Menos contaminación
Efluentes de cervecería: ¿residuos o materia prima?
Investigadores de la UNL encontraron la manera de aprovechar algunos de los residuos de la industria cervecera. De ese modo, los desechos se convierten en productos de valor agregado como levadura, alcohol y vinagre.
Los investigadores buscan optimizar un proceso que transforma un efluente destinado a una planta de tratamiento en levaduras, que tienen aplicaciones industriales.
Foto: Gentileza Prensa UNL
(C) Fernando López - Comunicación científica UNL - El Litoral
La industria cervecera de nuestro país produce por año millones de litros de efluentes líquidos y semilíquidos con una alta carga orgánica. Para tener una idea, por cada litro de cerveza se producen entre seis y ocho de desechos líquidos. Todo un problema si se tiene en cuenta que los residuos deben tratarse adecuadamente antes de ser volcados al medio ambiente.
Sin embargo, un grupo de investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) pensó que podía haber una solución. En vez de tirarse, los efluentes podían convertirse en nuevos productos tales como levadura, etanol o ácido acético.
“Simplemente aplicamos el concepto de las tecnologías limpias. Es decir, producir pero tratando de minimizar el impacto ambiental”, explicó Miguel Isla, director del grupo de Procesos Biológicos en Ingeniería Ambiental de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas (Fich) de la UNL.
En las cervecerías identificaron un conjunto de corrientes de residuos que presentan altos contenidos de etanol. Por ello, desde 2008 comenzaron a realizar distintos ensayos para ver cómo los podían aprovechar: “Dependiendo del origen, esos desechos generalmente se envían a plantas de tratamiento que tienen un costo de inversión y operativos. Incluso hay casos de firmas que rescatan las levaduras de los efluentes, pero el resto de los componentes orgánicos son volcados al medio ambiente. Una mirada de los residuos desde lo productivo nos permitió identificar tres procesos que permitirán valorizar esos efluentes”, sostuvo Isla.
Levadura
Uno de los desechos de las cervezas que presenta una gran carga orgánica es la llamada “levadura líquida. Esa corriente consiste en una purga de las levaduras que producen el etanol de la cerveza, las que bajo otras condiciones (aerobiosis) son capaces de metabolizar el alcohol que las acompaña, usándolo como un sustrato para el crecimiento y reproducción celular”, destacó el especialista.
“Realizamos ensayos muy exitosos en los que hicimos crecer levaduras sobre esos efluentes. El resultado fue la reducción de la carga orgánica contaminante hasta llevarla a un 20 por ciento del valor original, transformándolo así en microorganismos y en anhídrido carbónico, que es inocuo”, aseveró.
De esta forma los investigadores continúan optimizando un proceso que transforma un efluente destinado a una planta de tratamiento -o que iba a un cuerpo receptor del medioambiente- en levaduras, que tienen una serie de aplicaciones industriales, tales como formulaciones para alimentos balanceados o suplementos dietéticos, entre otros usos. “Si esa reducción se hiciera en una planta de tratamiento tendría un alto costo de inversión y operativo”, subrayó.
Alcohol y vinagre
Por otra parte, Isla contó que los efluentes contienen bioetanol, que se produce por vía fermentativa y que es diferente del alcohol etílico sintético. Por medio de un proceso de destilación muy sencillo, el grupo logró recuperar aquel etanol. “Se puede comercializar como alcohol grado industrial o rectificarlo y utilizarlo como etanol grado farmacopea, del que se puede encontrar en los supermercados o en las farmacias, pero también se puede deshidratar para ser utilizado como biocombustible. Esta es la segunda vía de colocación del contaminante. Al sacarle el alcohol con una operación tan simple, prácticamente se baja la carga orgánica del efluente en alrededor del 75 por ciento”, aseguró.
Un tercer proceso, muy interesante porque aprovecha todo el efluente, es la producción de vinagre de cerveza por medio de la inoculación de bacterias acéticas, un “invento” que tiene cerca de 4 mil años. “Este proceso lo probamos con distintos tipos de bacterias. Así obtuvimos un producto de muy buenas características de olor y sabor. Sin embargo, lo relevante es que se aprovecha la masa total de los residuos”, destacó.
El desarrollo de esos productos no les requiere a las empresas equipamientos muy sofisticados. Según Isla, desde el punto de vista de los costos, ni siquiera hace falta hacer estudios, porque hoy los efluentes generan el gasto de los tratamientos necesarios para llevarlos a especificación de volcado al medio ambiente. Todo ese gasto desaparece y se transforma en productos.