Fundación Miguel Lillo
Reabren el gran patrimonio del Museo
de Ciencias Naturales de Tucumán
Fundación Miguel Lillo
Reabren el gran patrimonio del Museo
de Ciencias Naturales de Tucumán
J.M. Taverna Irigoyen
Con la presencia de autoridades nacionales, provinciales y municipales, representantes de academias y de organismos científicos, presidentes de fundaciones e institutos culturales del país y del exterior, se reabrió en la ciudad de San Miguel de Tucumán el Museo de Ciencias Naturales de la Fundación Miguel Lillo.
La reapertura coincidió con la nueva puesta en valor de sus valiosas colecciones, remodelación edilicia y montajes museológicos fuertemente apoyados por tecnologías de última generación. Obra de singular aliento, la misma estuvo proyectada por el visionario empeño del Dr. Jorge Luis Rougés, presidente de la Fundación Lillo. Así, en el 2005 se iniciaron las gestiones de modernización del gran museo, orgullo en el país, planteándose la importancia de acceder a nuevos cánones didáctico-pedagógicos de exhibición, tanto como ofrecer otra reconceptualización de los acervos atesorados de geología, botánica y zoología.
Esta compleja labor se le encargó al Lic. Gabriel Miremont, quien por gestión del Dr. Esteban Lavilla elaboró el proyecto inicial. A medida que los pasos se fueron dando -con el aval y apoyo de los Ministerios de Educación y de Economía de la Nación, a más de los propios recursos de la Fundación Lillo-, la coordinación exigió incorporar al Arq. Fabián Lavilla, para la nueva adecuación de los espacios: más de 1.200 m2 entre salas de exposición permanente y temporarias, auditorio, recepción y servicios.
Un museo con historia
Cabe aquí detenerse para aclarar cuál ha sido el camino recorrido anteriormente por este prestigioso instituto científico argentino. Desde la segunda década del siglo XX, existió la idea de conformar un museo de ciencias en Tucumán, tanto entre los integrantes de la Fundación Miguel Lillo, cuanto entre los hombres que representaban la gloriosa Generación del Centenario. Ciertos patrimonios de flora y fauna de toda la región del noroeste así lo estaban reclamando.
Sin embargo, las gestiones se fueron dilatando y no pocos esfuerzos de eminentes figuras tardaron en fructificar. Recién en el año 1960 se inaugura un edificio especial, moderno y amplio, construido dentro del magnífico Jardín Botánico que la Fundación posee en su gran predio, y que ha merecido recientemente que el Inta lo integre a la red argentina de los Jardines Botánicos por su reconocida trayectoria en el campo de la investigación científica (*).
Todas las acciones iniciales fueron impulsadas por el filósofo y estudioso Alberto Rougés (1880-1945), primer presidente de la Fundación Lillo, quien tuvo colaboradores importantes de la talla del estadista argentino Ernesto Padilla. Así se fueron concretando etapas decisivas, como la adquisición (por $ 120.000 de la época) de la famosa colección de Stewart Shipton (1869-1939), administrador del ing. La Corona, propiedad de los reyes de Inglaterra. Esto evitó que las piezas fueran vendidas al British Museum de Londres, principal oferente.
El devenir de los días
Con el fluir de las actividades científicas propias de la Fundación Miguel Lillo -becarios, pasantes, visitantes ilustres de todo el mundo, investigaciones y ediciones-, el Museo de Ciencias de Tucumán adquirió prestigio propio. Sus colecciones se fueron consolidando y, por sobre las clasificaciones en manos de rigurosos especialistas, los apartados adquirieron valor por la ínclita calidad de sus piezas.
Así ocurrió con la sección de entomología y las publicaciones respectivas (caso de los valiosos ejemplares del Genesia et Species Planetarium Argentinarum), con la de minerales y fósiles paleontológicos, con la de zoología.
Coincidiendo con esta nueva etapa, se ha nombrado como director del Museo al Lic. Eduardo Ribotta, con probada experiencia museológica en otros centros del país.
Hoy el instituto luce en su más convocante esplendor. Salas iluminadas con precisos efectos, sonorizadas y con imágenes teledirigidas, sectores lúdicos, montajes de audaz proyección aérea confluyen en una dinámica perceptual de los patrimonios realmente valedera. Pero a más, importa el especial sentido pedagógico que se ha impreso a todo el museo (que recibe más de 10.000 visitantes anuales), configurando el panorama de un auténtico centro de exhibición cultural del siglo XXI.
A 75 años de su creación, la Fundación Miguel Lillo ha demostrado fehacientemente su liderazgo en el estudio de la flora, fauna y gea del centro-sur de América del Sur, resultado de la acción sinérgica de políticas institucionales abarcadoras y del trabajo individual de los investigadores y técnicos que prestigian su ámbito.
(*) Existen, entre las añosas especies de este arboretum, a más de la tumba del sabio Miguel Lillo y un conjunto de dinosaurios triásicos, esculturas originales de Lorenzo Domínguez, Roberto Fernández Larrinaga y José Fioravanti.