Teresa Pandolfo
Los politicólogos más importantes del país no dejan de señalar como una debilidad que la Argentina no cuente con una oposición adecuadamente estructurada: nuevos partidos que representen expresiones ideológicas de alternancia y que actúen desde ese ángulo en el plano institucional.
La Unión Cívica Radical dejó ir a muchos de sus dirigentes, seguramente por falta de fortaleza para dar el debate interno. Y quienes migraron se fueron para armar otras expresiones políticas y coaliciones. Por su parte, el Partido Socialista también ha sido tocado por cimbronazos que fueron más allá de diferencias entre las líneas internas. Y así se podrían aportar otros ejemplos de entidades políticas ubicadas más a la izquierda de las citadas. En todos los casos se terminó en la segmentación y nada más.
Lo cierto es que frente a decisiones gubernamentales que han merecido el reproche colectivo, a las agrupaciones que componen la oposición les ha costado no sólo trasladar a la sociedad un mensaje metodológico diferenciador sino también alejado de protagonismos individuales. Lo que debió ser debate de ideas o enfoques, más veces que las deseadas se convirtió en un escenario de mutuas descalificaciones.
Esta estrategia no proporcionó las soluciones político-institucionales que requiere el país y sí ha inventado presidenciales o candidateables para cargos en una interminable búsqueda sin destino.
La extensa introducción guarda relación con la postura seguida por el vicepresidente Julio Cobos a partir de su histórico voto en el Senado, que impidió las retenciones móviles proyectadas desde la Casa Rosada.
La figura del compañero de fórmula de Cristina Fernández creció en la mente de muchos argentinos, que focalizaron en él las diferencias con las políticas del matrimonio Kirchner. En tanto Cobos, en igual medida, fue menguando su papel institucional.
Hoy aparece como fuera del binomio elegido un año atrás, en una actitud permanentemente provocadora, a pesar del manto de prudencia con el que busca desdibujar lo que hace. Reconoce la distancia que le impuso la presidenta, pero no advierte que esa lejanía tiene la misma dimensión que su pérdida de peso como hombre con rol institucional. Ocupa el cargo pero está vacío de contenido.
Está en campaña y pretende volver a la UCR, como si los radicales K no hubieran imprimido golpe alguno al partido centenario. No estamos hablando de una cuestión de números sino lo que representaba ya el kirchnerismo cuando se alejaron y cuando aceptó la candidatura a vicepresidente.
La lectura habría sido diferente si producido el desempate en el Senado de la Nación, se hubiera llamado a silencio dejando el hecho sólo a una cuestión de conciencia o decidido dejar el cargo. A su discurso lo torna inconsistente esta profunda falta de ética aunque se quiera ver lo contrario y es precisamente lo que necesita la Argentina: hombres con metodologías e ideas renovadas pero con coherencia de vida.
El vicepresidente estuvo el jueves y el viernes en el territorio santafesino y visitó al doctor Hermes Binner en la Casa Gris. Desde dicho ámbito se destacó el carácter protocolar e institucional de la visita.
Frente a la cascada de interpretaciones sobre una eventual fórmula para el futuro o sobre un esquema de alianzas, el propio gobernador tomó distancia. "No son tiempos electorales", indicó poniendo las cosas en su lugar. Pero más que las palabras, con sólo mirar las imágenes de la conferencia de prensa conjunta se percibió el límite.
Quizás no se trate de una cuestión personal ni tampoco partidaria, sino de la necesidad de aportar una cuota de cordura. La Argentina enfrenta problemas propios serios y también la alcanzará la catástrofe mundial que se vivió esta semana.
Recaen sobre Binner responsabilidades concretas de gobierno. La prolongada sequía, constituida en un drama para miles de santafesinos; la inestabilidad de las políticas que define la Nación respecto de sectores que son nucleares de nuestra economía; el importante número de habitantes ubicado debajo de la línea de pobreza, o la falta de infraestructura de servicios básicos y de comunicaciones que no pueden postergarse más forman parte de un menú que día a día debe resolverse.
Esta es la diferencia entre los cargos ejecutivos y los legislativos en determinadas circunstancias.
Nadie duda que el gobernador santafesino es un hombre que goza de un generalizado respeto. Se podrán tener diferencias conceptuales o medotológicas -esta periodista las ha marcado- pero es un hombre con genuino reconocimiento público. Por eso es lógico que se lo vea como una figura con futuro político. De todas maneras, éste estará ligado a la gestión en la provincia, de la que muy poco hasta ahora puede mostrarse.
Por lo tanto, lo que debería evitarse -y trató de hacerlo la Casa Gris- es mezclar la Biblia con el calefón.
Más allá de los reflejos de Rubén Galazzi, secretario de Estado de Comunicación Pública, quien dejó aclarado en una llamada que objetivamente él no haría ninguna especulación a futuro entre Binner y Cobos; lo importante es que todos los actores del escenario provincial tengamos en claro que este tiempo debe estar dedicado a que se gobierne la provincia, donde miles de personas están sufriendo mucho.
Además, porque según los precios a futuro de los commodities se podrá tener un tipo de performance u otra muy distinta si esos valores siguen bajando por menor demanda, a raíz de las consecuencias de la crisis financiera que no dejó rincón sin alcanzar.
Tengamos presente que bajos precios, sobre todo en la soja, no sólo comprometen el presupuesto nacional de 2009, sino que significarán menor actividad económica en la bota santafesina, donde se sembró mucho menos trigo y girasol y prácticamente nada de maíz.
La sequía y la inflación en los insumos básicos limitó las siembras. No es ocioso, entonces, cuando se reclama superar la dependencia de los commodities agrícolas como base del efecto multiplicador de nuestra economía real lugareña. El desarrollo de otros sectores industriales, además de los granos, deberían llevarnos a componer un mosaico más equilibrado y con reglas claras preestablecidas.
En estos días lo urgente es la atención de las poblaciones damnificadas por la sequía y ver cómo se pueden cubrir las pérdidas. Y en esto tampoco deberían darse las diferencias que tuvieron lugar en el Senado a la hora de definir de dónde debe provenir la ayuda. Hay que ponerse en el lugar de quien debe hasta migrar por falta de agua y de sustentabilidad de su actividad laboral o económica.
En tanto, los compromisos se asumen para ser cumplidos. Si el Congreso de la Nación votó una partida de 30 millones de pesos y la presidenta prometió otros seis, estos recursos deberían llegar a la provincia. Es responsabilidad del justicialismo que sean transferidos, como también es responsabilidad del gobierno provincial llegar en tiempo y forma para hacer frente a la emergencia.
Ninguno de los dos gobiernos está eximido de atender el drama que nuevamente golpea al territorio. No es una cuestión que deje margen para especulaciones políticas. Porque vale recordar que la grandeza de las personas y de las instituciones se muestran en sus comportamientos.