Con entradas agotadas con días de anticipación. Así comenzó la nueva edición del Festival de Teatro Rafaela 2008, que tuvo un perfil que abarca distintas líneas con respecto al abordaje del teatro. En festivales anteriores, Rafaela ya marcaba una tendencia que distingue a este festival de los otros que se realizan en el país. En principio, porque permite reflexionar sobre la producción teatral y acerca de las distintas líneas de tratamiento de otros mapas teatrales del mundo a la luz de un perfil propio, como por ejemplo, qué pasa con las nuevas poéticas que se elaboran desde otros sitios. Rafaela siempre le ha dado lugar al cruce de esas poéticas, a todo lo nuevo que aparece, y con alcances que en la Argentina aún no están muy delimitados.
La noche inaugural, con el Teatro Laserre desbordado de público, contó con los discursos de bienvenida. Raúl Brambilla, director del Instituto Nacional del Teatro, habló de la maravillosa tozudez de los rafaelinos, que hasta adelantan la primavera para la calidez del encuentro; el empresario Carlos Rottemberg dijo en sus palabras que "el teatro le hace bien a la gente"; la ministra de Innovación y Cultura, Chiqui González, conquistó a la platea con expresiones como "el Festival está en la adolescencia de la infancia" o que es "una fiesta de los sentidos y del pensamiento" o que "el teatro no es el espejo de la vida, es la vida de otro modo". Sus palabras fueron ovacionadas. Por último, el intendente Omar Perotti destacó el trabajo de quienes componen el entramado que hace funcionar este encuentro en su cuarta edición consecutiva.
Ésta se inauguró con Los Modernos y "Lo mejor", de Pedro Paiva. El grupo integrado por los soberbios actores Pedro Paiva (uruguayo) y Alejandro Orlando (cordobés) ofreció un espectáculo muy ingenioso, con un particular estilo de humor exquisito y pensante, donde se rescató el uso de la palabra como vehículo de buen gusto. Durante más de dos horas, ambos protagonistas deleitaron a la colmada platea del Centro Ciudad de Rafaela, que los ovacionó largamente.
El amor se hizo presente a partir de "La música", inteligente puesta en escena de la directora Dora Milea, quien desentrañó con su trabajo el sortilegio del discurso amoroso de Marguerite Duras. No faltan ingredientes propios del melodrama de los años '50 o del que caracterizó al cine francés de la década del '70; no obstante, hay que decir que Duras escribe sobre el fracaso, pero, al mismo tiempo, en ese espectáculo del fracaso hay cierto diálogo con el mundo. La autora hace un inventario de los momentos más extraordinarios del fin de una pareja. De tal modo, en la transcripción escénica, lo extraordinario pasa a ser parte de la vida y se convierte en algo posible.
La aceitada puesta en escena permitió el lucimiento de los intérpretes. Tanto Osmar Núñez como Michel y Patricia Palmer como Anne Marie ofrecieron labores sumamente precisas, caracterizadas por voces de clara nitidez.
La vida, la muerte, la infancia, el sexo, la política y el pasado y el presente Äentre otros pocos másÄ son temas eternos en la existencia humana. Entrar en ellos es descubrir intersticios dramáticos u olvidados que pueden resurgir con fuerza arrolladora y enquistarse en el hoy con mirada profunda y deseos irrefrenables de comprensión y ternura. Desde hace algunos años, el gran tema en el teatro argentino es la familia, sus comportamientos, su integración, su disfuncionalidad, su disgregación.
Varias de las obras presentadas en este Festival aludieron al tema. Como una lúcida, cercana, a veces trágica y a veces risible radiografía mostrando la pasión amorosa y sexual; la competencia entre los integrantes y la tortuosa relación entre madres, padres e hijos; el acomodamiento y la rutina, pero, sobre todo, los modos particulares de ser y hacerse familia de los argentinos.
En el transcurso de varias de estas historias, autores, directores y actores ingresaron al interior de "la" familia para sacar a luz los conflictos que las cruzan, por momentos, con un piadoso manto de ternura para absolverlas de crímenes y pecados. Como sosteníamos no hace mucho, según la máxima borgeana, un instante resume una vida. Por lo menos, una vida digna de ser contada, como las historias de estas familias dibujadas con suma claridad por varios montajes.
"El trompo metálico" es un virtuoso ejemplo de la temática. Escrita por la joven Heidi Steinhardt, en esta obra una familia juega a ser una familia. Perversamente, a partir de un trompo Äno casualmente metálicoÄ que gira en redondo y hasta puede ser un arma de destrucción. Una niña padece los estigmas del rigor de una metodología de enseñanza basada en el manejo del poder. La totalidad resulta bastante incisiva respecto del discurso imperante sobre determinado modelo de familia argentina. Aparecen en escena los infortunios, los desencuentros y hasta las tragedias que no harán otra cosa que unir a los miembros de esa familia en una obra que no deja indiferente al espectador. Porque se sonríe, pero el mazazo llega con fuerza. Brillante el desempeño actoral de Victoria Almeida Greta Berghese y el de Roberto Romano.
El mundo femenino de otra familia está retratado en una versión de "Los otros papeles", de Carlos Gorostiza, presentada por el Grupo Didascalias. Sólidas interpretaciones del elenco integrado por Ma. Josefa Sabellotti, Martina Zurbriggen y Laura Audero, jóvenes actrices que construyen un mundo muy particular, con ausencia de hombres, y al que evidentemente le falta la visión de un director.
En "Una tragedia argentina", de Daniel Dalmaroni, la familia que se muestra es en apariencia "normal". Pero no lo es. Contundentemente. Tampoco sus miembros son raros, se mueven mediante el absurdo de una cotidianeidad que va creando un universo propio: el de la hipocresía, la dejadez y la provocación. Están acostumbrados a vivir del otro, a que los "otros" los sirvan, les provean lo que necesitan y el abuso es una de las "armas" que emplean para molestar, irritar y hasta ofuscar a los que por lástima o culpa los ayudan.
Hay en esta familia una divertida cuota de exhibicionismo, de sostener un "glamour" decadente y barrial. Ése es uno de los aciertos del director Diego Ferrero, que conduce a su grupo Caldo de Cultivo por un camino que evita el desborde y hace hincapié en el lucimiento de sus actores. Arturo Gentilini Ätal vez en el mejor trabajo de su carreraÄ, la excelente Marisa Gutiérrez, el talentoso Gustavo Poggi y la solidez de Iván Tritten y Martina Zurbriggen, apoyados en la exquisita formulación plástica de la escenografía y el vestuario de Alicia Lorenzatti y Mabel Sepliarsky, más las precisas luces de Adrián Alassia, construyen un universo que invita a la risa ÄpocoÄ y, sin embargo, detrás de esa fachada se esconden la miseria y el temor típico de aquellos que no quieren ser abandonados.
En "Insoportable. El término de un largo día", de Romina Mazzadi Arró con su grupo Hijos de Roche, la historia familiar se construye a partir de un juego macabro de relaciones. La autora refleja su particular universo y lo hace de manera magnífica. Utiliza como recurso el humor, para clavar el escalpelo sobre el alma, cuando las relaciones parentales fracasan y el golpe llega con contundencia. Construye una puesta en escena magnífica, con una escenografía donde los muros no existen y se construyen a partir del juego actoral. Su equipo de actores ofreció trabajos sin duda excelentes: Paula García Jurado, Elisabet Cunsolo, Bárbara Peters y Ricaro Arias entregaron a sus personajes cuerpo, voz y alma, para elaborar una historia signada por el aire... insoportable.
La frutilla del postre en esta temática tan transitada en los últimos tiempos por el teatro argentino fue "La de Vicente López", de Julio Chávez y dirigida por el mismo autor. En el micromundo de esta familia reunida para celebrar un 31 de diciembre nada permanece oculto, nada se omite y, cuando los sentimientos estallan, toda la carne se tira al asador para demoler cualquier atisbo de serenidad. Los personajes naufragan en un mundo falto de ternura, cargado de violencia y están desacostumbrados a enfrentar alguna posible solución a sus terribles vínculos. Un sólido elenco de actores hizo vibrar a la platea: Patricia Biurci, Santiago Caamaño, Leandro Cstello, Julián Doregger, Hernán Húbeli, Luz Palazón y Elvira Villarino dictaron cátedra en el mejor espectáculo del Festival.
"Ilusión", de Leticia Mazur, Margarita Molfino y Pablo Castronovo, trajo a Rafaela un espectáculo con el poder de sugestión de su historia, su capacidad de construir climas bellos y al mismo tiempo enigmáticos e inquietantes, así como una sensibilidad infrecuente para sumergirse en lo más profundo e íntimo de sus personajes.
Con un uso extraordinario de los recursos estéticos, el espectáculo arranca como una simple historia de amor adolescente con cierta tónica de cuento de hadas, pero de manera progresiva se va complejizando y enrareciendo hasta develar los secretos y mentiras más recónditos. Resulta difícil no dejarse seducir por el entramado visual y narrativo que la propuesta dirigida por Mazur construye a partir del aporte fundamental de dos impactantes actores. Tanto Margarita Molfino, intérprete de belleza subyugante y cargada de intencionalidades, como Pablo Castronovo, transmitieron el magnetismo y la convicción de sus dos personajes para moldear un universo que combina con suma elegancia y sensibilidad la belleza y la fugacidad de una historia amorosa.
Dos propuestas destinadas al público infantil se mostraron en Rafaela para ratificar la inteligencia a la hora de hablar desde los escenarios con un lenguaje inteligente para los chicos. La primera llegó desde Rosario, con "Que sea la Odisea", a cargo de The Jumping Frijoles, dirigido de manera excelente por Cristian Marchesi. Los míticos personajes griegos fueron revisitados a partir de la historia de Adela Basch, con un humor inteligente, canciones interpretadas íen vivo!, con música íen vivo! para hacer disfrutar a la platea de chicos... y de grandes. Daniela Martinangeli, Estefanía Caminotti, Homero Chiavarino, Juan Pablo Biselli, Lucrecia Panzia, Marcela Ruiz Alvarez y Miguel Angel Bosco ofrecieron un afiatado trabajo de interpretación, disfrutando ellos mismos su labor y transmitiendo la excelencia a la platea.
"Gatomaquia", de Lope de Vega, llegó desde Montevideo con su fuerte carga de indiscutible talento y buen gusto. Diego Arbelo, Leandro Núñez, Cecilia Sánchez y Jimena Pérez tradujeron sobre la escena, con sus cuerpos y sus voces, lo mejor de una historia clásica transformada con brillantez, ternura y capacidad. Gatos del pasado en un presente cautivante.
También se estrenó "El Jaguar Azul" por el Grupo de Teatro Alas de Rafaela Äganador del Certamen de Coproducciones de este año, organizado por la Municipalidad, junto con "Los otros papeles" y "Una tragedia argentina"Ä, un espectáculo donde se destaca el muy buen desempeño de los actores Marisa Gutiérrez y Oscar Castellano bien acompañados por Ricardo Croce, Matías Aimino y María Acosta, bajo la correcta dirección de Juan Caros Ceja.
Lo mejor de este Festival de Teatro Rafaela 2008: la decisión anunciada por el intendente Omar Perotti de su continuidad en 2009. Inteligencia demostrada, una vez más, para el crecimiento cultural de esta ciudad.
Roberto Schneider