De la redacción de El Litoral
"La escuela me tiene podrido". La frase sugerente y provocadora es el título del libro que escribió Norberto Siciliani, docente, asesor y director en instituciones de nivel inicial, primario, medio y superior de zonas urbanas y rurales, asesor y técnico especializado en Investigación Educativa.
En su libro cuenta las experiencias, frustraciones, logros, alegrías y tristezas que ha vivido como maestro y director de escuelas y las que le han contados sus pares y la gente con la que compartió la gestión pública.
"La idea es poder transmitir la experiencia de que una cosa es lo que uno siente y otra muy distinta es lo que uno hace con lo que siente. Uno puede decir en el ámbito familiar "a éste lo voy a matar" y eso no significa que lo haga. Es un poco el camino a la madurez: uno madura cuando aprende a establecer una distancia entre la aparición del deseo y la satisfacción del mismo", explicó el autor.
Siciliani habló con El Litoral sobre las cosas que lo tienen podrido de la escuela y sobre el rol que la institución cumple hoy en día. Se despachó contra las autoridades educativas que "cambian los planes de estudios sobre la marcha" y contra los maestros que se abusan de las ventajas del estatuto docente, se lamentó por la formación "absolutamente endeble de los profesorados" y criticó a "los directivos que no reciben a nadie o reciben a todo el mundo demagógicamente y no resuelven ningún problema".
De la escuela, en general, le molestan las "situaciones en las que hace la vista gorda y no se mete". "El caso que es muy común, en este momento, es el acoso y agresión entre chicos muy chicos. Ellos son tan víctimas como los otros porque toman una tensión social y la expresan en la experiencia cotidiana con sus amigos", sostuvo el profesional.
Una encuesta realizada hace algunas semanas atrás por Siciliani y un grupo de educadores en relación con el programa "Patito Feo" demostró cómo incide en los chicos el modelo que se impone desde los medios de comunicación. Quién quisieras ser y a quién querés más fueron las preguntas realizadas por los profesionales a un grupo de alumnas. Ellas contestaron que querían ser Antonella, la mala y linda, pero querían más a Patito. "El análisis que hacíamos con el grupo de trabajo es que las respuestas son un reflejo de la realidad: todos queremos al más necesitado y humilde, pero queremos tener la 4x4 y el poder. Estos mensajes se transmiten, conciente o inconcientemente, en forma permanente desde los medios", afirmó Siciliani.
Los cambios sociales se producen de manera vertiginosa y la escuela se convierte, inexorablemente, en una caja de resonancia. ¿Debe la institución adaptarse al nuevo contexto o tiene que limitarse a enseñar?, ¿corresponde que asuma un nuevo rol o que se mantenga ajena a lo que sucede a su alrededor?
Siciliani está convencido de que "las escuelas no sólo tienen que encargarse de enseñar las materias y darle de comer a los chicos sino que tienen que enseñarles a vivir, a relacionarse, a convertir cualquier infierno en un paraíso. Esto el ámbito de la escuela lo permite; pero los adultos de la institución tienen que estar dispuestos a hacer ese aprendizaje", afirmó.
En el libro Siciliani relata algunas situaciones que se suscitan fuera de la escuela pero que hacen eclosión dentro. La vieja excusa de que el hecho sucedió fuera del horario escolar o a algunas cuadras del establecimiento ya no corre. "La escuela no es sólo el ámbito edilicio; es una construcción social y cultural y, por lo tanto, tiene que tener herramientas que le permitan estar al tanto de todas y cada una de las cosas que le pasan a los chicos", afirmó.
Siciliani sostiene que como docentes tienen que "capacitarse cada vez más sobre los problemas que hay en la escuela, sobre los nuevos tipos de relaciones y de vínculos familiares y ver de qué manera intervenimos".
Para el autor de "La escuela me tiene podrido" es esencial generar procesos colectivos de aprendizaje en donde los equipos docentes profundicen sobre los problemas institucionales y personales de los chicos y encuentren soluciones para poner en práctica. A esto se le suma la necesidad de "lograr un vínculo profundo con los padres" donde "el valor que se sostenga no sea el poder y la autoridad de la escuela sino la confianza".
Siciliani cree que una de las grandes virtudes que conserva la escuela es que "no cambia". "Uno vuelve a la escuela y tiene las mismas normas, los mismos criterios. Esto juega en contra pero también a favor. En un mundo que cambia, donde a los chicos se le separan los padres, donde un día pueden comer y al otro no y donde todo se trastoca, la escuela es el lugar inmutable donde se pueden aprender las reglas. Pero también es el lugar que, por esa inflexibilidad, no mira, no ve. Está todo tan estructurado porque arma su propio diario de Irigoyen", sostuvo.
Sin embargo, Siciliani sostiene que "la escuela está en un momento de aprendizaje, está empezando a descubrir cómo intervenir en esas situaciones. Quiso dar un paso al costado y no meterse, pero no tiene otra opción", afirmó.
El rol de la institución educativa no cambió pero se complejizó. "Antes era la escuela la que daba daba la información, enseñaba la historia y las normas morales y enseñaba a respetar, a convivir y a participar. Hoy no cumple ese rol; lo único que hace es mediar en un mundo absolutamente infinito de información y la sobreabundancia de datos atenta contra el sentido porque como afirma el dicho: un hombre con un reloj sabe la hora y con dos relojes nunca está seguro", ejemplificó Siciliani.
Frente a esta realidad, las instituciones educativas tienen "el rol de mediar entre la información y el individuo para detectar cuál es pertinente y cual no, para poder distinguir que es lo moral y lo ético y que no. Hoy los chicos como tienen esta configuración que es mediática y no institucional, aprenden de los medios", sostuvo el docente.