet.

Durante los últimos cuatro años, el organismo otorgó 1.500 becas cada 12 meses. "Esto es un esfuerzo fantástico que, entre otras cosas, ha tenido que ver en que disminuyera la emigración. Muchos de los jóvenes que se iban del país en 2001 y 2002 ahora se quedan porque encuentran oportunidades", dijo Albornoz.

La "prueba de fuego" será dentro de un par de años cuando terminen los doctorados y salgan al mercado a buscar trabajo.

"La única posibilidad de que esta estrategia sea estable a largo plazo es que se multipliquen las oportunidades de empleo para los jóvenes con alto nivel de formación y esto no se le puede pedir al Estado. Es cierto que las universidades tienen todavía que incorporar muchos docentes con dedicación exclusiva y con doctorados, que los organismos de investigación tienen que ser reforzados pero de ninguna manera puede el Estado formar gente para que sus propias instituciones los absorban. Esto cierra si el sector privado empieza a demandar personas con alto nivel de formación y genera empleos para esos científicos y profesionales", afirmó.

Copiar no es bueno

Albornoz tiene una valoración positiva de nuestro sistema científico. "Está vivo, se esmera por producir conocimiento de buena calidad, trata de ser competitivo internacionalmente y está muy fuertemente vinculado a grupos pertenecientes a otros sistemas científicos", destacó, tras mencionar que el número de publicaciones argentinas en bases internacionales creció significativamente en los últimos años.

No obstante, cree que los salarios de los investigadores y tecnólogos deben aumentar, que hay que destinar fondos para "fortalecer ciertos centros científicos y distribuirlos a lo largo de todo el país. La inversión en ciencia y tecnología tiene que ser más federal y hay que hacer infraestructura científica potente en el interior", aseguró.

"Si uno mira la distribución de las universidades, los investigadores y los centros del Conicet y la cantidad de proyectos de investigación que se financian hay un factor de concentración hacia la pampa húmeda y hacia Buenos Aires que es muy fuerte", afirmó Albornoz.

Esta situación impacta en las oportunidades de desarrollo de algunas regiones del país. "No en todas las regiones existen núcleos con capacidad científica adecuada para garantizar una buena formación universitaria, un buen relevamiento de los problemas científicos y tecnológicos que merecen atención y la generación de conocimiento que pueda dar respuesta a esa necesidad".

Consultado sobre qué modelo de sistema científico debe imitar la Argentina, Albornoz fue contundente: ninguno.

"Investigar es una actividad que dada ciertas condiciones es igual aquí y en cualquier parte del mundo. La política científica tiene que ver con la historia, la cultura y los problemas de las sociedades y la ciencia juega un papel en este entramado social concreto. Eso es irrepetible tanto en término de problemas como de oportunidades", afirmó.

Para el investigador una política de Estado para la ciencia no es autónoma sino que forma parte de una política global que incluye una política productiva y una social, que debe estar basada en "una lectura cuidadosa de las capacidades disponibles, las oportunidades que se abren al país y también las amenazas que deben ser tomadas en cuenta. El ejemplo a seguir es el de aquellos países que hicieron una lectura de su situación y obraron en consecuencia", concluyó.

María Sol Pogliani - [email protected]