Para Jorge Onofri
Para Jorge Onofri
El Proyecto Aula Ciudad abarca al Festival Internacional de Títeres Trotamundos 09, una propuesta pensada para todo público. Onofri ya está trabajando con un equipo de titiriteros del Teatro de Títeres Municipal y con más gente interesada en el proyecto. Foto: Guillermo Di Salvatore
“Sin arte el mundo sería
de una aridez desesperante”
Coordinador del taller que pondrá en escena la obra “Pedro y el lobo”, en el Festival Internacional de Títeres que tendrá lugar en Santa Fe en junio y con 35 años en la profesión, es actor, titiritero y docente. “Quien crea que la libertad artística es no tener compromiso, que se dedique a otra cosa”, advierte.
Juan Martín Alfieri
La contundencia de su honestidad intelectual hace que las palabras de Jorge Onofri adquieran un sentido visceral. La fascinación que los títeres generan sobre los espectadores es la misma que él mismo provoca a quien le presta el oído. Si 35 años de profesión otorgan autoridad a sus posturas, una vida dedicada al arte titiritero exige el más profundo de los respetos.
Onofri está al frente del taller que pondrá en escena “Pedro y el lobo” en el Festival Internacional de Títeres “Trotamundos “09” que se desarrollará en junio en Santa Fe. Por eso viaja mensualmente desde Cipoletti, provincia de Río Negro, a nuestra ciudad. De vocación y voluntades; del rol del arte y la exasperación del árido mundo; de compromisos y formas de enseñar; de todo esto, y un poco más, va esta conversación.
Retrospectiva
—¿Por qué dedicarle una vida a los títeres?
—Nunca pude responderme esta pregunta. Empecé a hacer teatro de muy chico, allí arrancamos con un taller de títeres. Tengo un débil registro de ese momento, aunque recuerdo que me atrapó, sobre todo, porque me permitió poner en marcha espectáculos rápidamente, llevarlos a las escuelas y transmitir un mensaje concreto y potente que tenía que ver con el profundo grado de politización en el que estaba sumergido; mis compañeros y yo teníamos una fuerte conciencia social y el títere fue una herramienta eficaz para transmitir esas ideas.
—¿Qué destacás del títere?
—Algo fundamental es su practicidad; aunque es un arte complicado al momento de crear el actor, una vez que lo tenés, te sigue sin resistencias, cosa que no te pasa con una compañía; no hay que lidiar con problemas de cartel. Además, tiene un aspecto muy poderoso: su condición de objeto animado le otorga un misterioso poder sobre los espectadores; genera una fascinación que se logra a partir de la manipulación cuidadosa, más que preciosista, profunda. Cuando lo manejás con la conciencia de que estás dándole vida, produce un vínculo de comunicación muy potente con el espectador. Además, te permite una cosa maravillosa: romper las condiciones espaciales. Trabajado con creatividad y pasión, el títere no tiene límites.
—Sos de esos pocos y raros seres que cumplen de grandes sus sueños de chicos.
—Tuve la fortuna de nacer en una familia de buena posición económica, por lo que nunca tuve que plantearme disyuntivas respecto de qué hacer en la vida. No tuve conflictos de vocación, sólo hice lo que me apasionó. Desde siempre supe que iba a ser un bicho de teatro.
Vocación y posición
—Pero a la vocación hay que alimentarla con esfuerzo.
—También lo aprendí en mi casa. Mi familia se caracteriza por el esfuerzo, la pasión y la disciplina laboral. Cuando me dediqué al teatro, tenía incorporadas esas normas de funcionamiento. Quien crea que la libertad artística es no tener compromiso, que se dedique a otra cosa. Pocos oficios requieren el compromiso que demanda el teatro, sobre todo porque es poco valorizado, escasamente exitoso y con dudosa respuesta económica. Hay que romperse el alma.
—¿Tiene función el arte?
—Crear belleza: sin arte el mundo sería de una aridez desesperante. En líneas generales, el mundo me resulta hostil. Por eso vivo de esto, generando espacios de creación que me permitan, simplemente, tolerarlo. El arte no puede cambiar al mundo; creer que ésa es su misión es una idea utópica, que raya el absurdo. El arte cambia a quien lo practica y a quien es tocado por esa práctica, en un momento puntual, contagiando estados que, eventualmente, mutan y contribuyen a hacer más agradable la vida de la gente.
—Desmitifiquemos la idea de que el títere es simple de lograr.
—El títere, trabajado como se debe, pertenece a un universo teatral complejo. La mayoría de los titiriteros ignora esto y bastardea este arte desde sus entrañas. Se profundiza poco, se juega poco y prácticamente no se estudia como lenguaje particular. Muchos se encuentran, de casualidad, con el mundo del títere, aprenden lo básico y se quedan en esa etapa, como un hobby, como si no resistiera análisis. Por eso, se percibe facilismo donde en realidad hay complejidad. Por eso, son escasas las veces que aparece alguien que represente un salto cualitativo, que llame la atención.
En acción
—¿Cuál es tu fuerte?
—La dirección; tengo facilidad para construir el concepto general de lo que quiero para trabajar y, en función de eso, soy bueno para pedir lo que necesito que aparezca en la escena. Juego con la mixtura de lenguajes; el arte es como una ensalada: a más variedad de ingredientes, más sabroso es. Trabajo con la fragmentación de los espacios y utilizo diferentes técnicas en una misma obra. Busco que se vea la mano humana y temblorosa del titiritero, la sombra, el títere sobre la mesa; recursos que abren un abanico de sugestivas sensaciones para el espectador.
—No creerás en las musas...
—¡No! Las musas nunca me acompañaron. Creo, en cambio, en momentos de lucidez extrema; curiosos instantes de ramalazos que traen respuestas contundentes; relámpagos en los que surgen ideas tan claras, que asustan. Es que cuando me meto en un proyecto, me entrego por completo; trabajo obsesivamente. Claro, ¿cómo no van a salir las ideas? De lo contrario saldría humo de mi cabeza.
Formador formado
—¿Un maestro?
—El más grande fue Michael Meshke. Un maestro con el que trabajé diez años en Suecia. Maravilloso artista, como pocos en este mundo. Lo extraño cada día de mi vida porque con él asimilé que el teatro de títeres puede ser un arte central, un arte que tiene orgullo de sí mismo.
—¿Cómo lo conociste?
—En principio, a través de libros y revistas de teatro. Pero lo conocí en persona en un Congreso Internacional de Títeres de la Unión de Marionetistas (Unima) que se hizo en Córdoba en 1986. En ese marco, dictó un taller en Rosario y lo seguí. Trabajar con él fue un quiebre en mi vida. Al año siguiente, yo estaba en el Chaco en un encuentro de titiriteros y nos informaron que él otorgaría una beca para formarse en su taller. No lo dudé, le escribí la carta solicitando que me la diese y, efectivamente, así lo hizo. Partí un año después y me quedé diez años trabajando en su compañía; los mejores años de mi vida profesional.
—¿Por qué los titiriteros destacan tus talleres?
-Pese a que suelo aparentar generosidad, en realidad soy muy egoísta. Dictar un taller significa un placer enorme porque me es muy útil trabajar con gente nueva para experimentar lo que se me ocurre que, en la mayoría de los casos, son visiones que no puedo concretar solo. Experimento mucho mientras que en general sólo se suele enseñar lo que se sabe hacer bien. Nunca dejo de indagar nuevos caminos, de aplicar nuevas técnicas, de probar formas de crear espectáculos. Investigo constantemente. Y eso genera acontecimientos asombrosos.
—¿Algún ejemplo?
—El año pasado me sucedió algo fantástico en un pueblo de Catamarca. Fue en un albergue; estaba a la mitad de la escritura de una obra que tiene una temática muy fuerte. Buscando un poco de inspiración, agarré los retazos de textos y comencé a recorrer el patio. De golpe, me encontré con treinta camas de hospital tiradas, oxidándose al sol. Al lado, un pabellón vacío que antes funcionaba como un albergue de niños abandonados; una inmensa habitación descuidada y mugrienta; por los huecos donde imaginé que debió haber puertas y ventanas, el sol entraba, brutal, calentando el polvo y las telarañas. Y fue en ese instante cuando nació una puesta; tenía la escena perfecta frente a mí: ése era el hospital donde iban a cobrar vida los textos.
Armé una performance con los titiriteros con prototipos de muñecos antropomórficos hechos en papel, de estética cadavérica. Metimos todas esas camas en ese falso hospital, sin tocar nada; logramos lo que quisimos: era un hospicio abandonado, con cuatro cuerpos de viejos moribundos sobre ruinosos catres sin colchones. Terminamos llorando desconsoladamente, profundamente conmovidos. Conseguimos un fenómeno de comunicación con el público que, muchas veces, no lo lográs con obras que las trabajás durante meses.
ADEMÁS
El hacedor de la bella ilusión
Jorge Luis Onofri es actor, titiritero y docente. Comenzó su carrera en 1973. En 1988 viajó a Suecia para formar parte del Marionetteatern. Allí realizó cursos con Meschke, Nicolescu, Jurkowsky, Paska y Brogui. Entre sus premios se destacan el de la Bienal de Teatro Sueco (1993) y el de la Asociación de Críticos de Nueva York (1994). Además, creó la compañía Atacados (...por el Arte); fue coordinador del Área Arte Dramático y Literatura de la Dirección General de Cultura de Cipolletti, cargo que ha vuelto a ocupar desde marzo, y es director de la Escuela de Artes Escénicas La Caja Mágica de la misma ciudad.
“Pedro y el lobo” es el título de la obra que se realizará en junio próximo. Foto: Guillermo Di Salvatore
Los participantes del proyecto están entusiasmados por cómo se viene elaborando la propuesta. Foto: Guillermo Di Salvatore
Jorge Onofri es el poeta de las palabras y de las manos, con las que construye figuras entrañables. Foto: Guillermo Di Salvatore
EL DATO
Títeres en Arte Ciudad
Como en una mamushka, el trabajo de Onofri en nuestra ciudad se inscribe en el Festival “Trotamundos 09” que, a su vez, está abarcado en el Proyecto Arte Ciudad. Como en una mamushka, debemos desarmar las figuras siguiendo un proceso deductivo. Arte Ciudad es una propuesta de la Municipalidad de Santa Fe que hará que nuestra ciudad, durante junio, devenga escenario para las más variadas expresiones del arte. Será el I Encuentro de Expresiones Artísticas de la ciudad. En este marco, se desarrollará el Festival Internacional de Títeres “Trotamundos 09”, una propuesta pensada para todo público. Es dentro de esta iniciativa donde se inscribe el trabajo de Onofri al frente del taller que está produciendo “Pedro y el lobo”, espacio en el que coordina al Teatro de Títeres Municipal. Esta obra pondrá el broche de oro al Festival.