“Se me murió entre los brazos”
“Se me murió entre los brazos”
Una mirada crítica e irónica de la realidad
El desempeño de los actores es uno de los puntales de la dirección de Luis Mansilla, que acierta con el tono de la obra. Foto: Gentileza producción.
Roberto Schneider
Tina y Mecha son dos hermanas grandecitas, jubiladas ya como docentes -se advierte elocuentemente su pasado como maestras-, tristes, sin horizontes ya de una vida mejor, al menos más alegre. Ambas cuidan a su anciano papá enfermo, en una corta secuencia que muestra el final de “Tata Juan”, como ellas mismas lo bautizaron. La espera de esa muerte, casi beckettiana, las mantiene en el ostracismo, con poco contacto con el mundo exterior, el de la realidad y sus dolores, sus alegrías y sus apetencias. La decisión que las libera es rápida.
El micromundo de estas dos mujeres con demasiado apetito de varón -dibujado en “Se me murió entre los brazos”, del dramaturgo argentino Alberto Drago, estrenada en la Casa del Maestro- permite hilvanar una disparatada serie de situaciones cargadas de humor negro y absurdo. El gran Federico Fellini decía que el actor necesita convertirse un poco en un payaso para hacer que sus personajes adquieran un matiz más humano y conmovedor. Eso es lo que sucede en la puesta en escena de Luis Mansilla, en la que el elenco integrado por Noris Humeler (la Tina más desbocada) y Celina Vigetti (la Mecha no tan amorosa) más Juan Müller (como el rápido “finado” Tata Juan y el para las señoritas apetitoso Roque) sobresale por la indisimulable entrega que realiza.
En la vieja casona que es el marco de la propuesta se mueven esas dos mujeres que hacen del sometimiento una regla de convivencia, que se resquebraja cuando llega un visitante con algo especial para ofrecerles. La fragmentación, la exploración de una situación que convierte la acción en un encadenado de destrezas físicas, hacen de lo patético y lo risueño una carta de presentación de estos seres unidos por deseos ocultos, celos, competencias y sometimientos mutuos. Como si esto último tirado al espacio escénico formara parte de un vacío existencial que las convierte en un todo inseparables.
“Se me murió entre los brazos” es una buena propuesta que arranca fácilmente las sonrisas de los espectadores. Es muy bueno el vestuario del mismo elenco y son acertadas la escenografía y las luces de José Ponce Aragón. El fuerte tono de humor negro se traduce en una totalidad que no elude aspectos escatológicos y macabros que contiene la obra. Es también otra manera de tocar cuestiones que hacen imaginar drama y conflictos existenciales. Las conductas de estas dos mujeres son el soporte del texto, para concretar sobre la escena una mirada crítica e irónica sobre las relaciones humanas y los valores de conducta de la sociedad actual. Cuando Mecha y Tina descubren “lo otro” abren viejas pústulas de las que también brota, de algún modo, lo reprimido.