Su estudio sobre la inundación fue elegido en un congreso latinoamericano

En Perú premian a terapistas

ocupacionales santafesinos

El impacto ocupacional producido por la catástrofe de 2003 en nuestra ciudad fue investigado durante tres años por un equipo de terapistas ocupacionales locales, que obtuvieron un importante reconocimiento por su trabajo.

De la redacción de El Litoral

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La ciudad de Santa Fe vivió en el 2003 una dramática catástrofe: el río Salado desbordó y afectó a 130.000 habitantes, produciendo pérdidas de vidas y viviendas, y daños en la salud, fuentes de trabajo e identidad de personas, familias y comunidades barriales. La recuperación estuvo ligada a las posibilidades de las personas de reorganizar sus rutinas y ocupaciones, principalmente su casa y trabajo. Hay afectados a los que les llevó meses o años reconstruir sus vidas, y otros que aún no lo pudieron hacer completamente.

Una investigación centrada en “La modificación de los hábitos y rutinas de las personas afectadas por la catástrofe hídrica de 2003 en la ciudad de Santa Fe” obtuvo el primer puesto en el VIII Congreso Latinoamericano y I Congreso Peruano de Terapia Ocupacional realizado en Lima, del 30 de abril al 2 de mayo pasado.

De unos 200 trabajos expuestos, sólo dos resultaron premiados, y ambos son de la Argentina: uno de los profesionales locales en la categoría Investigación, y otro de terapistas de Buenos Aires en el rubro Trabajo Libre.

La investigación del equipo santafesino se desarrolló en el marco de los proyectos CAI+D de la Universidad Nacional del Litoral, desde octubre de 2005 hasta diciembre de 2008. El grupo está compuesto por los terapistas ocupacionales Milagros Demiryi (directora del proyecto), Carla Boggio (co-directora), Mariana Boffelli, Daniela Chapessoni, Mauro Demichelis y María del Carmen Heit, profesionales pertenecientes a la Escuela Superior de Sanidad, de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas.

Primero, enviaron un resumen del trabajo, que fue aceptado, y durante el congreso realizaron una exposición oral con apoyo gráfico. “Hubo un reconocimiento de parte de nuestros pares del trabajo científico sobre el impacto ocupacional de la catástrofe. La ponencia provocó una importante reacción en el auditorio del congreso, e incluso un reconocido terapeuta nos solicitó que expusiéramos las conclusiones en el marco de una conferencia suya”, comentaron Demiryi y Heit.

Un aporte

Durante 3 años, los terapistas fueron a nueve barrios del oeste de la ciudad más afectados por la inundación a recoger narrativas ocupacionales, entrevistas e historias de vida de damnificados. Consultaron a personas de diferentes edades, sexos, condición económico-social y ocupacional, que representaran a la diversidad del universo de inundados.

Demiryi y Heit sostuvieron que su trabajo tiene el valor fundamental de ser un aporte para la elaboración de políticas que contribuyan tanto a prevenir como a avanzar en la recuperación de los afectados. “Encontramos indicadores muy fuertes de problemas de salud y de todo tipo, que no fueron atendidos adecuadamente. Parte de la investigación consistió en detectar las necesidades que al día de hoy no han sido satisfechas, y aparecen: el trabajo, la vivienda y el hábitat seguro y justicia porque, mientras continúe la impunidad, seguirá la afectación”, advirtieron las terapistas.

Entre los resultados, el estudio evidenció la falta de un plan de contingencia al momento de evacuar los barrios inundados y detectó que los apoyos más efectivos son los que brindaron la familia, los vecinos, amigos y las redes sociales preexistentes.

“Una conclusión clara es que la gente tiene una capacidad importante para reorganizarse y determinar una prioridad para reconstituir su vida, su rutina, sus hábitos. Estuvimos hablando con terapistas de Chile, Perú y Brasil y el patrón común es que las personas que toman decisiones o que están encargados de asistir en catástrofes dan por sentado que la gente pierde el control, que no puede seguir, no puede organizarse”, dijeron las investigadoras.

“Es decir, el modelo que subyace en el tipo de intervención y asistencia del Estado subestima la capacidad de las personas, apunta al control externo y no a la propia decisión de la gente respecto de qué hacer”, concluyeron las TO, al tiempo que sugirieron que un futuro plan de contingencia sea elaborado con la participación activa de todas las personas y teniendo en cuenta las redes naturales existentes y la dolorosa experiencia sufrida.

Antes, durante y después

La investigación confirmó que existieron cambios “variados y profundos” en las ocupaciones e identificó tres momentos claramente diferenciados: pre-catástrofe, durante la emergencia y pos-catástrofe. “En el momento previo, no hay grandes modificaciones de las ocupaciones, y se evidenció una fuerte incidencia de lo que ha sido la falsedad de la información oficial. Las personas recuerdan que siguieron haciendo sus quehaceres y que, por las dudas, construyeron una pared o colocaron bolsas en las puertas porque oficialmente les dijeron que no se iban a inundar”.

Cuando entra el agua, en cambio, “nadie pudo seguir haciendo lo que hacía; se produce un desequilibrio total en las ocupaciones y la pérdida de objetos y espacios impactan sustancialmente”. En la pos-catástrofe, “los puntos clave para la reorganización de la vida de las personas fueron la casa y el trabajo, que permitieron rearmar la rutina y operaron como ordenadores”, consideraron las profesionales.

En cuanto al tiempo que demoró esta recuperación, dijeron que osciló entre un mes y un máximo de años, y “aún hoy algunos dicen estar en proceso de reconstrucción”.

La recuperación, precisaron Demiryi y Heit, estuvo directamente ligada a las oportunidades que han tenido las personas para reorganizar sus rutinas y ocupaciones. “El valor simbólico de la ocupación se resignificó tras la catástrofe y esto está muy presente en la repetida frase: “Después de la inundación, nada volvió a ser como antes’”.

Como ejemplos citaron que “muchas personas dejaron de hacer ocupaciones recreativas, porque ya no les encuentran sentido. O hay una relación directa con la pérdida de los objetos y cambios de lugar ocupacional. Es decir, todo se resignifica: ya no es lo mismo salir a la vereda o ni siquiera leer, porque los libros se perdieron. Es un escenario complicado y algunas personas lograron una continuidad de sus ocupaciones, otros las dejaron porque cambiaron los contextos o no tienen las mismas herramientas, y otros iniciaron nuevas ocupaciones, descubriendo nuevos sentidos. Apareció, por ejemplo, la participación en marchas de personas que antes nunca se sumaban a la lucha social”.

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El equipo de investigadores que sacó el primer puesto en la categoría investigación en un congreso latinoamericano.

Foto: Gentileza equipo de TO

/// EL DATO

La memoria.

De las narrativas y relatos analizados emerge la memoria como fenómeno individual y social. Los participantes recuerdan lo vivido durante la inundación y los registros dan cuenta de marcas indelebles. Hay recurrencia de recuerdos sensoriales. “La angustia y el miedo aparecen ante la percepción de determinados olores, imágenes, ruidos, la oscuridad o la lluvia. Hay gente que dice que los días de lluvia se queda en su casa o que tiene miedo de que la inundación vuelva a pasar; está muy instalada la falta de credibilidad”, señaló Milagros Demiryi, directora del proyecto.

“Las catástrofes son fenómenos que van a seguir sucediendo cada vez con mayor frecuencia y no hay demasiada investigación en materia de terapia ocupacional. Sí existen intervenciones concretas en el caso del tsunami de Indonesia, por ejemplo, pero poca producción de conocimientos. Nos han señalado que estamos marcando una punta de inicio con nuestro trabajo”.

Ma. del Carmen Heit

Terapista ocupacional