EN GINEBRA
La nueva “Capilla Sixtina”, inundada de colores
EN GINEBRA
La nueva “Capilla Sixtina”, inundada de colores
La cúpula, de 1.400 metros de superficie, recrea la superficie del mar.
Foto: EFE.
El artista español Miquel Barceló inundó la cúpula de la sede de Naciones Unidas en Ginebra, conocida ya como la nueva “Capilla Sixtina”, con 35 mil kilos de pintura de vivos colores.
BELÉN PALANCO
EFE
El artista español Miquel Barceló ha inundado la cúpula de la sede de las Naciones Unidas en Ginebra, conocida ya como la nueva “Capilla Sixtina”, con 35.000 kilos de pintura de vivos colores, alejados de los blancos, negros y ocres que abundaron en su obra anterior.
Barceló (Mallorca, 1957) habló en una entrevista sobre la influencia de los colores de Mali, adonde ha viajado en los últimos años, en su magna obra ginebrina, que inauguraron en noviembre los reyes de España.
La nueva paleta que Barceló ha utilizado en la cúpula de la Sala de los Derechos Humanos y Alianza de las Civilizaciones de la ONU ha evolucionado hacia tonos vivos, abandonando los blancos, negros y ocres, una cuestión que el artista relacionó con las acuarelas que pintó en Mali desde el 2003 hasta el 2005, y que son mostradas ahora en el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga.
Los colores saturados de la vestimenta de las mujeres retratadas en esos dibujos aguados son los que ha trasladado a la cúpula “gigantesca” de la ONU en un afán “extremo” de creación, para abarcar un tema simple y potente: el oleaje del mar visto en un techo de una sala que es como una cueva.
Dos conceptos que chocan: cueva y mar; pero, para Barceló “el arte es unir opuestos, cosas irreconciliables” en una cúpula -de 1.400 metros de superficie- que recrea “la superficie del mar” en su alegoría del “exterior” y “la cueva, del interior”, y cuyo oleaje -unas siete olas- está diseñado en el eje cardinal sur-norte.
Esa “multiplicidad de puntos de vista -según el pintor- es una especie de metáfora perfecta para las Naciones Unidas”, en la que se muestra “el mar al revés”, es decir, una visión de un fenómeno de la naturaleza imposible de ver ni “como buceador” y traducido a un contexto plástico.
El artista argumentó que, cuando se bucea, la percepción del “mar es suave” y “no rompiente como estas crestas” o estalactitas -hechas de un material plástico llamado nepóxido- que penden de la cúpula y que coloreadas aportan “diferentes niveles de imagen”.
Así, narró que cuando “entras en la sala ves el blanco de la espuma del oleaje, después el gris-verdoso del tono del mar y adentrándote un poco más percibes colores muy vivos”.
De ahí que, en la cúpula de la ONU, Barceló admite que haya “más colores que en ninguna obra” suya anterior, debido a que tuvo “una necesidad física del color” y a su retina moldeada también en África, continente que adjetiva como una “fiesta para los ojos”.
Así, la relación entre Mali y la cúpula de la ONU no es fortuita para este pintor, que se autocalifica de “más bien sobrio”, pero que pasa temporadas en dicho país subsahariano desde 1988, porque allí experimenta con los elementos de la naturaleza en sus pinturas.
OBRA MAGNA
Por otro lado, pintar el techo no ha sido una solución nueva en su carrera, como recordó Barceló, pues “lo hacía en los años ‘90” en lienzos de dos o tres metros de diámetro en los que las “estalactitas saltaban a la vista, de una forma un poco erizada”.
En éstos representó, a base de capas gruesas y superpuestas de pintura, escenas de “peces con muchas espinas, es decir peligrosos” en una estancia en La Graciosa, en el archipiélago de las Canarias.
Pero admitió que los problemas procedieron de varios factores: su interés por no “rebajar la intensidad de los colores”, garantizar que su “cueva duraría” y perduraría en el tiempo, y conseguir que las estalactitas pareciesen generadas por un proceso de la Naturaleza.
Asimismo, el artista señaló que la cúpula “nunca se ve como una sola unidad”, porque “es tan grande que nunca -afirmó- ves toda la obra; sólo un fragmento”, de ahí que sea un “lugar ideal para que parezca el infinito” con “armonías inauditas del agua”.
Barceló apuntó que ahora se encuentra en un estado de “conocer más en profundidad” todo lo que le rodea, y añadió que el proceso “experimental” de Ginebra sustituyó en cierta medida lo que hace en Mali: investigar nuevos medios de creación con la pintura, principalmente.
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Arte que inspira
El rey de España elogió la “indudable belleza creativa y fuerza expresiva” de la cúpula de Miquel Barceló, que presidirá las reuniones de la Sala XX del Palacio de la ONU en Ginebra, con la esperanza de que este renovado espacio “facilite los acuerdos para impulsar la dignidad del ser humano”.
Los reyes de España y el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, inauguraron esta sala junto al presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, quien valoró, por su parte, la “impresionante cúpula” de Barceló como reflejo de la España del siglo XXI, un país -dijo- solidario, comprometido con la ayuda al desarrollo y contra la intolerancia, la discriminación y la pobreza.
A la inauguración de esta sala, remodelada por España y rebautizada como “de los Derechos Humanos y la Alianza de Civilizaciones”, asistió también el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, copatrocinador junto a Rodríguez Zapatero de la iniciativa de diálogo internacional que Naciones Unidas homenajea con el nuevo nombre otorgado a este espacio de reuniones.
En su intervención, Don Juan Carlos recordó su visita de hace tres años a Ginebra, de donde surgió el compromiso español para hacerse cargo de la remodelación integral de la Sala XX, en el marco del 60º aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos.
Los 1.400 metros cuadrados que presiden la cúpula pintada por Barceló, uno de los espacios más grandes del Palacio de las Naciones de Ginebra, serán el lugar habitual de reuniones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
“Nada mejor que el arte como lenguaje universal para expresar los valores, principios y misiones que inspiran a las Naciones Unidas en torno al ser humano y al mundo”, expresó Don Juan Carlos.
Tras destacar la “trascendencia y vitalidad” de los trabajos que impulsa la ONU “al servicio de un mundo en paz, más próspero, más libre, más justo y más unido”, el rey dedicó asimismo un recuerdo a la “espléndida aportación” de España a las Naciones Unidas que supuso la donación, en 1936, de los murales de José María Sert a la Sala del Consejo de la antigua Sociedad de Naciones.