Desde que Alexander Fleming descubrió la penicilina en 1928, el primer antibiótico que permitió la cura de las infecciones, hasta la reciente puesta en funcionamiento del mayor acelerador de partículas de la historia Äpor marcar dos fechas aleatoriasÄ, se produjeron innumerables avances que revolucionaron la medicina, las comunicaciones y la vida de la humanidad.
¿Conocen los estudiantes estos u otros avances? ¿Se interesan por aprender sobre ciencia o les resulta aburrida? ¿Sirve para algo lo que les enseñan en el colegio? Sobre estos y otros temas dialogó con El Litoral el divulgador científico Leonardo Moledo, antes de su conferencia "¿Tenemos que saber matemática?", que ofreció a maestros santafesinos en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad Nacional del Litoral.
Para el profesional, la enseñanza de la ciencia "funciona mal", sobre todo, en el nivel medio. "El drama del periodismo científico es tratar de que la gente se interese, pero todas esas cosas las estudió. Si uno mira los programas y los manuales del secundario va a ver que allí está más o menos todo el conocimiento humano. Esos manuales se deberían guardar, pero los chicos los cambian por el del año siguiente. Es una cultura de lo rápido, de lo fugaz", destacó Moledo.
Las fallas se observan cuando los jóvenes avanzan un peldaño más y se inscriben en la facultad. "Una vez me trajeron al diario un examen de medicina (en el ingreso en La Plata sólo aprueba un bajo porcentaje) y, cuando lo miré, no podía creer lo que estaba viendo: eran ejercicios elementales, casi de primaria", afirma el matemático, quien sostiene que el hecho de que llegara a sus manos prueba que "nadie en el diario sabía resolverlos".
"Lo veo también en mis alumnos de la universidad. Las cosas que aprendieron en el secundario están completamente olvidadas. La gente da el examen y se olvida. ¿Por qué pasa eso? La verdad que es un problema a resolver", sostiene el divulgador.
El mayor problema en materia científica se presenta con la enseñanza de las Matemáticas y la Física. "En el secundario se enseña Física clásica y es algo muy reñido con el sentido común. Éste indica que la Física tiene que ser aristotélica y no es así: el sentido común es engañoso. Y con las Matemáticas, no sé qué pasa; hay una dificultad a priori, como un rechazo", evalúa Moledo.
¿Influye la forma de transmitir el saber o son los chicos los que no logran internalizar los contenidos? "Hay un problema que puede ser de época y puede tener que ver con la edad de los chicos. Para acceder al conocimiento hace falta un esfuerzo, sentarse a estudiar. La cultura pedagógica trata de enseñar jugando y, de algún modo, se ve el esfuerzo no como una parte de la educación, sino como un tributo que hay que pagar para aprender algo", sostiene Moledo.
Si bien considera que no está mal entretener y enseñar, aclara que sólo puede aplicarse ese método "mientras eso no oculte que, aparte de jugar, uno tiene que sentarse a trabajar. En muchas cosas la memoria también es muy útil y está descalificada. Creo que habría que recuperar todo eso o encontrar nuevas maneras con las herramientas que se desarrollaron en los últimos 10 ó 15 años".
Para contar y entusiasmar a los jóvenes, Moledo aconseja incorporar el relato y la historia de la ciencia que muestran la génesis, pero también el sinnúmero de pruebas, errores, ensayos y vacilaciones que envuelven al científico. "La historia de la ciencia te muestra cómo se fueron construyendo las cosas y da la posibilidad de construir con los alumnos. Ellos ven que los grandes científicos tenían sus dudas y se preguntaban las mismas cosas que se pueden preguntar ellos: entonces, hay un proceso de identificación", argumentó.
A pesar de que la ciencia posee larga trayectoria, aún hoy hay muchos que tienen una imagen idealizada del investigador. "El científico es la imagen del sabio distraído, que viene desde Grecia; es el tipo que sabe cómo solucionar las cosas. El inventor de "Volver al Futuro' es casi un prototipo. Ése es el imaginario", afirma Moledo.
El divulgador sostiene que parte de la sociedad convierte al científico en un "estereotipo" y "su palabra en algo indiscutible. Eso no es bueno porque, en la medida en que se ve al científico como un tipo que tiene dudas, que se encuentra con los mismos problemas que la mayoría de la gente, es más próximo".
Moledo cree que es necesario bajar al científico del pedestal en que se lo colocó y entender que "es un ignorante. Normalmente, se piensa al científico como sabio y, por definición, tiene que ser ignorante, debe decir que no sabe y averiguar, tiene que ser curioso e ignorante. Pensar siempre que lo que sabe es provisorio. Si logramos sustituir la imagen de sabio por la de docta ignorancia, daremos un paso adelante", concluyó.
En nuestro país, los investigadores generan conocimientos que hacen avanzar la ciencia, pero no siempre se produce la transferencia tecnológica de esos saberes.
No obstante, Moledo destaca el buen momento que atraviesa la Argentina en materia de producción (y calidad) científica, apoyada por un gobierno que en los últimos tres o cuatro años "ha puesto bastante énfasis, primero desde la Secretaría de Ciencia y Tecnología, y luego, desde el ministerio nacional, al igual que las provincias".
No obstante, para que el sector científico tenga más vínculo con la sociedad aún falta que el empresariado local tome el desafío de generar tecnología a partir de la investigación. "Así como no hay una burguesía nacional, no está el concepto de innovación. Los empresarios prefieren comprar lo seguro, lo que ya saben cómo es. Hay un temor a arriesgar plata, resultado un poco de la cosa prebendaria", destacó Moledo.
Leonardo Moledo
es editor del Suplemento Futuro de Página 12, docente universitario y un apasionado divulgador científico. Dirige además el Planetario Galileo Galilei de la Ciudad de Buenos Aires. Ha escrito las novelas "La mala guita", "Tela de juicio", "Verídico informe de la ciudad de Bree" y numerosos libros para adultos y niños como "El Big Bang", "De las tortugas a las estrellas", "Dioses y demonios en el átomo", "Leyenda de las estrellas" y "El café de los científicos", por mencionar algunos. En 1997, Moledo fue distinguido por la Fundación Konex como una de las cinco figuras de la década en el área de la difusión científica, y seis años después recibió el Premio Nacional Bernardo Houssay de la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Nación.