"Mi mamá, Dina Roboira, bailaba folclore y fue quien me conectó con las danzas desde la infancia, y posibilitó muchas cosas que hice en Buenos Aires con el folclore. Lo bailo con sentimiento porque es una danza muy profunda que traigo desde la cuna, más entrañable en mí que el tango".
"El tango nació en mí como una curiosidad. De chico no me gustaba porque mi papá -Oliver Bellier- tocaba el bandoneón y lo escuchaba siempre, pero al mudarme a Buenos Aires y vivir el desarraigo me conecté con su submundo y descubrí que es un estilo de vida para los porteños. Ellos salen de trabajar a las siete de la tarde pasan por la milonga a bailar un ratito antes de volver a casa para llegar, abrazarse a un desconocido, conectarse a la música y desplazarse... es muy especial. Ahí descubrí algo que el folclore no me brindaba. Tuve que vivir un montón de cosas, tener más años de vida para poder reconocer al tango y disfrutarlo, porque es una danza en la que te conectás con vos mismo y con el otro a través del abrazo. Puede ser en el recuerdo, en la nostalgia, las pasiones... cualquier sentimiento brota y se transforma en movimiento en el abrazo. Al menos éso siento al bailar. Más allá de quien me acompañe en ese momento, trato de llevarla y transmitirle lo que siento cuando interpreto la música. Nadie interpreta un tango de la misma manera, nunca se baila dos veces igual".
"Volví de Buenos Aires en 1999, y terminé mis estudios en el Liceo Municipal Antonio Fuentes del Arco. Presenté mi curriculum en varios lugares y me llamaron del Centro Cultural Provincial, donde inauguré el Taller de Danzas Folclóricas. Poco a poco me metí en el taller de tango que funcionaba allí sin decir que tenía formación ni que era bailarín. Pero tiempo después descubrieron que bailaba y que tenía una vocación docente y me propusieron ser ayudante del taller que por entonces dirigía un señor de apellido Vera; y terminé con una colaboración mensual para poder continuar con las clases. Allí ví chicos que tenían capacidades para tener una formación artística y los convoqué para formarlos. Primero se hizo una muestra con los alumnos del taller con quienes formamos el Che Tango Ballet. Fue lo más importante de mi vida artística, porque avoqué mi vocación docente, la experimenté y enriquecí. No pude continuar con el proyecto por razones de idiosincrasia, por no prepararlos para más de lo que me habían dado. Me volví muy exigente y me cansaba de exigir y no lograr lo que quería. Eso me fue desgastando, y de regreso de una hermosa gira por Brasil pusimos broche al Che Tango".
"Dos años después del Che Tango se formó Acuarelas, primero con gente del taller de folclore, luego del tango y más tarde con el de salsa... Con ellos armé un elenco y, a partir de los intereses de la mayoría, orienté a Acuarelas como grupo. Acuarelas definió mi trabajo artístico de todos esos años, porque integró todas las danzas. Hacíamos todo, desde danzas afroamericanas hasta tango, todo. Se hizo lo que se pudo, y a la gente le gustaba. Se lograron cosas lindas, lo disfruté mucho, pero tiempo después me alejé del Centro Cultural por diferencias con la institución, y la falta de horas y el desgaste me provocaron ataques de pánico y fobias.. Así fue como paré. Hace cuatro años me despedí de Acuarelas y de la danza, y hasta pensé en no bailar más..."
"Mi incursión en el transformismo fue una sorpresa, casi una casualidad. Para Acuarelas escribí un personaje cómico femenino que sólo me animé a hacer en el última presentación. Tiempo después Marcelo Boscarol, mi actual representante, me propuso hacer el personaje en un cabaret de Santa Fe como hilo conductor del show de las bailarinas. Así nació "La Tía'. Nunca antes había hecho transformismo. Tengo como referentes a Juan Carlos Viviani y a Pablo Millán, los mejores de la región, y no sólo logré que la gente conociera al personaje en ese lugar, sino proyectarlo fuera... Hace un año, el mismo empresario inauguró un local en Córdoba donde hago el personaje de La Tía para todo tipo de público en un show de café concert. Nunca pensé que lo iba a tomar con la misma seriedad con la que tomé el tango, el folclore y la salsa. Hoy estoy completamente dedicado a este personaje que me da las satisfacciones que no me dio la danza. Tengo una conexión diferente con el público y logro fusionar todo: teatro, danza, canto y actuación. Es raro verme en este personaje para quienes me conocen del folclore o del tango, pero siempre busqué lo diferente, sin llegar a ser trasgresor. Soy un artista ante todo, y hoy el transformismo es mi arte, mi forma de expresarme sobre el escenario".
Bellier es de Alejandra, Departamento San Javier, donde se inició en el folclore "en un centro tradicionalista llamado Los Chúcaros". A los 17 años emigró primero a Santa Fe y luego a Buenos Aires para estudiar diseño gráfico, pero en cambio "me tomé más en serio la danza, que es lo que me gustó siempre pero no sabía si iba a ser mi medio de vida".
En Buenos Aires, "empecé a estudiar tango en los centros culturales barriales, en las milongas. Vivía en Flores y empecé ahí, y después en la milonga Santo Tomás de Almagro. Corría 1993, aún no existía el profesorado del tango, así que hice varios cursos en la Academia Nacional del Tango y con otros maestros como Miguel Angel Soto, María Nieves y Horacio Godoy -hermano de Mora- que daba clases en Almagro".>
De regreso a Santa Fe, egresó como Profesor en Danzas Folclóricas Argentinas y Zapateo en el Liceo Municipal Antonio Fuentes del Arco. Durante algunos años dirigió los talleres de folclore, tango y salsa del Centro Cultural Provincial, y desde hace dos interpreta a La Tía en un show de café concert en Córdoba, en su primera incursión en el transformismo. Allí "estoy completamente en el anonimato porque no puedo poner mi nombre por sobre el personaje, pero no me importa".>