Inicio del calendario académico en la UNL
Ingreso universitario: miedos y
anhelos en una elección de vida
Inicio del calendario académico en la UNL
Ingreso universitario: miedos y
anhelos en una elección de vida
El salto de la secundaria a la universidad implica un cambio radical para muchos jóvenes: nuevos sacrificios, rutinas y horarios más exigentes, independencia, temores y expectativas. Una radiografía de los ingresantes 2009.
Los pasillos de las distintas facultades de la UNL recibirán a 6.486 nuevos estudiantes para el ciclo académico 2009.
Foto: Néstor Gallegos
Luciano Andreychuk
landreychuk@ellitoral.com
Son las 10 de la mañana en la histórica facultad de Derecho de la UNL. La solemnidad que se respira por sus pasillos de mármol se rompe con el balbuceo inseguro de una pregunta: “Eh... perdón, ¿acá inscriben para el cursado del primer cuatrimestre?”, dice Nico, 18 años, con una remera de la banda Intoxicados y profuso acné facial, dirigiéndose a un coordinador del centro de estudiantes. La simple anécdota es una síntesis de la dimensión experiencial que supone el ingreso a la Universidad (la mayúscula ya atemoriza un poco): miedos, inseguridades e incertidumbres, la angustia por el desarraigo para muchos que vienen del interior, la plata que no alcanza más que para apuntes. Y la lista sigue.
¿Cómo es el ingresante promedio de la universidad pública? ¿Cuáles son sus aspiraciones, sus temores más difíciles? ¿Está absolutamente seguro de la carrera elegida, o hay dudas? ¿Siente que la secundaria lo ha preparado lo suficiente para afrontar las exigencias de la educación superior? ¿Cómo es la adaptación a la gran ciudad y a las exigencias de estudio? En un intento por esbozar algunas respuestas para tantas preguntas, El Litoral realizó una recorrida por varias facultades de la Universidad Nacional del Litoral para sumar aportes hacia una radiografía subjetiva del ingresante 2009.
¿(Des) orientación vocacional?
La primera inquietud surgida fue si los ingresantes están seguros de la carrera que han escogido, quizá una de las variables de incidencia directa en los niveles de deserción universitaria. La elección ¿ha sido debidamente: premeditada, improvisada o forzada? Las opiniones fueron variadas: “No tuve dificultades para decidirme”, dijo Claudio, oriundo de San Javier. “En la escuela se hacían talleres de orientación vocacional, pero yo ya estaba seguro de querer seguir abogacía”, aseguró. “A mí tampoco me costó decidirme”, coincidió otro estudiante.
“Yo nunca me senté para meditar a conciencia qué iba a estudiar, es la verdad”, se sinceró Gonzalo. “Había pensado en seguir martillero público, pero me decían: “Es muy poco lo que se gana’. Al principio tenía miedo de todo lo que hay que estudiar para llegar a ser abogado, de memorizar artículos, resoluciones, etc. Pero no parece ser tan complicado, a juzgar por el curso de nivelación”.
En Económicas, las opiniones fueron más coincidentes. “No pensé mucho en la carrera, no fue algo muy evaluado. Me gustaba la administración contable, y eso es todo”, abrevió Juan. Otros dos ingresantes se expresaron en la misma línea.
El costo de estudiar
La preocupación por llegar a fines de mes está muy presente en los ingresantes: “Estudiar es carísimo. Nosotros somos del interior y nos cuesta mucho pagar un alquiler”, se quejó Gonzalo. “La gente de la ciudad no tiene ni idea de algunos esfuerzos “extra’ que tenemos que hacer los que venimos de afuera”. Y Claudio, también provinciano, añadió: “Para mí, por ejemplo, salir a bailar va a ser casi imposible. Tendré que recortar todos los gastos que pueda, privarme de muchas cosas si quiero empezar bien mi carrera”.
“Soy de Chaco y para volver debo pagar más de 200 pesos de colectivo. Por eso, muchos chicos como yo que residen en Santa Fe pero son oriundos de lugares lejanos, sólo podemos regresar para ver a nuestros parientes con suerte dos veces al año”, se lamentó José, otro ingresante.
Con respecto a la comida, los consultados respondieron casi al unísono: “Cada uno se la “rebuscará’ como pueda, es así. Todos padecemos una terrible inflación que nos está secando los bolsillos, así que para todos los estudiantes se hace difícil. Lo que nunca va a faltar en nuestras escasas alacenas son tres cosas: fideos, arroz y yerba”, sonrieron.
Proyecciones
Otra de las inquietudes fue saber cuáles son las expectativas de los ingresantes respecto del tiempo que, creen, les llevará terminar sus estudios superiores. En este sentido, casi todos los consultados mostraron seguridad en sus apreciaciones: la carrera es prioridad, y luego vienen otras instancias de capacitación, pasantías o actividades paralelas (trabajos temporarios, etc.).
“La idea es llevarla al día y no atrasarme. Le dedicaría tiempo a algún curso de especialización, por ejemplo, pero terminar la carrera será la prioridad”, refirió Andrés, otro ingresante a Derecho. “Sé que es muy difícil peor no es imposible. Voy a ponderar el estudio antes que otras actividades”.
LA CLAVE
Diversificación
De acuerdo con los datos de El Paraninfo, se siguen escogiendo mayoritariamente las profesiones tradicionales como abogacía, ciencias económicas y arquitectura, pero hubo una retracción de ingresantes a estas carreras (ver infografía), debido en parte a la diversificación académica (se ofrecen 77 carreras de grado y pregrado).
Relevamiento institucional
6.486 ingresantes habrá en el ciclo académico 2009 de la UNL.
6 de cada 10 aspirantes son mujeres (58,02 % del total).
1.748 jóvenes provienen de otras ciudades de nuestra provincia.
21,33 % de los ingresantes tienen entre 17 y 20 años.
ADEMÁS
La sesión del ovillo
En un aula de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas, había un grupo de 20 ingresantes sentados en ronda circular. Dirigían la charla dos coordinadores del centro de estudiantes. El motivo del encuentro se resumía en un cartelito ubicado en unos de los paneles del hall de entrada al edificio: “Jornada de ambientación y bienvenida para ingresantes”.
Allí, cada uno de los presentes (jóvenes de entre 17 y 21 años, en su mayoría) contaba sus temores y expectativas, de cara al inicio de clases. La metodología era la siguiente: uno comenzaba a hablar, ovillo de hilo en mano y, al terminar su relato, se lo lanzaba a otro, quien debía confrontar el miedo a la exposición pública y abrirse a los presentes. Una forma didáctica de romper ese hielo del primer encuentro entre extraños que, pronto, serán compañeros de estudio.
Allí, El Litoral pudo tomar registro de un miedo latente y masivamente compartido: el de la adaptación a los ritmos y exigencias del estudio académico. Esta inseguridad tiene su medida lógica y esperable, pero hay una cuota de responsabilidad en las deficiencias de la escuela secundaria: “No sé cómo voy a hacer para estudiar tantos apuntes. Tampoco sé qué método de estudio es el adecuado: cuadros sinópticos, resúmenes, subrayados. Nunca nos explicaron bien en la secundaria”, dijo Juliana, y alentó la adhesión de varios presentes.
El ovillo era arrojado una y otra vez. En el centro de la ronda circular, el hilo empezaba a enredarse y tejer una maraña desprolija de miedos y angustias. Pero también de grandes esperanzas y proyectos de vida.