Entrevista con el periodista, matemático y divulgador científico
Paenza propone enseñar una matemática “con más vida”
Adrián Paenza se convirtió en un best seller con su libro repleto de problemas, enigmas y curiosidades. “La matemática que se enseña en los colegios es aburrida”, dice.
Mariela Goy
Martes 11 de noviembre (que en el calendario anual es el mes 11). Un bar de Buenos Aires ubicado en la esquina de Billinghurst y Las Heras, a 4 cuadras de Canal 7 (4+7=11). Adrián Paenza se acerca a la mesa para iniciar la entrevista. Acababa de grabar el programa Científicos Industria Argentina, en esa televisora pública. La cuenta total de la coca light que él pidió, más una botellita de agua mineral, suma 11 pesos. ¿Coincidencia? Tal vez. O posiblemente sean meros números, con los que convivimos a diario, multiplicamos o restamos casi en piloto automático, sin advertir que son parte fundamental de un universo sorprendente, vivo y para muchos insondable: la matemática.
En esa disciplina se especializa Paenza, ex periodista deportivo, doctor en Matemática y profesor de la UBA. Conduce programas televisivos de divulgación científica, escribe en diarios y, por si fuera poco, ha sabido transformar la árida matemática en un best seller. “También toqué en una orquesta de música clásica”, añade, para que no queden dudas de los variados puertos adonde lo llevó la “curiosidad”, según el mismo dice.
Paenza vive en Chicago, Estados Unidos, desde el 2002 y visita la Argentina sólo dos veces al año. En esta oportunidad, su apretada agenda incluyó la presentación de la cuarta edición de Matemática... ¿Estás ahí? Episodio 100. El libro es un éxito editorial y lleva vendidos más de medio millón de ejemplares en sus tres primeras entregas.
—¿Por qué tiene “mala fama” la matemática?
—Tiene mala fama porque lo que se enseña y cómo se enseña en los colegios es una cosa aburrida, muerta, sin aplicaciones en la vida cotidiana. Entonces, el rechazo que produce en la gente joven y también en los adultos es natural. Menos mal que tiene mala fama porque eso denota que todavía hay cierto grado de salud mental y que la gente se resiste a hacer cosas que no disfruta.
—Sin embargo, por lo general, los profesores convencen a los alumnos de que deben aprender la materia así como la dan, porque les va a servir en un futuro para sus vidas.
—El tema es cuándo llega ese “más adelante”. Supongamos que uno quiere aprender a manejar, sabe que tiene que pasar en algún momento por situaciones incómodas donde el que está al lado le va a gritar, lo va a humillar. Pero uno se banca eso porque en el fondo sabe que, cuando aprenda a manejar, va a estar preparado para hacer algo que necesita en su vida. Eso es lo que no se ve con la matemática que se enseña: hay que pasar por un calvario, pero, ¿después, qué? ¿En qué mejoro? Si fuera que yo después podré jugar mejor al videojuego o tendré la habilidad de patear una pelota para que se cuelgue en un ángulo con efecto, entonces valdría la pena que hiciera el curso. Al no encontrarle ese sentido, la reacción negativa es natural.
—¿Está atrasada la didáctica de la matemática?
—No sólo está atrasada la didáctica, sino que, conceptualmente, la matemática que se enseña en los colegios es la misma de hace 400 años, servía para otro momento. Hoy la disciplina tiene una vida distinta y no se la exhibe. Lo que la gente cree que es la matemática, es apenas una parte muy tangencial. Esencialmente, creo que se podría exigir que los cursos sean distintos, que se enseñe una matemática con más vida, que tenga que ver con lo cotidiano. El problema es que uno les da respuestas a los chicos de preguntas que ellos no se hicieron y, entonces, es muy aburrido.
Abrir el debate
—¿Cuál es, entonces, la matemática que se debería enseñar en las escuelas?
—No sé si soy la persona indicada para decirlo. Lo que puedo hacer es un diagnóstico de la situación y pienso que así como se enseña está mal. Entonces, habría que mezclar y dar de nuevo; discutir el problema. Si todas las generaciones de chicos tienen dificultad con algo, en lugar de pensar que el problema está en los chicos, hay que advertir que está en ese “algo”. Ahora, si ese “algo” fuera imprescindible para vivir, entonces uno lo debería estudiar porque sabe que de eso depende la vida. Pero se complica cuando a uno le dicen que esto le va a servir en algún lugar que es etéreo y que no se sabe cuándo llegará.
—El cambio, ¿debería empezar por el docente?
—El maestro es el instrumento que sirve como intermediador, motivador, pero no sé si habría que empezar por ahí el cambio. Hay que arrancar por discutir qué se enseña y ayudar al maestro porque él tiene miedo también, porque se preparó para enseñar una cosa y, después, se le dice que tiene que enseñar otra. Se trata de una tarea conjunta, en la que intervienen muchas variables, y que no tiene una solución fácil.
—Sus libros son una prueba de que se puede hacer que guste la matemática masivamente... ¿Por qué no se puede hacer lo mismo adentro del aula, que es un espacio mucho más reducido?
—En mis libros no se encuentra la matemática que se enseña en las aulas; la llamamos igual, pero son dos cosas diferentes. Quiero aclarar que yo no inventé lo que está escrito, simplemente seleccioné material que conozco y la forma de presentarlo; ahí se ve mi mano: en qué comunicar y la forma de hacerlo. Después, los temas son todos conocidos, y muy raramente aparece algún problema que se me haya ocurrido a mí. Si hubiera sabido que iba a pasar esto con los libros, los habría escrito hace 20 ó 30 años.
La belleza de la pregunta
—Si tuviera que recomendarle a algún estudiante por dónde entrar en este mundo tan amplio que es la matemática, ¿qué le sugeriría?
—Es muy complicado, es como decirle por dónde empezar a relacionarse con la literatura. En realidad, se podrían disparar algunas preguntas que el chico ya tiene. La tarea del docente es la de generar preguntas, no la de dar respuestas. Si el joven está interesado y curioso, después buscará la respuesta; pero la cuestión es darse cuenta de dónde está la pregunta. Digamos: la belleza está en la pregunta, en “entretener” en la cabeza un problema que no sale, que no está resuelto.
—Para aprender matemática, ¿hace falta mucha disciplina en el estudio o algún talento especial?
—Uno aprende equivocándose. Los científicos publican muy poco de lo que hacen, a lo mejor tienen 3 ó 5 publicaciones en toda la vida, y esto quiere decir que se han equivocado un montón de veces. El mundo está hecho por las personas “promedio”, que somos la mayoría. Hay que aprender a ser una persona regular y valorar eso.