Asombrosa puna

Como preparativo de una ascenso mayor, la región de la Puna catamarqueña se ha convertido en meca del andinismo nacional. Facilidades que aportaron el pavimento de la ruta al Paso San Francisco, y el campamento permanente de Vialidad Provincial, que mantiene un refugio totalmente equipado. Este viaje tuvo un poco de eso, y otro poco de lograr un ascenso al Vn. Bertrand, cuyo cráter tiene unos increíbles 4 km de diámetro.

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Refugio del viento, un alto en el ascenso al Vn Bertrand, para protegerse del viento y descansar unos minutos.

Foto: Facundo Gaitán.

 

Por

Facundo Gaitán

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El volcán Bertrand se encuentra en la provincia de Catamarca, en el cordón de Buenaventura, y la cota más alta de su cráter se encuentra a 5250 msnm, ya que posee otras dos de menor cota. Se ubica cercano al límite con Chile y es uno más de los tantos volcanes de la zona, entre ellos el Pissis, Ojos del Salado, e Incahuasi.

Lleva el nombre de Bertrand en honor a Alejandro Bertrand Huillard, ingeniero y geógrafo chileno, autor del Mapa de Chile de 1884, encargado de definir los límites con Argentina y defenderlos en Londres.

Las aclimataciones a la altura no son complicadas en la zona, existen a diferentes alturas refugios de emergencia no guardados en donde parábamos a dormir y hacer algún trekking de aclimatación.

En esos trekking subimos el cerro al que yo llame ‘Sin nombre’ de 3770 msnm, desde los 3300 en que se encontraba el refugio y el cerro Morocho de 4800 msnm, este último desde el puesto de Gendarmería de El Cóndor a 4000 msnm.

Yo sólo era un acompañante en el viaje, y para Tatin, esto sólo era la antesala para su tercer ascenso al Aconcagua, era su aclimatación para 10 días después salir a buscar los casi 7000 m de la montaña más alta de América.

La tarde anterior al día de ascenso al Bertrand, esperando mi turno para una ducha calentita, decidí salir a caminar y contemplar el paisaje, fue así que encontré ‘mi trono’, un inodoro que alguna empresa constructora había dejado abandonado y no encontré mejor lugar para sentarme a mirar esos hermosos volcanes de mas de 6000m de altura, como el Incahuasi.

A las 5 am, el día pintaba que seria largo, el Volcán Bertrand nos demandaría varias horas del día, más de las que yo pensaba para recorrer los 21 km que nos esperaban, 21 km entre 4000 y 5200 msnm, mucho esfuerzo, poco oxigeno.

Miriam nos preparo el desayuno, algunos montañistas que también estaban en el refugio aún seguían durmiendo. Miriam quedaría en el refugio de Vialidad, con radio en mano para establecer contacto con nosotros cada hora, así es que 6 am comenzamos el ascenso. La noche estaba despejada, ventosa, muy fría; al este la claridad queriendo aparecer dibujaba la silueta de las montañas.

A las 7.00 el sol pegaba el salto del horizonte para llenar de esa luz sepia de la mañana el pedregoso camino que nos tocaba transitar.

Y así la altimetría fue subiendo y el oxigeno bajando, a la vez que el viento nos castigaba sobremanera, el pedregoso terreno empezaba a sentirse a través de la suela de mis botas en la planta de mis pies.

Los dos veníamos muy bien, con mucho entusiasmo, el paisaje se ponía lindo, tan bonito como inhóspito, el toque de la alarma de cada hora del reloj, nos recordaba establecer contacto radial con Miriam.

Mucha agua en las mochilas, unos ricos sándwich con mayonesa para mi y sequitos para Tatin, y unas cuantas barras de cereal nos aportarían algo de la energía que íbamos a gastar.

El borde del cráter del volcán esta ahí, al alcance de nuestras manos, sin embargo, pasaba una y otra hora, y las distancias no parecían moverse, “cuanto falta” nos preguntaba Miriam por radio, “1 hora más” le contestábamos nosotros, hora tras hora en cada comunicación desde las 10 de la mañana hasta las 2 de la tarde, no llegábamos nunca !

A las 13.00 hs, llevábamos 7 horas subiendo y pisando piedras y más piedras, nos refugiamos a descansar detrás de unas rocas, al menos el viento no nos pegaba tan duro por un rato. No se notaba, pero el sol nos empezaba a quemar un poco la piel, Tatin con la capucha de su anorak y las antiparras y yo con mi pasamontaña y mis antiparras intentábamos cubrirnos la mayor parte del rostro posible.

A las 13.40 hs, ya estamos al pie del acarreo del cráter, a 4900 msnm, decidimos dejar en el camino parte del equipo para ver si así agilizábamos un poco el ascenso, 4 pasos un descanso, 4 pasos otro descanso, el ascenso se hace empinado y duro, un acarreo muy flojo, dos pasos para arriba y uno para abajo.

Las ocho horas de caminata entre los 4000 y 5000 m ya habían hecho lo suyo, ya casi estábamos en la boca del cráter, pero Tatín decidió no agotar todas sus reservas y guardar energías para el regreso, su meta no era la mía, la mía esta ahí y la de él 10 días mas adelante en el Aconcagua.

Yo ya veía el cráter a 20 minutos de ascenso a más tardar, así que le pedí a Tatin que me espere a 5050 m que yo subía y bajaba.

Otra vez las distancias engañosas, subí durante una hora y media más, miraba hacia abajo y Tatin era un puntito rojo, el acarreo final duriiiisimo!

El altímetro del reloj me marcaba 5200 m ya lo tenía, 25 metros más y llegaba a lo más alto del volcán, más nunca encontré referencia alguna, ni hito geográfico, ni apacheta, ni cruz ni nada, no sé si existe de hecho referencia alguna, pero bueno, la vista como siempre digo, paga el esfuerzo físico, el volcán Bertrand, con su cráter de 4 km de diámetro, estaba bajo las suelas de mis botas.

Empecé a sentir un poco de mal de altura, algo de nauseas y ganas de vomitar, no era bueno estar más tiempo solo a esa altura y con mi compañero una hora más abajo, solo, esperando 2 horas cuando le había dicho que volvía en 30 minutos, ya había arriesgado demasiado tiempo, así que era hora de empezar a bajar.

Y fue así, que bajando más veloz me fui al encuentro de Tatin que ya no estaba, había empezado a descender para no demorar más tiempo, y juntar el equipo que dejamos en camino, pero no fue difícil encontrarlo en esos paisajes desérticos, llenos de volcanes.

Nos juntamos, demoramos un poco buscando “esa” piedra de referencia donde dejáramos la carga y una vez que la encontramos, cambiando de estrategia decidimos bajar en línea recta sorteando lo que haya en el camino, pero con suerte, aunque agotados logramos ganar tiempo para encontrarnos 14 horas después con Miriam y una cena hecha por ella a la altura de las circunstancias.

Aunque no se trata de una cumbre de las más altas, ni de las más difíciles de lograr, la marcha exige un largo aliento, paciencia y concentración, que nos conducen al placer de los músculos, los ojos y el alma.

Al otro día, debíamos volver, sin prisa pero sin pausa, desandando el camino, con la satisfacción de haber comprobado una vez más, que las montañas nos dan conciencia, conciencia de nuestra debilidad y nuestra fragilidad.

Tatin tenía que estar en Mendoza, para unos días después comenzar el ascenso en busca de los 6962 m del Centinela de Piedra.

Pero esa es otra historia.

Una pregunta me daba vueltas por la cabeza: ¿Por qué hacemos esto? Me lo he preguntado en muchos lugares, sin poder encontrar palabras que lo expliquen, la respuesta me elude en la misma proporción que la busco y mi única posibilidad es sentir, en lugar de razonar, y de este modo tratar de enriquecer mi existencia.

De Porto Velho a Manaus lo hicimos en barco, pero se los cuento en la próxima. Que lo disfruten y buenos viajes!

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Pastos amarillos, vegetación característica de nuestro norte, que tapiza los cerros. Foto: Facundo Gaitán.


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En pleno ascenso, largas y suaves pendientes de acarreos, típicos de la geografía puneña.

Foto: Facundo Gaitán.

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Cerros infinitos, un impresionante paisaje donde el cielo y las montañas son uno. Foto: Facundo Gaitán.

Volcán Bertrand, cerro de 5275 M.S.N.M., forma parte de la cadena Sierra de San Buenaventura, en la puna catamarqueña, cercano al límite con Chile.

Las primeras ascenciones que se registran pertenecen al período incaico, dado los restos hallados en su cumbre, y en épocas más recientes los primeros en llegar a su cima fueron los europeos Verena y Bolinder junto al baqueano Bustamante en 1965.

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