Podría decirse que todos los castillos de España, aún los más decadentes, están impregnados por un halo de misterios y leyendas, donde siempre hay algún fantasma al acecho. Como es sabido, a los fantasmas les encanta vivir en los castillos y no se rebajan a menos. Este parece ser el caso del que ronda en torno a la fortaleza de A frouxeira, en Lugo, donde dicen los habitantes del lugar que por las noches vaga el fantasma del mariscal Pardo de Cela. El terrible señor feudal al que Isabel la Católica hizo cortar la cabeza es, al aparecer, un espectro muy enfurecido porque la Reina le había concedido el indulto en el último momento, pero unos enemigos suyos entretuvieron al emisario del perdón en las afueras de Mondoñedo, hasta que la sentencia se cumplió en la plaza. Eso es lo que tiene al fantasma más encabritado.
Ésta, como tantas historias y leyendas, se fueron tejiendo y contando alrededor de estas añosas fortalezas de piedra, que no sólo aposentan fantasmas. También las hay habitadas por sus aristocráticos dueños de carne y hueso, que las han remodelado para darle un fin más útil acorde a los tiempos que corren. Otros, en cambio, pertenecen al Estado español.
Las murallas fortificadas y las torres exhalan un lustre de sobria pátina, ideal para ciertos espectáculos, como, por ejemplo, la ópera. Desde hace muchos años, en el Castillo de Peralada, en Perona, se celebra el Festival Internacional de la Música, donde actúan primerísimas figuras de escena mundial en un marco de incomparable belleza.
Desde sus orígenes -allá por el siglo XIV- hasta la actualidad, este castillo tuvo diversos dueños que le fueron aportando obras de arte. Así se logró reunir una valiosa colección de pintura gótica y barroca española, y una biblioteca con más de 70.000 volúmenes, entre los que se incluyen originales e incunables.
El castillo de Peníscola (Castellón) no sólo atrae por sus elegantes salones, donde todo el año acoge exposiciones, muestras pictóricas, ciclos de conciertos y hasta exhibiciones de vuelo de aves rapaces en sus jardines; sino también, por sus historias y leyendas alrededor de la figura del aragonés Pedro de Luna, que fue elegido Papa en 1394 en Aragón, pero el concilio de Constanza lo depuso en 1415. En un acto de rebeldía, él decidió recluirse en el castillo y ejercer su autoridad desde allí, donde después de varios años murió y fue enterrado en un lugar de privilegio.
En la ciudad de Madrid, al castillo de Viñuelas lo conocen como el "castillo de las bodas", porque en su salón gótico y sus jardines se celebran multitud de enlaces. Esta construcción, que data del siglo XV, está rodeada por un frondoso bosque de encinas, donde corren numerosos arroyos. Elegido por muchas parejas de casaderos, es el marco ideal para una boda principesca.
Hay castillos españoles que han conservado el espíritu y el aroma original que los distinguía y representan un cuadro vivo de su época o de sus aristocráticos dueños. Son castillos-museos, que mantienen intacto el peso de las sombras, el polvo de acontecimientos ilustres, misteriosos o indignos, que allí se vivieron.
En el caso puntual del Castillo de Peñafiel, su denominación misma expresa "su fidelidad defensiva" de la cuenca del Río Duero, tanto para los cristianos como para los musulmanes, allá por los siglos IX y X.
La obra actual, edificada sobre las ruinas del primer baluarte defensivo, data del siglo XV y fue mandada construir por Pedro Girón, maestre de la Orden de Calatrava. Actualmente, ha sido elegida por la Diputación Provincial de Valladolid como sede del Museo Provincial del Vino.
Un capítulo aparte y, muy merecido, es para el Castillo de Beliver en Palma de Mallorca. Aunque en la actualidad es Museo Municipal de Historia, durante sus seis siglos de vida ha tenido muchas funciones: fortaleza contra el ataque de los turcos, fábrica de monedas, hospital, cárcel y residencia militar y palaciega de los Reyes de Mallorca. Situado en un altozano, constituye un mirador estratégico que domina toda la bahía palmesana.
Al castillo se accede a través de un puente fijo sobre un foso, cuya misión era aislar la construcción en caso de ataque. También, el Alcázar de Segovia fue erigido en un espolón acariciado por las aguas del Eresma y del Clamores, siendo el elemento sobresaliente del paisaje segoviano.
Construcción majestuosa de los Trastámaras en el Siglo XV, este castillo ha sido cobijo de casi todos los reyes de Castilla, escenario de la boda de Felipe II con Ana de Austria, y prisión del marqués de Ayamonte y del duque de Mendinaceli.
Se reconstruyó casi por completo en el año 1882, tras sufrir un incendio. Sus salas albergan dignamente una gran colección de armaduras y elementos militares de todas las épocas.
Los dueños de los castillos suscitan -en general- sentimientos encontrados, mezcla de admiración y envidia. Son una especie de señores castellanos con el tiempo cambiado, en un mundo que se debate -entre otras cosas- por el problema de una vivienda digna, por salarios más justos, por la discriminación racial y otros dilemas del diario vivir.
Por supuesto que estos señores no llevan cotas de malla, ni armaduras, ni guantes. Muchas veces, ni siquiera corbata: hay quienes se pasan el día vagando por los salones y jardines, y otros que se dedican a arreglar con sus propias manos la cerca. Porque no todos los dueños de castillos son nobles o muy ricos. Algunos sí, son marqueses o duques que siguen fieles a la tradición familiar.
Hasta hay quienes están en la bancarrota por salvar el castillo de las ruinas. Mientras otros, ya arruinados, arrastran como pueden esa carga.
Son muchos los castillos ocupados por familias nobles de toda la vida, como el caso de los Duques de Orión, que habitan el Castillo de Malpica, a la vera del río Tajo. La edificación es de estilo mudéjar, con planta rectangular, y en sus cuatro esquinas hay sendas flores cuadradas, desde donde se divisa el bello paisaje toledano.
Otros son nobles, como la afamada duquesa de Osuna, quien tiene su hogar en el castillo cordobés de Espejo. El varón de Albí reside en el castillo Montsonís en Lleida y los marqueses de Campóo en el Guadamur de Toledo.
A veces, estos protagonistas abren sus puertas a fotógrafos y cronistas de sociedad, y en determinadas fechas al público, como es el caso de los castillos de Montsonís y Guadamur.
Hay coleccionistas y artistas que han adquirido estas fortalezas como vivienda; tal es el caso del pintor Zuloaga, que compró el castillo de Pedraza y ahora sus descendientes cobran una sustanciosa entrada a quienes deseen asomar sus narices.
El arquitecto Luis Moreno de Cala compró en 1959 la fortaleza de Batres, cerca de Madrid, y le ha devuelto el esplendor que tuvo cuando Garcilazo componía endecasílabos en sus estancias.
También el músico Cristóbal Halffter eligió el Castillo de Villafranca del Bierzo para componer sus pentagramas. Asombra comprobar el número elevado de castillos habitados. Y asombra más aún ver el tesón con que algunos enamorados de sus baluartes prosiguen su reconquista a golpe de paleta: Narros, Sotopalacios y Orgaz. La hiedra en este siglo tiene una real competencia.
Un sueño hecho realidad.
¿Quién no ha soñado alguna vez dormir en una hermosa cama bajo un dosel, cenar a la luz de unos candelabros, o pasearse por glorietas y jardines como un rey?
Estos sueños comunes a casi todos los mortales, dieron pie a la idea de convertir un castillo en un confortable hotel; y fue en el año 1928 cuando el Rey Alfonso XIII inauguraba el primer Parador Nacional en Gredos. A partir de ese momento, comenzaron a incorporarse a la Red de Paradores, algunas de las edificaciones fortificadas más bellas y mejor conservadas del país.
Los hay de aspecto pendenciero y aguerrido; otros, en cambio, poseen la fisonomía de un muelle de recintos más pensados para el amor que para el arte de la guerra.
También encontramos los que han sido alcazabas árabes, como el Castillo de Siguenza, y por el que han pasado personajes ilustres en las distintas épocas, como los Reyes Católicos, Juana la Loca y el Cardenal Cisneros. En su interior, uno se siente cautivo de la historia y puede apreciar el aroma del temperamento morisco; y hace que una simple estancia de una sola noche, se convierta en un viaje de cinco siglos atrás. Un viaje en el tiempo...
Fortalezas para trabajar
Aprovechar el linaje de un castillo para dignificar tareas viene de lejos. Por fortuna, los usos poco decorosos que tuvieron algunos de ellos en el pasado, como ser depósitos de trigo o almacenes de maquinarias, han dejado paso a otros más propicios por su carácter señorial.
Ahora hay más sensibilidad, y se busca que los castillos desarrollen quehaceres más acordes con su estirpe. Uno de los casos más notorios está representado con el Castillo de la Mota (Valladolid), uno de los mejor conservados en la región. Su fundación data de los siglos XIII, XIV y XV, con importantes obras realizadas por los Reyes Católicos en la última centuria. Fue prisión de Estado y en ella estuvieron encarcelados relevantes personajes de la vida política y militar.
Este castillo fue restaurado en el año 1942 y actualmente es sede de la Junta de Castilla y León, que organiza en sus instalaciones cursos, seminarios y congresos, cuyos participantes pueden alojarse en el mismo edificio.
También hay castillos-escuelas, como el de Cuellar, que aloja un instituto e imparte cursos temporales.
En el Castillo Consuegra en Toledo funcionan escuelas-talleres.
textos de Nidia Catena de Carli