Eduardo Duhalde admitió en declaraciones públicas que el peronismo fue el responsable directo del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. La noticia impactó a la opinión pública por varias razones. En principio, porque por primera vez desde el propio peronismo se admitía la responsabilidad en el quiebre institucional de entonces. En segundo lugar, porque estas declaraciones se contradicen con el discurso del actual gobierno peronista que sigue imputando la responsabilidad a los denominados grupos económicos.
El debate sobre el pasado siempre se renueva, como bien saben los historiadores. La búsqueda de la verdad nunca tiene un resultado definitivo. Los procesos de conocimiento suelen estar contaminados por los intereses y los prejuicios. El riesgo de las manipulaciones está siempre presente.
La interpretación de los acontecimientos históricos no puede reducirse a una sola variable teórica. No hay una sola causa explicativa, pero tampoco se puede aceptar la indiferenciación de las causas. Los grandes acontecimientos históricos suelen involucrar a toda una comunidad. El punto de vista del historiador puede privilegiar uno u otro, pero siempre es importante dejar establecida la complejidad de los procesos. No se debe olvidar que se estudian acontecimientos sociales en los que los protagonistas interactúan y promueven modificaciones más o menos importantes.
Lo ocurrido el 24 de marzo de 1976 fue la resultante de una crisis en la que intervinieron diferentes actores sociales y políticos. Desde el punto de vista de la gobernabilidad, no cabe duda sobre la responsabilidad del gobierno peronista de entonces. El culto a la violencia, la guerra de todos contra todos, la incompetencia manifiesta para afrontar las tareas económicas e institucionales, fueron minando la credibilidad del gobierno y profundizando la anomia social. En ese contexto, la ineptitud de la presidenta Isabel Martínez influyó, pero es difícil establecer hasta dónde esa influencia fue decisiva. Como también lo es, determinar hasta dónde el accionar de los grupos subversivos impulsó el golpe de Estado.
Sobre los acontecimientos históricos influyen también diferentes temporalidades. Se suele diferenciar, por ejemplo, el tiempo largo del tiempo corto. En la Argentina de 1976 cuestiones tales como la violencia política y la inclinación al golpe de Estado para resolver las diferencias era una tendencia de larga duración. A ello hay que añadirle la crisis de un modelo económico, incentivada, para mediados de los 70, por la crisis del capitalismo global. En suma, condiciones estructurales y coyunturales interactuaron dinámicamente y provocaron un determinado resultado. La tarea del historiador es hacer visible la complejidad de esta trama.
El golpe de Estado de 1976 es el producto, entonces, de una multiplicidad de determinaciones. A los errores y horrores de la gestión justicialista de entonces, se suma un sistema político que incluye desde 1930 la participación militar y un régimen corporativo, obrero y patronal, desdeñoso de las formas republicanas. A ello hay que agregarle una sociedad habituada a aceptar o a resignarse a las intervenciones militares.