Dichos de Jorge Leonidas Escudero
Dichos de Jorge Leonidas Escudero
Ediciones en Danza, que ya ha publicado de Jorge Leonidas Escudero: “A otro hablar” (Antología , 2001); “Verlas venir” (2002); “Andanzas mineras” y “Endeveras” (2004) ; “Divisadero” (2005); “Tras la llave” (2006) y “Caza nocturna” (2007), presenta ahora “Dicho en mí”, un volumen que refirma el lugar excepcional que este poeta sanjuanino nacido en 1920 tiene en el panorama de la poesía argentina actual.
Jorge Leonidas Escudero en su casa. Foto: Enrique Butti
Y sí
Quiso decirme lo que yo tenía
en la punta del lápiz y no sabía escribirlo.
Vino de la sombra, de alivio,
llegó como el hipo que se mueve solo.
Porque es otro el que sabe
debo esperar a que hable.
Si yo abro la bolsa de palabras antes
y elijo,
saco lo que no sirve.
Fue un relámpago y dijo
lo que dijo, pasó. Quedé
con la boca abierta ¡Ah eso es!
Es que se me en el oído
asentó un pájaro y dijo lo que yo intento aquí.
Non aurum vulgi
Refucilo de luz en el silencio allá
en los confines onde
lo recién visto ha desaparecido
Es lo que eso es
un relámpago que sale del vacío.
¿Esto será qué?
Porque es ver de golpe, darse cuenta uno
de lo que está más allá. Ntonces
abrí bien loj ojito, estoy hablando
de lo que ilumina lo oscuro.
Y cuando estés seguro de haber visto una verdá
sorpresivamente como un hipo,
bajá la cabeza reverente, agradecé
que te diera una mano lo desconocido.
También en tren
A la ventanilla del tren voy pegao
viendo pasar árboles en tanto
espero ver asome
el lugar donde quedarme.
Y al verlo diré aquí está, pero,
pero sorpresivamente se me scapa.
Vivir este chispazo
es nada más que soñar,
y si arrugo el ceño queriendo ver más
es peor y menos veo.
Ntonces:
¿Es mentirme a mí mismo buscar lo que no?
Puede que así sea pero estoy
gastando muchos pasajes en tren
y a veces en ómnibus para no llegar.
Soliloquiar
Estaba soñoliento nun banco de la plaza
cuando la soledá vino a decirme: ¿Qué
mirás tanto de reojo acaso esperás
una chispa de la verdá última?
Me despabilé
y se me a la cabeza vino que
mirando así de refilón
a veces cacé una mariposa
y la puse en un verso.
Ntonces a la soledá no le gustó
mi pensamiento,
parece que tenía ganas de pelear,
y dijo vos creíste
que eso que cazaste era una mariposa
cuando muchas veces fue sólo una mosca negra.
Me levanté del banco y caminé diciéndole:
Señora, no sea imprudente.
La soledosa replicó:
Chas moscas negras dejaste nel papel
clavadas con alfiler,
¿de qué te laj dai ahora?
Puede ser, musité, pero por ahí
alguna mariposita garré
y eso es lo bonito, lo fiero
dejémoslo de lao, adiós me voy a dormir.
Todavía
M’encontré nel suburbio donde vegeto
con un otro vejete de los que me junto
para recordar ausencias.
E al bar de don Douglas fuimos a ver
si aún tomábamos un traguito.
Llegamos y entre salú y salú
sacamos la cuenta de los amigos muertos.
Nombrados uno a uno fueron como cuarenta.
¿Qué divertidos no?
Hablamos de lo ayer jamás y nunca.
Nos pusimos alegres y cuando conté un chiste
largamos toses y carcajadas a granel,
sí, aquicito nomás
casi en la puerta de nuestra total ausencia.
Valle de la Luna, San Juan. Foto: Archivo El Litoral
Escudero en un retrato de Malena Peralta.