En el Foro Cultural

Estrenan “La chatita empantanada”

El Equipo de Teatro Llanura vuelve a escena con una obra conmovedora, que conjuga humor y reflexión. Con dirección y dramaturgia de Sandra Franzen, las funciones serán los viernes de abril en el Foro Cultural.

Estrenan “La chatita empantanada”

Unidos por la pasión del quehacer teatral. Jorge Ricci, Teresa Istillarte, Sandra Franzen y Eduardo Fessia ante un estreno de pretéritos similares.

Foto: Néstor Gallegos

 

De la redacción de El Litoral

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Después de unos años en los que trabajó de modo recoleto alrededor de algunas constantes de su dramaturgia, el Equipo de Teatro Llanura encuentra la historia que se enlaza con otras de su repertorio. El estreno de “La Chatita empantanada”, con dramaturgia y dirección de Sandra Franzen, será este viernes, a las 22, en la Sala Maggi del Foro Cultural ubicado en 9 de Julio 2150.

La trama se construye en “una historia pequeña y profunda que pone a tres personajes pueblerinos en medio de la llanura beckettiana para alcanzar esa Colonia Soldano donde serán felices por un día. Mientras tanto, estos seres sencillos, embarrados, perdidos y empantanados, irán tras un sueño y acabarán en otro”, explicó Jorge Ricci, quien comparte el lugar protagónico junto a Teresa Istillarte y Eduardo Fessia.

La obra se mantendrá en escena todos los viernes de abril, en este mismo espacio. El costo de las entradas será de $ 15 generales y $ 12 con descuento. Se adquieren ese mismo día en la sala.

De campo, soledades y esperanzas

Estos tres personajes prototípicos de nuestros pueblos de llanura vivirán una situación límite que los obliga a pernoctar en el medio del campo El deseo de arribar a destino y las soledades se unen en la esperanza de construir algo nuevo en sus pequeñas vidas.

Como en todas las historias del Equipo Teatro Llanura, “la poética de este nuevo trabajo conjuga humor, lirismo y cierto aire de grotesco”, destacó Ricci.

Además de las actuaciones, el equipo de trabajo se completa con la música original compuesta por Gabriel de Pedro; la escenografía e iluminación a cargo de Mario Pascullo; el vestuario de Verónica Bucci y el diseño gráfico de Romina Laurino.

Un grupo consolidado

Este grupo de actores locales, trabaja incesantemente desde el año 1973, habiendo presentado sus anteriores espectáculos en nuestro país y en los principales Festivales Internacionales de Latinoamérica y Europa.

“El Clásico Binomio”, cuyo estreno fue en el año 1988, se centró en la búsqueda de una dramaturgia propia que fuese capaz de reflejar la realidad sociopolítica y cultural de nuestra región, desarrollando dos líneas de expresión: el teatro dentro del teatro (“Actores de provincia”, “Café de lobos”, “La mirada en el agua”) y la problemática existencial de ciertos personajes míticos de nuestra geografía (“El clásico binomio”, “El cruce de la pampa”, “El encanto de las palabras”).

Con ese mismo espíritu y sumando un extenso trabajo de dramaturgia a partir del actor, se construyó esta nueva historia titulada “La Chatita empantanada”, que terminó de conformarse con la escritura y la dirección.

/// análisis

Roberto Schneider

Hace algunos años, en una jugosa entrevista que le hicimos a Jorge Ricci, sosteníamos que “El Llanura”, como se lo conoce por varias regiones argentinas, tiene una dramaturgia propia, un modo de hacer que no imita referentes externos. Entonces lo consultábamos sobre dónde está lo genuino.

“Genuino no hay nada -nos decía Ricci-. Creo que puede tener parentescos con otros equipos, otra forma de trabajo. Pero hemos generado una especie de lenguaje en donde tanto en las obras de Rafael Bruza como en las mías -son los dos autores con los que más ha trabajado el grupo-, hay una especie de poética que toma un cierto aire grotesco donde se mezcla el humor con cierta cosa dramática y que habla especialmente de cosas que tienen que ver con el paisaje en el que nosotros nos movemos... Y somos los más indicados para manejarnos con esa sensación de aquello que se repite, que nunca termina, que siempre está a punto de acabar y no acaba nunca. Hay, entonces, un montón de componentes geográficos, históricos, culturales que se meten inconscientemente en el trabajo de nuestra escritura y dan como resultado ese aspecto genuino, que puede diferenciarnos. Cuando nosotros hablamos de los actores de provincia, o cuando hablamos de los personajes de nuestra región -los tangueros de “El clásico binomio’ o el maratonista ciego o el historiador de “El cruce...’- estamos hablando de personajes que a la vez son universales y que inmediatamente la gente hace su traducción. Nunca hemos sufrido ninguna sensación de llevar una cosa extremadamente regionalista porque se universalizan los textos y aparece algo mediante lo cual espectadores de otras latitudes pueden identificarse y hacer su traducción a su propia problemática”.

Esas palabras adquieren una notable vigencia. Se tornan entonces contundentes cuando al nombre de Ricci -inscripto indiscutiblemente en la historia del teatro argentino- se agregan los de Teresa Istillarte, brillante actriz ganada nuevamente por la escena local, en la que recordamos su memorable interpretación (y por citar sólo un ejemplo) en “Preciosas ilusiones”; el del notable intérprete Eduardo Fessia (cabe recordar sus excelentes labores en “Telarañas” o “El enfermo imaginario” por citar sólo dos títulos de su ya larga trayectoria) y el de Sandra Franzen, otra entrañable actriz (“La cantante calva”, “Café de lobos” y “Preciosas ilusiones”) y dramaturga de prestigio en la escena santafesina.

Es difícil imaginar cómo procesarán las próximas generaciones de teatristas santafesinos la experiencia de recuperar la propia infancia, al cabo de los años, en fotografías color, videos, DVD o en las todavía no inventadas formas de registrar imágenes que vendrán. Es probable que esa abundancia informativa, esa saturación de la memoria gráfica produzca nuevas emociones. Es probable. Tanto como es seguro que algo de lo construido por los nombres aquí citados serán una vivencia irrecuperable.

Y es fácil imaginar, entonces, que “la chatita”, saldrá de su empantanamiento.

La solidez, los nombres... y la llanura