Tan bien se ha dicho siempre, tan certeramente se ha explicado que no hay posibilidad alguna de definir a la poesía y sin embargo...; sin embargo, con el convencimiento de una derrota asumida de antemano, cada tanto, unos y otros, autores y lectores, insisten en caminar en derredor del término, auscultándolo, de lejos, o acercándose con desconfianza, escrutándolo, como a un alguien o un algo al que, paralelamente, se lo desea y se le teme y sin embargo...; sin embargo, terminan huyendo, creo, unos y otros, antes o después, tan áspera es la no-respuesta, tan lábil, tan inasible, tan denso el vocablo, que se disuelve, como el aire en el aire, ante la mirada entre inquisidora y aterrada, tan atabacado es el aliento que agota las arterias de los que corren detrás de la palabra ésa; la poesía, claro, no está en las definiciones y sin embargo, quizás sí esté, en parte, en las preguntas que se hacen sobre ella.
No la definió Mario Trejo cuando escribió: "leo/vuelvo a ver una vieja película/hago noche en Coltrane/y estiro el brazo y acaricio a mi bella/que fuma y ahora me convida"; ni cuando: "la soledad se hizo añicos/la poesía palabras". No la definió Juan Gelman cuando escribió: "no hay centro/todo es intemperie"; ni cuando: "la poesía da forma al vacío para que éste sea posible" . No la definió Alejandra Pizarnik cuando: "el centro de un poema/es otro poema/el centro del centro/es la ausencia/mi sombra es el centro/del centro del poema". No la definió Walt Whitman cuando: "yo no hago otra cosa que escribir/una o dos palabras indicativas/para el porvenir". No la definió Antonio Machado cuando: ""dicen que el hombre no es hombre/mientras no oye su nombre/ de labios de una mujer". Ninguno, nadie ha de preciarse, nunca, de cuando... y sin embargo.
Tan bien, tanto, tan gravemente se puede decir que no quisieron definirla, que no pudieron, que no buscaron, que no pretendieron y sin embargo...; sin embargo, sí dulcemente, puede decirse que le pasaron cerca, de lado, que la respiraron, que la olieron, como un animal en celo a un amante inalcanzable, que la observaron desaparecer en el horizonte y volver, acaso, alguna vez, en noche, inesperadamente y sin embargo...; sin embargo, se podría decir que, en ese roce permitido, en el paso adivinado, en su cortejo inútil (no en su intelección), menos que sentido, verdad, teoría, hay belleza, restos, pedazos, migajas de belleza y sin embargo; y sin embargo... basta por favor con el maldito nexo adversativo.