Carlos Skliar habla de una paradoja
“Se pide a la escuela que haga aquello que el mundo no hace”
“Es como si Tinelli nos exigiera una respuesta de por qué la escuela no funciona”, ironiza el investigador y especialista en Educación. También desarrolla el concepto de “diversidad” y cómo es malinterpretado.
Skliar dialogó con El Litoral durante su visita a Santa Fe.
Foto: Néstor Gallegos
Mariela Goy
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“Hay un desacuerdo actual entre política y educación. Es decir, hay en las políticas educativas una apelación a la convivencia, a la democratización de la enseñanza, a la diversidad, al respeto por el otro, mientras que por fuera -y me refiero al sistema político y a los medios de comunicación- el movimiento es contrario: el mundo está apostando al disenso, a la guerra, otra vez a la expulsión, a un falso consenso”.
Ésa fue la tesis que postuló el investigador y especialista en Educación, Carlos Skliar, durante un panel de expositores del III Congreso Internacional de Educación que organizó este año la Facultad de Humanidades y Ciencias de la UNL.
En diálogo con El Litoral, Skliar adujo que a la escuela se le exige “una suerte de imposible, se la somete a una paradoja que es hacer algo que el mundo en realidad no hace. Es como si Tinelli nos exigiera una respuesta de por qué la escuela no funciona”, ironizó.
“Mi planteo -añadió- es que hoy la política está entrando en un camino que es la pospolítica y que supone que con el consenso y el diálogo resolverá todo. Pero con esto, de alguna manera, mata a la política, que es en sí misma confrontación, hostilidad, diferencia. Creo que es justamente eso lo que la educación podría brindar: mantener la confrontación entre grupos diferentes, el diálogo como una conversación tensa. Para eso sirve la educación, no para disimular la diferencia, no para ahogarla, sino para potenciarla”.
Doctor en Fonología y especialista en Problemas de la Comunicación Humana, Skliar actualmente se desempeña como coordinador del Área Educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). En la entrevista, habló también sobre diversidad e inclusión, y sobre la educación especial que es el campo donde se especializa.
—¿Hay un desfasaje entre los tiempos de la política y los tiempos de la educación?
—No son idénticos. Para imaginar un cambio en educación tendría que pensarse en 15 años, el pasaje de dos generaciones, para ver qué efectos trae una nueva pedagogía educativa. Sin embargo, en el campo de la política lo que aparece es una urgencia ligada al período gubernamental, a esos 4 años donde hay que empezar de cero y terminar con alta calidad. En el fondo maestros, alumnos y familias quedan apresados por todo este conjunto de ideas. Y los maestros suelen ser la figura de recambio permanente porque donde se ven que las cosas no funcionan, se demanda al maestro volver a capacitarse. Ahí paro la cuestión y digo: no es un problema de nueva capacitación sino de cómo le damos a los maestros más tiempo para ver qué están haciendo al interior de las instituciones, para conocer a los alumnos, para preparar las clases, para conversar con los colegas. Necesitamos más tiempo y ésa es la única respuesta posible a las crisis educativas.
— Esas grandes exigencias hacia la escuela de la que hablabas antes, a veces son sentidas por los docentes como una presión importante...
— Es muy curioso que uno de los principales reflejos de lo que les pasa a los maestros es que hoy dicen no estar preparados para dos cosas: una, para recibir lo que no conocen, y otra para pasar de enseñarles a todos lo mismo (una preocupación por los contenidos y no por los receptores) a tener que enseñarles a cada uno cosas diferentes en función de una falsa idea de diversidad. La falsa idea de diversidad es que cada uno está en su mundo y hay que describir ese mundo para darles clase. Continúa siendo el mismo problema -la no preparación- y lo que habilita es una supuesta preparación de la cual no tenemos ni la menor idea en qué consiste y, sobre todo, no hay ningún consenso sobre cuál es.
— ¿Y cuál sería entonces la idea de diversidad aceptable en la escuela?
— La diversidad tiene un origen en el mundo de la antropología que hay que volver a repensar, a reflotar, pero que simplemente consiste en decir que “hay diversidad”. Ése es un dato, es una existencia, no creo que se pueda decir mucho más de la diversidad. Y tengo la impresión de que la educación ya sabía que había diversidad en el alumnado y en el profesorado. Ahora, a partir de la reforma educativa de los “80 y “90, la diversidad es una idea sobre la cual tengo muchas críticas, porque lo que trata de hacer es definir en qué consiste la diversidad de cada alumno y eso no es interesante.
No es interesante hablar de los otros y de ellos, todo el tiempo. No es que hay una diversidad de ellos y una normalidad de nosotros, o una suerte de nosotros somos iguales entre nosotros, y los otros son diversos a nosotros, sino que hay diferencias entre las personas. Con este simple movimiento le quitás al otro que él cargue consigo una diferencia. Estoy en contra de la idea de que hay niños diferentes o jóvenes y adultos diferentes, sino que siempre hay diferencias “entre” las personas. O sea que la diferencia no está en un sujeto sino en una relación. Y ahí se transforma en algo pedagógico porque la pedagogía es relación.
— ¿Qué pasa con los chicos con Síndrome de Down o sordos y por qué a veces cuesta incluirlos en las escuelas comunes?
— Lo primero que hay que decir es que no están incluidos a las escuelas comunes. Según lo datos que tenemos, apenas del 1 al 5% de la población en edad escolar con discapacidad está en las escuelas comunes. Ese dato es de Latinoamérica y es bajísimo. Es decir, más allá de los discursos espectaculares que ha habido en los últimos años, lo cierto es que todavía no están en el sistema común de enseñanza, por lo tanto la diferencia entre el sistema especial y común se mantiene. Pero también hay una enorme cantidad de chicos con discapacidad que no están en ningún lado y según las últimas estadísticas son muchos. O sea que la primera pregunta es dónde están, la segunda es si requieren tanta atención especial y la tercera cómo hacemos para que haya un sistema único de enseñanza, sin acabar con el sistema de educación especial.
Educación especial
— ¿Se debe mantener la educación especial separada?
— Todavía en algunos casos es necesario sostener no la educación separada, excluyente, pero sí ciertos momentos de la acción educativa especial que requiere de determinados ambientes que la escuela común no puede desarrollar. Por ejemplo, los niños con algún tipo de sordera que deben tener acceso a la lengua de señas tempranamente y eso la escuela común nunca lo podrá hacer. O que los niños ciegos tengan acceso al sistema Braille para iniciar su proceso de lectura y escritura. Por lo tanto, integraría un único sistema donde por momentos la educación especial tenga un papel preponderante y en otros momentos no.
— A nivel de política que son las que ordenan, pareciera que hay un bache en el tema de discapacidad. Entonces aparecen padres reclamando a una determinada escuela común que integre a su hijo, y la escuela rechazándolo. ¿Hay una deuda?
— Las leyes en relación a la inclusión son perfectas en todo el mundo, pero se ve que no alcanzan. La paradoja está en la responsabilidad ética y no en el sistema jurídico. Por lo tanto, a veces, esto del “yo no te puedo recibir” puede ser una respuesta del tipo: no voy a hacer el esfuerzo por escucharte, conocerte y por lo tanto saber qué respuesta educativa darte. Es casi como cerrarte las puertas. Si no abrimos las puertas y las dejamos entrecerradas, difícilmente podamos podamos ver qué efecto trae la inclusión en la vida institucional. Aquellos proyectos que han dicho que entre todo el mundo, han hecho un proceso interesante que es desordenarse, porque la inclusión es desorden, en tanto es un encuentro con desconocidos o entre desconocidos.