Quien recorra los caminos polvorientos de nuestra "Pampa Gringa' no dejará de observar que en los ángulos de algunas chacras se levantan antiguas construcciones de tipo religioso, muchas de ellas hoy abandonadas, y que encierran en su mayoría una historia de fe y de esperanza.
Los templos son uno de los mayores documentos que ha dejado la religiosidad "gringa' en nuestra región y en otros lugares de nuestro país y del Cono Sur. Estas construcciones religiosas que denominamos capillas privadas o particulares son de inmediato distinguibles por su aspecto arquitectónico simple, de tipo rectangular, con techo a dos aguas -de zinc o tejas- y rematadas con una cruz o a veces con un campanile.
La mayoría de las que localizamos en fuentes documentales se encuentran en las zona central de la nuestra provincia: los departamentos Castellanos (44), Las Colonias (13), San Martín (9), San Jerónimo (4) y La Capital y San Justo (2, respectivamente). En ese ámbito se establecieron inmigrantes de origen italiano (especialmente piemonteses) y en menor grado suizos del cantón de Valais, quienes se dedicaron fundamentalmente a la agricultura y pudieron acceder a la propiedad de la tierra, lo que era más difícil en el sur y norte provincial.
De los 54 propietarios, 44 eran de apellido italiano (Scarafía, Rosseti, Giordano, Ghitta, Martini, Perucca, Barlassina, Bonetti, Biaba, Ingaramo, Pirola, Berardi, Culasso, Visconti, Raviolo, Alesso, Chiani, Bergero, Crippa, Godio, Fraire, Ferrero, Picco, Sereno, Ronca, Lauggero, Daviccino, Pusseto, Banchio, Arnaudo, Curletto, Bongiovanni, Ramello, Viotti, Enrico, Doleatti, Bruno - Castaño, Aira, Scabatone, Fassi, Pastorini, Bessone y Blangino), tres de alemanes o suizo-alemanes (Mhün, Gasser y Eder) y uno irlandés (Southam).
La administración económica estuvo mayoritariamente a cargo de los propietarios del sitio donde se levantó la construcción y sólo en tres casos se registra ayuda de los vecinos. La mayoría de sus propietarios se dedicaban a la actividad agrícola, excepto Aldao (comerciante) y en El Trébol, donde la capilla Nuestra Señora del Pilar y la Capilla de la colonia San José pertenecían a los padres franciscanos de Santa Fe.
El mundo campesino -desde sus orígenes y en las más diversas culturas y religiones- está unido y a la vez condicionado por la acción de las fuerzas incontrolables y caprichosas del cosmos que el hombre por sí solo no puede dominar.
La propuesta que el cristianismo trae a la humanidad no consiste en la salvación de los peligros que acarrea la naturaleza sino en la revelación del amor de Dios, que sale al encuentro del hombre para redimirlo de la muerte. Sin embargo, integrará de tal manera la problemática cosmológica que ésta no queda exenta de la acción divina.
Por esta razón, el catolicismo llevará adelante una serie de ritos (bendición de los campos, de las cosechas, de los animales domésticos, etc.) y propone a los fieles algunas oraciones para librarse de dichos peligros, que no reemplazan las antiguas prácticas paganas sino que impulsan al hombre a ser agradecido para con Dios y se le pide su bendición para que los acompañe en la actividad agrícola y pastoril.
En este marco hay que situar las motivaciones que originaron estas construcciones: en acción de gracias por verse los propietarios librados de algún peligro y la devoción a determinadas advocaciones de la Virgen María o santo (incluyendo protectores de cada pueblo o profesión de los inmigrantes, que los marcaba para toda la vida).
Muchas capillas coincidían con el nombre de sus respectivos propietarios: S. Jorge: Jorge Martini; S. Juan Bautista: Juan Bautista Barlassina y Juan Bautista Bonetti; S. José: José Sereno, José Blangino y José Bongiovanni; Sto. Domingo: Domingo Doleatti; S. Antonio: Antonio Aira y S, Juan: Juan Pastorini.
También están las capillas que tienen que ver con la liberación de algún peligro: S. Roque en Aráuz, construida en acción de gracias por haberse salvado la familia de una muerte segura; S. Antonio en Cañada Rosquín, al volcar el carro que los transportaba salieron ilesos cuando podría haber sido mortal; Nuestra Señora de los Milagros en Felicia, como agradecimiento por la superación de la mudez de Anunciada Maine; S. Roque y Nuestra Señora del Carmen en Cavour, en época de pestes y tras la muerte de un hijito de la familia Godio; S. Pancrasio en Campo Piaggio, levantada con la ayuda de los vecinos de la chacra de Miguel Picco por gracias concedidas a personas enfermas; entre otras
Por devoción a la advocación podemos mencionar las capillas de Nuestra Señora de Pompei, San Grato y San Miguel en Josefina, la de San Isidro en Aldao, la de Nuestra Señora del Tránsito en Piquete, y la de San José en Presidente Roca, construidas en agradecimiento por haber arribado sanos y salvos a estas tierras.
No podemos dejar de señalar, al menos como posibilidad, que en la construcción de estas capillas hubiese cierto deseo de prestigio personal. Esto se refleja en la insistencia con que se solicita la celebración de Misas, a pesar de que éstas no están autorizadas, sobre todo si se tiene en cuenta que muchas están cerca de la iglesia parroquial y la negativa a escriturarlas a favor del Obispado.
Yendo de Gálvez a López, en el distrito Campo Piaggio y a unos kilómetros al oeste de la ruta, se encuentra la Capilla de San Pancrasio, cuyos orígenes se remontan a la construcción de un pilone por parte del colono Miguel Pico en 1893, en un rincón del campo de su propiedad, en agradecimiento por la recuperación de la salud de uno de sus hijos a quienes los médicos habían desahuciado.
San Pancrasio alcanzó la corona del martirio hacia fines del siglo III y en el norte italiano se le tiene gran devoción, al punto que nos encontramos con un Santuario erigido en su memoria en las cercanías de Torino, donde los peregrinos acuden pidiendo por la salud y con grandes fiestas en su honor en Valle Maira (Cúneo), de la cual participan los paesanos que emigran a otras regiones.
Otros colonos de la vecindad fueron favorecidos por el santo mártir y, en virtud de esto, los vecinos ayudaron al propietario para que en torno al pilone se construyera la capilla de material y con techo de hierro galvanizado. El frente estaba revocado y su interior blanqueado y pintado, en tanto una cruz coronaba la estructura.
Sin embargo, todo el espíritu religioso que manifestaban los vecinos no alcanzaría para salvarla de su decadencia: el primer propietario la vendió, fue vendida en varias ocasiones y, en una, el nuevo dueño la utilizó como depósito. En este ámbito surgirá la leyenda del "Barbetta", personaje misterioso emparentado a nuestro juicio con las antiguas leyendas de los gnomos y que hablaba en piemontés. Hasta hace pocos años era posible encontrar en la zona personas que habían tenido algún tipo de experiencias con este singular personaje que jugaba con los niños y "enloquecía" con sus travesuras a los adultos. No pocos atribuían los orígenes de su aparición al hecho de que Miguel Pico al vender su campo, lo hizo con la capilla incluida, aunque también se barajen otras posibilidades. Durante muchos años esta capilla permaneció cerrada hasta que a mediados de los años noventa se retomó el culto en ella, la que fue totalmente restaurada.
La realidad actual
Por lo general, la mayoría de los propietarios de estas capillas deseaban que estas funcionaran como públicas o semipúblicas y -asimismo- conservar ellos su propiedad, salvo algunas excepciones como Mateo Scaraffía, quien en 1891 donó el terreno donde actualmente se encuentra la Iglesia del Tránsito.
Al hacerse cargo Mons. Boneo del Obispado de Santa Fe dispuso el 15 de setiembre de 1900 que no se celebrara Misa en templos o capillas no autorizadas, salvo casos excepcionales. En tal situación se encontraban las capillas particulares y sólo se habilitaría el culto en ellas si estaban escrituradas a favor de la Curia.
La exigencia episcopal no tuvo demasiado eco: de 69 capillas relevadas, a fines de la primera década del siglo pasado, en 6 constaba que efectivamente habían pasado a manos del Obispado.
La explicación de esta actitud está dada en buena parte por el individualismo de los colonos para quienes la posesión de una capilla propia era signo de prestigio y por la actitud de muchos Párrocos y Capellanes que seguían celebrando misa en ellas (con o sin permiso) por razones pastorales o para no enfrentarse con la feligresía.
Las capillas escrituradas se conservaron y crecieron a lo largo del tiempo, y las que permanecieron en manos de sus propietarios, en su mayoría, se fueron degradando por falta de cuidado o por la venta de las chacras donde estaban asentadas, ya que sus nuevos propietarios no se sentían ligados a la historia que les había dado origen.
Sin embargo, en nuestros días, aquellas centenarias construcciones vuelven a ser motivo de interés. En Córdoba (en la zona fronteriza con Santa Fe) se elaboró un circuito turístico denominado "Los caminos de la Fe" impulsado por la Municipalidad de San Francisco e integrado por las capillas San Miguel, Nuestra Señora de Pompeya y San Grato, en Freyre; Nuestra Señora de la Asunción en Freyre este; San Jorge en Freyre oeste; San Valeriano, Nuestra Señora de las Mercedes, San Jorge, San Chiafredo y Santa Rosa de Lima en Iturraspe este; San Roque, San Antonio, San Grato, Dulce Nombre de María y San José en Iturraspe oeste; y en Rafaela, Jorge Balangero y Oscar Bufa publicaron en el 2002 el libro "Capillas rurales".