Libros de la Biblioteca Nacional

Por Carlos Bernatek

Cinco años atrás, la Biblioteca Nacional lanzaba su colección Los Raros. Inspirada en el texto homónimo de Darío como impronta, ronda en la actualidad la treintena de títulos, libros precisamente “raros” no sólo por inhallables en el panorama editorial argentino contemporáneo, sino también por su efecto, osadía, incorrección política u olvido, excepcionalidades más que válidas para reinstalar a autores argentinos de obras de interés, al alcance de los lectores. La tarea editorial de la Biblioteca Nacional vuelve a formular una cuestión vastamente postergada, desde los tiempos de ECA Ediciones Culturales Argentinas-: el rol del Estado editor. ¿Quién podría encarar, sin fines de lucro, la publicación o reedición del patrimonio literario argentino que quedara prácticamente en el limbo de la inexistencia? Si bien algunos pequeños sellos, con grandes esfuerzos difíciles de sostener económicamente, han conseguido reeditar obras significativas, resulta clara la necesidad de establecer respecto de la cultura literaria una política de Estado sobre este patrimonio en riesgo. La metodología adoptada por la Biblioteca Nacional es la más atinada: no se recurre a la imprenta oficial; se licita la publicación y distribución de los textos entre los sellos interesados. Esta actitud, además de dar trabajo al sector especializado en la materia, garantiza el cuidado, la estética, la corrección de textos y, algo fundamental, su presencia y difusión en librerías.

Rubén Darío publicó Los Raros en 1896 y en Buenos Aires. Está plasmada allí su peculiar selección de autores admirados, suerte de canon personal, una serie de semblanzas que van de Villiers de l’Isle Adam a Lautréamont, de Martí a Verlaine, en una cabalgata ecléctica que tiene como eje al simbolismo francés.

La colección de la Biblioteca Nacional presenta un eclecticismo aún mayor. Desfilan en ella tanto nombres nacionales consagrados como autores ocultos, a veces degradados por la crítica de su época; pero indudablemente, el foco de la selección está puesto en los textos, en su originalidad, excepción o “rareza”. Desde el número uno (Idioma nacional de los argentinos, de Lucien Abeille, edición original de 1900) hasta el primer libro argentino que puede caracterizarse como de “narrativa fantástica” (Viaje maravilloso del señor Nic-Nac al planeta Marte, de Eduardo Holmberg), el catálogo presenta una amplia variedad temática, destacándose: Del Plata al Niágara de Groussac, Prometeo & Cía., de Eduardo Wilde, las Catilinarias de Martínez Estrada, o el inclasificable modelo de vituperación literaria que configura Vida de muertos de Ignacio B. Anzoátegui. Podríamos mencionar, en apretada síntesis, a autores que la colección ha rehabilitado: Luis Franco, Francisco Grandmontagne, Last Reason, Julio Molina y Vedia, Méndez Calzada, Eduarda Mansilla, Salvadora Medina Onrubia, Arturo Cancela, Soiza Reilly, entre otros. Cada libro viene precedido de un estudio preliminar llevado a cabo por un especialista.

Contradiciendo las especulaciones y los augurios del marketing editorial, los libros de Los Raros han tenido, desde su lanzamiento, una demanda creciente que culminara, de modo altamente satisfactorio, en la última Feria del Libro de Buenos Aires, donde el stand de la Biblioteca Nacional prácticamente liquidó sus existencias. La receta es sencilla: libros buenos, originales, bien editados y a precios accesibles.

Fuera de esta colección, la Biblioteca Nacional edita una vasta gama de textos que van desde la tradicional revista-libro La Biblioteca, creada por Paul Groussac en 1896, y reinstalada en 2005, ahora con características de gran formato y contenidos temáticos que apuntan al debate cultural, hasta la colección de minilibros que expende la “máquina del Bicentenario”, un verdadero suceso editorial que convoca a echar una moneda “en la ranura”, siguiendo al poema de Tuñón, a cambio de una pequeña joyita literaria del tamaño de un paquete de cigarrillos. También debemos destacar la coedición con la Universidad Nacional de Gral. Sarmiento, titulada 25 años 25 libros, destinada a política, historia, sociología y cultura a través de autores contemporáneos.

Finalmente, dos ediciones emblemáticas: la facsimilar de la revista Contorno, un trabajo destacado y preciosista de la mítica publicación de los Viñas, que convocara en su momento a Sebreli, Jitrik, Alcalde, Prieto y Rozitchner, entre otros “parricidas”, como los tildara Emir Rodríguez Monegal; y la edición de lujo de El payador de Leopoldo Lugones, seis conferencias dictadas por el autor en 1913, ilustrado ahora por Carlos Nine, con varios estudios críticos incluidos y comentarios periodísticos de la época, texto que resulta de capital importancia en nuestros tiempos de debates “bicentenarios”.

La custodia del patrimonio literario de la Nación uno de los roles fundamentales de la institución creada por Mariano Moreno- se completa de este modo con el rescate de textos y autores que no resultan atractivos para el mercado. Otro de los bien llamados roles indelegables del Estado.

“El bibliotecario” (1566, circa), de Giuseppe Arcimboldo.

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