Nuevas patologías de la vida moderna

El docente, bajo el riesgo

del desgaste por empatía

Una investigación académica echa luz sobre el síndrome de desgaste por empatía, padecido por profesionales de servicios, como médicos o psicólogos. Y otorga elementos para analizar la aparición de este fenómeno en los docentes que perciben a diario las angustias de sus alumnos.

 

Luciano Andreychuk

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En el estudio de los vínculos y relaciones sociales, la empatía aparece como la “apropiación” de los sentimientos y emociones del otro. Saber “ponerse en el lugar” de ese otro, de “calzarse sus zapatos”, como un espejo en el que acaso podríamos reconocernos. Se habla de la empatía social como una habilidad para comprender a las personas. Pero, en algunos casos, la empatía tiene su contracara: el desgaste físico y emocional.

Los profesionales de servicios sociales (médicos, psicólogos, etc.) y otras personas que ayudan a quienes tienen algún tipo de padecimiento, están expuestos a desarrollar lo que la psicología moderna ha dado en llamar el síndrome de desgaste por empatía. También los docentes, sobre todo aquellos que trabajan en ámbitos educativos con carencias, corren el riesgo de receptar y padecer las angustias, traumas y conflictos que acarrean (desde sus propios contextos familiares) muchos de sus alumnos.

Una investigación realizada por profesionales de la Universidad Católica de Santa Fe (UCSF) abordó esta problemática y propuso un método para evaluar y detectar el síndrome de desgaste por empatía. “Puesto en contexto, este fenómeno es tan antiguo como la humanidad, pero es relativamente nuevo para la psicología. Y se encuadra dentro de los padecimientos de la vida moderna derivados del trabajo, tales como el estrés, el distrés o el burn out (el paciente “quemado” por su trabajo)”, explicó a El Litoral el Psic. Jesús Zamponi, director de la investigación.

El aula se vuelve caja de resonancia de la pobreza, el desempleo, las rupturas familiares, etc. Los chicos proyectan estas angustias que traen desde sus hogares hacia los docentes, éstos las perciben y las viven como propias. Esa empatía en el ámbito escolar deviene en un desgaste que, perpetuado en el tiempo, se vuelve patológico.

“Ellos (los maestros) tienen una predisposición a la ayuda, al servicio, y es ahí donde aparece la empatía, que es una inclinación innata del ser humano a sentir lo que el otro sufre. Pero, además de educar, en muchas ocasiones deben asistir socialmente a sus alumnos, e incluso a las familias de éstos. Sienten el peso de la presión de la directora, de la cantidad de trabajo (que continúa en su hogar), etc. Todo ello sumado a que ven a diario las angustias de sus propios alumnos. Esta convivencia con situaciones traumáticas sobre las que no se encuentra solución, lleva a la aparición del síndrome”, clarificó el especialista.

Sobre el trabajo

La investigación fue realizada por especialistas de la Facultad de Psicología de dicha universidad privada, durante 2008 y 2009. Se realizaron cerca de 190 encuestas a distintos profesionales de servicio (médicos, psicólogos, psicopedagos, abogados, contadores, y algunos sacerdotes que reciben confesiones), además de entrevistas. “Diseñamos una escala de medición en formato de cuestionario, el cual nos permitió ver cómo se manifiesta el síndrome. Hay preguntas sobre la actitud que el profesional tiene sobre el trabajo, y sobre las actividades de recreación extralaborales que realiza, entre otras cuestiones”, detalló el psicólogo.

De las respuestas obtenidas se observaron elementos reveladores: “El profesional que padece del síndrome tiene la sensación de que no ayuda lo suficiente. Pero, a su vez, manifiesta pérdida del interés en el trabajo (o cierta fobia); y esta contradicción muestra claramente la aparición del síndrome. También se exterioriza el descuido personal (mala alimentación, consumo de alcohol o tabaco) y de la vida social (se abandona a los amigos, se dejan de lado las reuniones sociales y los hobbies gratificantes).

“Lo más expuestos a padecer el síndrome son lo que trabajan solos. Es decir, aquellos profesionales que terminan su labor, se van a su casa y se quedan con “todo adentro’. Lo ideal es trabajar en equipo, compartir los problemas receptados, y hablarlos. Esto es importante de resaltar: el aislamiento es un aliado del síndrome, y hay que evitarlo”.

Zamponi comentó que el trabajo fue divulgado en varias ciudades del país. También desde Brasil, y México y España llegaron consultas de profesionales sobre su implementación. “Queremos seguir mejorando el instrumento para que detecten síntomas en una forma más específica, y generar estrategias de prevención y talleres de ayuda”, concluyó.

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Los maestros que se hacen cargo a diario de situaciones angustiosas y traumáticas de sus alumnos, están expuestos al desgaste por empatía.

Foto: Archivo El Litoral / Flavio Raina

Asistencia y prevención

¿Cómo asistir o guiar al docente para que no llegue a padecer el síndrome de desgaste por empatía? “Hay ciertos parámetros para preservarlo de esta patología, pero la cuestión fundamental es que el profesional piense su labor integrada a un trabajo en equipo: lo mejor que le puede pasar es que no se sienta aislado ni solo, que comparta con otros lo que le pasa”. “Estamos organizando algunos seminarios para advertir e informar sobre esta problemática. Propusimos además que en las facultades de nuestra universidad se dicten contenidos sobre la materia, y talleres prácticos con los alumnos”, señaló Zamponi.