Hacer ciencia desde Santa Fe

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Maqueta virtual del primer módulo del edificio a construirse. En el interior, mediante rampas se accederá a 8 laboratorios, un aula para seminarios y otros espacios de utilización en común.

Foto: Gentileza Instituto de Agrobiotecnología.

En una primera etapa albergará a 50 investigadores en un mismo solar y en especial a jóvenes becarios. La importancia de la interacción para formar “una masa crítica” científica.

 

Teresa Pandolfo

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El 7 de julio próximo se abrirán los sobres de la licitación convocada a fines de mayo, para la construcción del primer módulo del edificio destinado al Instituto de Agrobiotecnología, nacido en diciembre de 2008, merced al convenio suscripto por el Conicet y la Universidad Nacional del Litoral.

¿Qué implica para los investigadores locales en biotecnología contar con un edificio propio?

La directora del instituto, Dra. Raquel Chan, no ahorra entusiasmo cuando habla de este emprendimiento de tres módulos, que demandará un presupuesto no menor a los 4 millones de pesos.

“Nuestra idea básica no pasa sólo por la localización de los grupos de investigadores que ahora están trabajando en distintos lugares sino también de la generación de un espacio para los jóvenes. En este momento, unos 20 están haciendo sus tesis doctorales, algunos estudiantes se están recibiendo e iniciaron sus tesis; otros son becarios y se encuentran en el exterior para realizar estudios de posdoc. Otros que ya quieren volver y cuando lo concreten van a querer generar sus propios grupos, con líneas de investigación novedosas; vienen con aires de independencia y eso está bien”, asevera.

Chan sostiene que “desde aquí trataremos de hacer todo lo posible por integrarlos y ayudarlos”, y relata que cuando un investigador viene de afuera, pasa un tiempo hasta que consigue subsidios para comprar los reactivos y los equipos, y que aun cuando traiga el subsidio en el bolsillo, lleva mucho tiempo comprar las cosas en este país o importarlas.

“Esa persona queda estancada, así tenga dinero, si no se lo apoya”, explica. “Entonces, cuando vemos a alguien valioso, le decimos que puede venir con nosotros hasta que se ubique”.

¿De qué estamos hablando?

Para el periodismo no científico, el acceso a los modos de trabajo, a sus códigos y formas de relacionamiento no es sencillo.

Chan explica que actualmente en Santa Fe funcionan siete institutos con una dependencia mixta entre el Conicet y la UNL. Uno de estos institutos, el de Agrobiotecnología del Litoral, está bajo su dirección. ella.

Para la construcción de la estructura de hormigón armado destinada al primero de los tres módulos previstos, se llamó a licitación con un presupuesto de 1.500.000 pesos provenientes del Conicet. En tanto, el diseño y los planos corrieron a cargo de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNL. Estima que esta primera faz demandará 7 meses, tiempo en que prevé una segunda licitación para completar la terminación.

“Este primer módulo alcanza para unos 50 investigadores, ubicados razonablemente bien. Y como tenemos proyección de crecimiento -dice Chan- esperamos tener dos módulos más; pequeños edificios concatenados en terrenos del Parque Tecnológico del Litoral”.

El instituto se creó en diciembre de 2008 “pero en forma virtual porque no tenemos espacio exclusivo”, dice. En la Facultad de Bioquímica funcionan cuatro grupos y en Ciencias Agrarias, de Esperanza, el quinto.

En conjunto, una mejor ciencia

Chan explica que el Conicet sostiene una política de institutos “y coincido con algunos de los argumentos que la sustenta. Uno de ellos es que cuando se tiene una masa crítica (de investigadores) se genera una mejor ciencia por la simple interacción que cuando se la hace en forma individual. La interacción se practica entre becarios de distintas disciplinas, unos aprenden de otros y para esto se requiere contar con un espacio común”, dice Chan.

La investigadora señala que en este momento “estamos funcionando como instituto, a pesar de no contar con el edificio. Tenemos algunas cosas que nos unen y que trato de incentivarlas más, por ejemplo el uso común de equipos que son muy caros. A veces los compra un investigador, en otro momento, otro; no se puede estar duplicando porque los costos son muy altos y no se justifican. Entonces, se comparten y esto significa -grafica- subir o bajar cuatro pisos, caminar cinco cuadras. Estas cosas están pasando pero es eso o nada”, dice en forma contundente.

Asimismo, se están llevando a cabo todos los jueves seminarios de los que participan también los investigadores localizados en Esperanza.

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La Dra. Raquel Chan explica cómo se avanza “en hacer ciencia”, aprendiendo de lo investigado por otros. En la nota gráfica, la científica en la cámara de cultivos. Foto: Luis Cetraro

Sobre los hombros de los grandes

Mientras Chan responde a El Litoral, la saluda un becario recién llegado de Francia, y la científica relata que por un convenio con un par francés, cruzan becarios de ambos países.

“Son cosas que generan crecimiento: ver lo que hacen los demás, aprender de sus técnicas. Los becarios van y vienen; es la forma de mantenerlos dentro de nuestra estructura para que puedan hacer mejor ciencia en la Argentina, pero también hay que dejarlos crecer y que aprendan de los que están mejor”.

Explica que “muchos de nuestros conocimientos se basan en la investigación de los otros. Como dijo un sabio -ejemplifica- uno se apoya sobre los hombros de los grandes y va avanzando en ciencia en la medida que los demás avanzan”.

Refiere que es oneroso aprender en el extranjero, y en materia de políticas cambiarias, las épocas vienen y van. Chan se perfeccionó en distintos lugares del mundo, pero relata su experiencia en París. “Llegué en 1988 y al año nos cortaron las becas porque Argentina no las podía pagar. Me consiguieron un cargo de profesor invitado y con ese ingreso me quedé. La experiencia de ir al exterior es valiosa; la de traer de vuelta a los becarios e investigadores, también”, concluye.

El primer módulo alcanzará para un aula para 60 ó 70 personas que se destinará para seminarios, clases especiales y los arquitectos han prometido una senda peatonal entre Bioquímica y el Parque Tecnológico, porque “la investigación y la docencia deben estar totalmente integradas”, refiere Chan.

En la primera etapa, van a construirse 8 laboratorios con 6 plazas de trabajo cada uno; cámaras de cultivos y una sala de instrumental central (los equipos más costosos irán a parar a un lugar común) y una pequeña área administrativa. “La prioridad son los laboratorios y las cámaras de cultivos”, indica mientras muestra en las maquetas las rampas de acceso a ellos.

Hablar de investigaciones en agrobiotecnología es muy amplio, por lo cual los equipos de investigación están divididos en quienes hacen “enzimología molecular”, “ bioinsecticidas”, “biología molecular vegetal”, “biotecnología vegetal” y “morfología vegetal”.

Chan estima que para enero o febrero de 2011 estará concluida la estructura del primer módulo, y desea para fin de este año poder contar con otra parte de fondos para la segunda licitación, para llevar adelante la etapa de terminación.

La científica insiste en que la primera consecuencia será “generar esa masa crítica que, junta, aporta mucho” y dice que Brasil, internamente, ha apostado a ello. “En Argentina -concluye- el número de investigadores creció, pero no la infraestructura. A veces se trabaja en condiciones de hacinamiento: tenemos más becarios pero no sabemos dónde colocarlos”.