Premio Driehaus
Manzano Martos y la defensa de la arquitectura clasicista
Rafael Manzano Martos es un arquitecto español “clásico” que recibió en Chicago el premio Richard H. Driehaus, el más prestigioso de arquitectura clásica del mundo, y según el cual hoy en día “el clasicismo tiene que ser minimalista”.
Para el jurado el arquitecto español ha sabido “combinar numerosas influencias culturales”.
Foto: Agencia EFE
Belén Palanco
EFE
Su carrera al frente de labores de recuperación y conservación de monumentos como los Reales Alcázares de Sevilla, la Mezquita de Córdoba, la ciudad de Medina Azahara o la Alhambra de Granada, todos ellos en España, y sus propios proyectos le han valido el reconocimiento del jurado a “su habilidad para aplicar los ideales clásicos a la arquitectura vernácula” y “para combinar numerosas influencias culturales”, a “su respeto al pasado y su legado al futuro”.
“En España está más de moda la modernidad, y el premio me lo han dado porque ya soy el único que hace estas cosas en España”, comenta en charla telefónica con EFE este catedrático emérito de arquitectura.
A sus 73 años, lleva más de medio siglo impartiendo clases, aunque dice encontrarse “un poco en solitario” en España, como “el último (alumno) del plan antiguo”, y en el olvido de sus contemporáneos desde la muerte de maestros suyos como Gómez Moreno, Torres Balbás, Iñíguez Almech o Chueca Goitía, que fueron -afirma- “los hombres más grandes que ha tenido este país”.
El reconocimiento
El Premio Driehaus, que está dotado con 200.000 dólares (unos 147.000 euros), el doble que el Pritzker, y que otorga la Universidad de Notre Dame (Indiana, EE.UU.), le llega a Manzano Martos en una época -sostiene- en la que “todo es válido” y “la gente se ha lanzado de cabeza a la modernidad, sin el menor sentido crítico”.
De ahí que este defensor de “la perfección de equilibrio entre el todo y las partes”, es decir de la armonía en las “ciudades herederas” o ciudades monumentales clásicas, se lamente de la ausencia de belleza en esos espacios urbanos cuando ciertas edificaciones de estilo moderno son mal integradas.
Esa desarmonía -explica- genera un coste que es “la destrucción del pasado, la destrucción de la gran herencia arquitectónica y urbanística de Occidente”, y, dice, “es mejor cortarse las manos que destruir una herencia”.
Herencia y perduración
Para Manzano Martos (Cádiz, España 1936) “el lenguaje clásico hay que interpretarlo en cada momento y en cada siglo de una manera distinta. El clasicismo es una herencia lingüístico-arquitectónica que viene del templo griego, y ese lenguaje ha perdurado a lo largo de veinte siglos en Occidente por lo menos; es el lenguaje -apostilla que se percibe en una iglesia gótica, un templo romano o griego o una mezquita”.
La arquitectura clásica “implica un lenguaje ya definido, que tenía una virtud: su capacidad de transmisión didáctica”, considera Manzano, para quien, en cambio, “la modernidad, por su sentido abstracto y casi puramente intuitivo, no es prácticamente transmisible” en las aulas. A este historiador de la arquitectura occidental e islámica, las obras de restauración en monumentos islámicos le han dado una satisfacción “impagable” cuando ha logrado “el conocimiento profundo del lenguaje arquitectónico” y hallado “las raíces estilísticas del lenguaje de un edificio”.
Y ahora que recibe el más prestigioso premio de arquitectura clásica en Chicago (EE.UU.), “cuna del lenguaje moderno” en la arquitectura, dice, recomienda a las generaciones futuras “mirar con ojo crítico”, una cualidad que “en gran parte -afirma- está perdida”.