Arqueoastronomía
Calendarios solares indígenas: el otro Año Nuevo
Guiados por los ciclos del sol, los pueblos originarios desarrollaron sus calendarios. Topógrafos e ingenieros, junto con antropólogos y arqueólogos investigan los observatorios solares prehispánicos para conocer las cosmovisiones de esos pueblos.
Un indígena ecuatoriano prende un altar con motivo de la fiesta Inti Raymi o fiesta al dios Sol.
Foto: Archivo El Litoral
(C) Prensa UNL - El Litoral
Esta noche, todos vamos a estar pendientes del reloj, esperando las 12 listos para festejar la llegada del nuevo año. Pero más allá de los brindis y abrazos, el paso de un año al otro sucede en el medio de una noche como cualquier otra en nuestro calendario.
Sin embargo, no siempre fue así ya que de acuerdo con calendarios indígenas del hemisferio sur, el año comenzaba con el primer rayo de sol del 21 de junio; mientras que en el hemisferio norte se iniciaba el 21 de diciembre. No son días puestos al azar, sino que coinciden con puntos clave del ciclo solar: los solsticios que fueron identificados por observación.
“Los calendarios de los pueblos originarios se pueden ver. Nosotros en nuestra cultura occidental no podemos hacer eso, sino que nos regimos por calendarios que se imaginan y en los que confiamos”, explicó el ingeniero Julio Bonilla de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, de Colombia quien visitó la Universidad Nacional del Litoral (UNL) para participar del X Congreso Nacional y VII Latinoamericano de Agrimensura en 2008.
Muchos de los pueblos erigieron obras de ingeniería donde se alinearon piedras u otros hitos con los puntos de referencia en el horizonte para trazar el calendario de 365 días. Se trata de estructuras de gran precisión donde se indican los puntos precisos de los solsticios y equinoccios en el ciclo solar.
Actualmente, investigadores de diversas ciencias trabajan en conjunto para tratar de comprender estas cosmovisiones. Es un trabajo transdisciplinario entre astrónomos, arqueólogos, topógrafos, etnógrafos y antropólogos que pretende reconstruir la historia a través de las obras de ingeniería. Uno de los calendarios más conocidos está en Machu Picchu, pero existen otras estructuras similares en todo el mundo, incluso se cree que en Argentina.
La fiesta del sol
A lo largo de los 365 días del año, el sol aparece en el horizonte en diferentes puntos, pero en el solsticio de invierno -es decir, cuando el sol alcanza el cenit sobre el Trópico de Cáncer - se detiene y aparece tres días por un mismo punto.
Según Bonilla, ese momento del calendario era identificado como una festividad, no sólo para pueblos americanos sino también en culturas europeas.
“Se trata de un ciclo que uno lo ve, donde se materializa el tiempo en ese primer rayo de sol que sale en la montaña y uno puede ver ese nuevo año. Para las cosmovisiones de los pueblos andinos, ese haz primero de luz da energía y por eso lo esperan con sus palmas hacia el Sol”, detalló.
La arqueoastronomía
Para tratar de dar significado a diferentes estructuras antiguas que se encontraban en todo el mundo, desde la década de 1930 se está gestando una nueva disciplina: la arqueoastronomía.
“La arqueoastronomía la iniciaron principalmente antropólogos, haciendo apreciaciones muy aproximadas. Nosotros como topógrafos e ingenieros estamos tratando de precisar técnicamente alineamientos”, explicó.
El estudio comienza desde la indagación de la astronomía antigua -previa a la cultura occidental- que tiene estrellas con diferentes nombres y otras constelaciones. “Hay que ver como veían los pueblos ancestrales su entorno”, sostuvo Bonilla.
En este trabajo, luego se continúa con la colaboración de herramientas de la topografía, la geodesia y la cartografía que permiten ayudar a dilucidar si las interpretaciones antropológicas de estas estructuras son válidas.
Existen diversas técnicas con diferentes grados de exactitud y complejidad de las que se valen los investigadores. Desde la brújula y la cinta métrica hasta sofisticados GPS, todos se utilizan con el fin de recolectar datos, realizar mediciones y observaciones para analizar sus significados.
“A partir de este tipo de elementos podemos volver a mirar nuestras raíces, lo que éramos”, indicó el especialista y agregó: “Hablamos de interdisciplinariedad porque más allá de identificar un observatorio lo que nos interesa es que podemos recuperar la simbología, el pensamiento y el equilibrio del hombre con el medio ambiente”.
En Argentina
En la provincia de Tucumán existe una estructura, los Menhires, compuesta por columnas fálicas similares a otras que se encuentran en Colombia y Perú. Esta reserva arqueológica situada a 15 km de Tafí del Valle cuenta con unos 50 megalitos que, de acuerdo con las especulaciones de arqueostrónomos incluyen un calendario solar.
Pero el estudio de estas estructuras no es fácil. “Las petras han sido movidas por el gobierno, perdiendo todo el significado astronómico, cósmico, topográfico que pudo haber tenido”, contó Bonilla.