“SUDOR FRÍO”

Entre escalofríos y crepitaciones

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Las jóvenes actrices Marina Glezer (“El Polaquito”) y Camila Velazco -en un debut cinematográfico a su medida- son las heroínas de este film recibido con entusiasmo por el público adolescente. Foto: Télam.

Rosa Gronda

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Luego de una breve introducción documental sobre hechos ultraviolentos frecuentes en la política argentina de los años setenta, la película comienza con una chica y un muchacho que conversan en pleno día sobre la inexplicable desaparición de su ex novia frente a una gran casa antigua y abandonada. Estacionados frente a la vivienda, la amiga de ambos se decide a entrar para investigar. En poco más de 15 minutos, se instala un clima de pesadilla creciente que incluye a dos ancianos asesinos, 25 cajas de explosivos que provienen de los años de plomo de la dictadura militar y un turbulento cuarto de mujeres zombies que alguna vez fueron víctimas de estos torturadores.

Construida con todas las convenciones del horror actual, con su toque “gore”, mucho suspenso, una cuota de erotismo y bastante humor negro, la trama avanza sin respiros y con un montaje a los saltos que no respeta demasiado la continuidad. Para conjurar los escalofríos, la película introduce oportunidades para la risa ante el cinismo, lo ridículo y patético de algunos personajes y situaciones. Además, inserta sus propias reglas donde la verosimilitud no es realista sino una convención acordada (o no) con el espectador.

Metáforas, escepticismo y entretenimiento

El guión se da tiempo para ironizar con algunos metamensajes, como en el diálogo entre el viejo torturador y la joven Ali (Marina Glezer), donde el primero critica el empobrecido lenguaje de las nuevas generaciones (“un joven actual usa en promedio apenas 200 palabras”, le reprocha a su víctima), pero en boca de quien lo dice esto parece invertir una escala de valores donde todo está en crisis. También el cuarto que encierra las ánimas mutantes de víctimas del pasado que reclaman venganza no deja de ser una metáfora naif que se resuelve según un concepto de justicia elemental.

Uno de los aspectos más elaborados es el dúo complementario de temibles ancianos, donde uno piensa y el otro ejecuta. El más atípico es el intelectual al que le preocupa resolver fórmulas físico-matemáticas sobre las que interroga a quienes tortura, mientras acumula comentarios moralistas y reacciones sádicas. Entre las múltiples y eclécticas influencias (algunas declaradas en los créditos) hay un acercamiento a la obra de Lewis Carrol, no solamente porque la protagonista que se introduce en ese micromundo extraño se llama “Ali”, sino en la ilógica y los acertijos absurdos al estilo de “Alicia en el país de las maravillas”, donde también sobrevuela un horror encubierto con la reina que caprichosamente decapita súbditos (aquí, jóvenes muchachas).

Salsa posmoderna

Igualmente más que miedo, los personajes inspiran patetismo o desprecio. Son más ridículos que sádicos y, por su parte, los héroes son un poco tontos y narcisistas. Como los protagonistas de cómics se salvan en situaciones imposibles y al mismo tiempo en medio del caos siguen pendientes de sus seguidores en Facebook.

Este cóctel por momentos siniestro, por momentos cómico y por momentos escéptico, sostiene una mirada ecléctica y despolitizada hacia el pasado, típica del posmodernismo, donde pueden convivir sin demasiado conflicto corrientes opuestas y diversas, donde cada engranaje funciona como medio necesario para poner en marcha el puro mecanismo de montaña rusa de terror y entretenimiento que funciona a sus anchas. Como corresponde a un genuino producto posmo, junto a la música de Manal y la letra de “Jugo de tomate frío”, leemos en los créditos finales las expresas citas de “inspiración espiritual” que van desde las referencias a Pepe Biondi y la TV en blanco y negro, el cine de Darío Argento, la música de Ennio Morricone y otras referencias setenteras como “Zabriskie Point”, la película de Antonioni.

La llegada de nuevas estéticas y la creciente demanda de emociones violentas, tan anárquicas como epidérmicas, hacía previsible el surgimiento de una película nacional de este género, al que probablemente le vaya muy bien, a juzgar por el numeroso público y la cantidad de entusiastas seguidores que la han acompañado desde su estreno. Con “Sudor frío”, el joven cine de terror argentino ha quedado presentado oficialmente, para regocijo de sus seguidores y la indiferencia o el rechazo de quienes no entran en el juego del miedo y sus múltiples rostros.

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BUENA

“Sudor frío”

(Argentina/2010). Dirección: Adrián García Bogliano. Actores: Facundo Espinoza, Marina Glezer, Camila Velasco, Omar Musa, Omar Gioiosa, Rolf García Puga, Victoria Witemburg, Daniel de la Vega, Nicolás Marotta, Noelia Vergini. Guión: Adrián García Bogliano, Ramiro García Bogliano y Hernán Moyano. Fotografía: Ernesto Herrera. Edición: Hernán Moyano. Dirección de arte: Catalina Oliva. Sonido: Diego Arancibia. Distribuidora: Buena Vista International. Duración: 80 minutos. Apta para mayores de 16 años. Se exhibe en Cinemark.modolorem.