Tributo a Hugo Perren
Raúl Tschopp: “Fue una gran persona”
El ex piloto sancarlino recordó con mucho afecto, a quien le dio el espaldarazo técnico y humano para obtener numerosos logros dentro del automovilismo regional y nacional.
Daniel Monticelli
dmonti@ellitoral.com
Hugo Perren fue un mojón en esa difícil profesión que es la de preparar motores de competición. El sancarlino, que falleció el domingo pasado a los 68 años después de una larga enfermedad, marcó una huella indeleble dentro de la actividad deportiva-mecánica provincial y nacional. Perren tenía la sabiduría propia del que nació en un taller y “con una lima en las manos”. No había piloto de nuestra zona que no quisiera (y anhelara), un impulsor desarrollado por Hugo. Si observamos su currículum aunque más no sea someramente, notamos que fue una persona signada por el éxito. Incursionó en el Anexo J, junto a su hermano Néstor (“Pocho”); en los Fiat 600, logrando una multiplicidad de campeonatos tanto en los certámenes santafesinos, en los Fiat 128 y en el SP Diamantino, entre tantos. Si hasta se le animó a los motores de la Fórmula Renault de la mano de su sobrino Elvio, entre otros desafíos.
Como todo enamorado por una pasión, que trabaja con alma y vida por los autos de carrera, nunca pensó en lo económico, cuando podría haber amasado una fortuna.
En la década del ‘70 o de los ‘80, quien contara con mucho dinero, pagaba cualquier precio por un motor de Hugo Perren, pero él se mantenía fiel a sus pilotos y a su gente. Uno de sus referentes y con quien obtuvo nada menos que 4 campeonatos de los Fiat 600 y 55 victorias en distintas divisionales, fue un coterráneo suyo: Raúl Guillermo Tschopp. En una charla con El Litoral, el “Gringo” reflejó una semblanza del recordado Hugo. “Estuvimos en su sepelio y ahí se pudo notar claramente los valores humanos que él tenía. Seguramente ahora desde el cielo seguirá trabajando en lo que más le gustaba, tratar de hacer que los autos de carreras vayan lo más fuerte posible”, señaló Tschopp.
—¿Cuántos recuerdos, anécdotas y alegrías, no?
—Uh... Muchísimas. Calculá que yo empecé a correr con él a los 18 años y dejé a los 45, pero siempre juntos, fuimos inseparables. Fueron muchos años de convivencia en este deporte.
—-¡¿Qué cantidad de éxitos que lograron juntos?!
—Y sí... 4 títulos en los Fiat 600, después subcampeonatos en el Turismo. En el zonal entrerriano también obtuvimos un título. Fue algo muy lindo y una etapa que será irrepetible.
—¿Lo que resultó impresionante también fue la cantidad de victorias que lograron?
—Sí y ahí tenemos un récord. Sumamos 55 victorias y el otro día en un agasajo que nos hicieron en San Jorge, me enteré de que a nivel país, somos los terceros en cuanto a mayor cantidad de triunfos en Argentina. Vale decir que estamos en el podio de los ganadores.
—De los títulos que conseguiste, ¿hubo alguno que tuvo señales particulares?
—No, vos viviste esa época y los campeonatos se pelearon todos y se definieron siempre al final. Contra Guido Matiller, con Agustín Grass o con Sergio Cerutti. Ninguno fue fácil, porque todos queríamos lo mismo: ser campeones. Además no te olvides de que del otro lado en cuanto a preparación, estaba el hermano de Hugo (“Pocho”), que no era para nada sencillo ganarle.
Otra etapa
—¿Qué vivencia aquella del callejero de Santa Fe en el Turismo Nacional, cuando venías ganando con el Fiat 128?
—Tené en cuenta que nosotros corríamos un poco en desventaja con referencia a ellos, porque tenían caja de quinta y nosotros de 4a. Nos decían que nosotros éramos los “gringuitos del campo”. Mirá, yo siempre dije: juntando a los Perren y teniendo un buen auto les podíamos ganar a cualquiera de los porteños.
—¿Quién hacía los autos?
—Siempre tuve la misma gente. El “Cholito” Lerithier se encargaba de las carrocerías, Néstor “Pelusa” Perren era el que alineaba y balanceaba y Hugo era el encargado de los motores.
—Entre los tantos recuerdos que tengo, compartí con ustedes la carrera de 9 de Julio. El clima era de un grupo de amigos que se llevaba muy bien.
—Sí, fueron grandes momentos. Vos sabés que no teníamos experiencia en el turismo y rompíamos bielas. Hasta que el “Beto” Baldinelli (excelente piloto de aquella época) nos dijo: “Saquen esas bielas nuevas y colóquenle la de los autos viejos, que están “curadas”. Era un pequeño gran secreto... Por eso después Baldinelli fue mi padrino deportivo. Pero tuvimos que pagar el derecho de piso. Lo que quiero recalcar es que los autos de Hugo anduvieron siempre muy fuerte. Por último, les dejo una reflexión: a Hugo hay que recordarlo con mucho cariño y afecto, porque fue un excelente preparador y una gran persona.