Fotografías para el arte
Fernando Paillet: La vida es bella
Fotografías para el arte
Fernando Paillet: La vida es bella
La escritora María Guadalupe Allasia se inspiró en obras del fotógrafo esperancino Fernando Paillet para escribir poemas. Aquí, el testimonio.
María Guadalupe Allasia
Cada imagen en la memoria sube en la espiral del aire y en el viento volotea y revolotea como una mariposa.
Niños de papel. De azúcar. Atrapados en el mar de la nostalgia.
Tonos y entretonos de la luz, de sutil materia inocente.
Ah, bajan al mar de los recuerdos. Barquitos de papel en blanco y negro.
No se mueven. No suspiran. Bellos e infinitos.
Ah, los niños de Paillet, entre sedas y silencios.
Sólo nos miran desde la fotografía.
Y esperan que el fotógrafo señale, indique, ilumine, acomode y detenga el instante, minuciosamente pensado.
Después vendrán: el aire, el agua, los juegos y la libertad de ser niño. Porque la vida es bella y siempre reclama el movimiento, la ola, el suspiro, el beso, la alegría.
El fotógrafo ha logrado apresar los sueños y darles eternidad en un instante de quietud.
Sin embargo, ellos siguen viviendo en la memoria. Dios permite el temblor de sus nombres.
Por eso vuelven en la nostalgia blanca, sin lágrimas. Para que yo los recuerde. Mariposas en la luz.
Sosegada memoria de la luz a Fernando Paillet
Clara,
serena sombra
lo acompaña.
Su cuerpo es azul
dibujado en el cielo
de la comarca.
Mira correr las nubes
con sus formas extrañas.
Arriba, los sueños,
Abajo, una seca rosa que se calla.
Rumor de campesinos
llevan los pájaros
que en tierna mansedumbre
se desbandan.
Él es azul
y se derrama
en la sedienta arena
de la plaza.
Él tiene la luz,
peregrina de claraboyas
y ventanas.
Él tiene los sueños de la aldea
en el reloj celeste
que el Tiempo le señala.
Él es de agua.
Lo vemos en la luna
en el aire
en las hojas que hablan
en el violín que duerme
en la neblina blanca.
Él es un minuto, un día
de luz purificada,
palabra de la tierra,
memoria sosegada
de Esperanza.
Tristeza, no pases por mi puerta
Tristeza,
no pases por mi puerta.
Quédate en la neblina luminosa
que me cerca.
Una fruta morada
cae
desde el sueño
sin sueño
de la muñeca
No importa.
Por el camino vienen
mil pájaros rojos y verdes
el sol con sus piernas amarillas
el viento que se descalza en las veletas.
Tristeza,
no pases por mi puerta
pues ya me iré
me iré
en transparente vuelo
por la orilla del trigal
en bicicleta.
Niña con cuchara
Íntima espuma
tu delantal purísimo
preparado
para la rubia mansedumbre
de niña con cuchara.
Tal vez, desde tiempos antiguos,
en tu memoria con almendras
venga la receta sagrada.
Un “omelette”
baveuse,
como hacían las hadas:
los huevos campesinos,
las hierbas aromadas,
el aceite,
la sal,
las cebollas que lloran
lagrimitas de Francia.
Oh, la “omelette”, tiene majestad.
En los tiempos azules
aparece
tu blancura de harina.
Cocinera inocente.
Siempre, con cuchara.
Caballito de madera
Petit cheval de bois
En la luz de Paillet
estaba el niño
detenido.
Pensaba cómo ondula el azul
en el línar.
En un instante de glicinas
llegó un caballito de madera.
Se llamaba Pascal.
Un petit cheval de bois
Lo hizo un carpintero de Esperanza.
Madera de nogal.
Un petit cheval de bois
Traía un soplo de aire
y ojos castaños como el pan.
En un tiempo de mariposas,
no más,
se fueron.
Solos.
Niño y caballo.
A correr tras las liebres voladoras.
En libertad.
Un petit cheval de bois.
Un petit enfant.
Alcánzame el mar
Cruz del Sur,
alcánzame el mar
de las estrellas
para navegar
por las islas del cielo
por la luna, espejo del Tiempo,
por la luz marinera.
Sobre el barco
llevaré la aldea.
Iremos por el cielo,
alegremente.
Aroma de limones
en la sangre labriega.
Alcánzame el mar.
El mar.
La vida es bella
La vie est belle
Peque ñ a rosa
Iluminada.
Tan leve,
tan ligera.
Vienes volando
sobre el Tiempo,
estrella desgranada.
Eres rosa pequeña.
Brisa pura.
Luna pá lida.
Traes una música floral
y alondras de otros cielos
cantan en la cebada
una canción de agua nueva
y otra de luna soñada.
Dice Ramón Jiménez:
“Sobre el pinar y la pradera,
una estrella de plata tiembla”.
Aire aire
En el aire
el aire,
en el río invisible
de la luz matinal.
Vengo
vengo.
Pájaro de papel
ingrávido,
en la música del Tiempo
nube clara.
Cristalino movimiento
de libélulas
me acompaña.
Esplendor de ciruelas
y canto de cigarras.
Elegido de Paillet,
vengo,
susurro.
En una sola gota de memoria
soy
ondulación
y fragancia.
En el puente de Grenelle
Te imagino.
Una extraña flor azul.
Perdida
en el puente de Grenelle.
“Oh, les mouettes du pont de Grenelle
dans le ciel de Paris”.
Anthony Lhéritier, dime dónde está,
¿fugitiva?
¿Dónde está su tristeza
de polen azul?
¿Su ventana amarilla?
Sobre el puente de Grenelle.
“Les beaux enfants perdus
sur le bords de la Seine”
Una extraña flor azul.
Antigua luz de poesía.
En el puente de Grenelle,
te imagino,
perdida.
Con los bellos niños
en el borde del Sena.
Anclada en el Tiempo
de tu fotografía.
Me estremeces.
Perdida.
Agua de nostalgia
Dice Paul Eluard:
“L’eau est douce et ne bouge
Que pour ce qui la touche”.
Yo la toco, niña,
toco el agua de la nostalgia
el agua que resbala
que cae en gotas
que se desborda
sobre la piedra
y el ala.
Revelará tu vida
cantando
tal vez
en el sonido del arpa.
Es agua de tu tiempo
que me baña
y me arroja el enigma
de tu infancia.
Misterio de estrellas
y agua mansa.
“L’eau est douce et ne bouge
Que pour ce qui la touche”.
La flauta invisible
Verano
oigo
tu flauta invisible.
Suena por la arena
En ondas amarillas.
Laberinto de sol
en mi cabeza.
Ay, flauta,
qué dulce suenas.
¿Es el flautista de Hamelin
que espera?
Entre los sueños
de turquesas
la flauta suena.
Ternura remota.
Música circular
que me lleva.
Ay, flauta,
me envías una carta verde.
¿De Hamelin, una puerta?
Flauta invisible
de larga cabellera.
En la vibración del verano,
qué dulce suenas.