Policía con las manos atadas
Orlando Agustín Gauna
D.N.I 6.255.319
Señores directores: Días atrás, un grupo de facinerosos ingresó violentamente al Hospital J.M. Cullen de la ciudad de Santa Fe, agrediendo al personal del servicio médico y policial. Cuando la policía aprehendió a uno de los delincuentes, éste fue rescatado por la turba. Luego se retiraron con total impunidad.
Si la policía no tuviera las manos atadas, esto no habría ocurrido. La policía habría impedido el ingreso violento de los facinerosos con la violencia necesaria, capturando a los más exaltados y poniéndolos a disposición de la Justicia. Es inevitable que en la refriega, varios resultaran lesionados. Entonces, aparecerían los defensores a ultranza de los derechos humanos, los grupos de izquierda y políticos ansiosos de captar votos entre el malandraje. Todos ellos exigiendo el respecto absoluto de los derechos humanos de estos facinerosos y la máxima condena a los policías represores.
Pero eso no ocurrió.
La policía, con las manos atadas, fue desbordada por los violentos y agredida junto con el personal del nosocomio. Esa maldita sensación de inseguridad, que en esta ciudad ya ha matado a varias decenas de personas en los primeros meses del año, también se ha instalado en el Hospital Cullen. El personal médico y de enfermería debe atender las más graves emergencias de salud bajo la tensión provocada por esa maldita sensación de inseguridad.
Los defensores a ultranza de los derechos humanos, los grupos de izquierda y políticos ansiosos de captar votos entre el malandraje, guardan silencio. Ellos no pueden condenar ni acusar a estos facinerosos, porque son parte de la caterva que usan para sus actos y manifestaciones. Ellos en su retórica nos repiten el discurso de la inclusión social y de no criminalizar la pobreza, como si pobreza fuera algo nuevo y sinónimo de delincuencia.
Pero hasta tanto, y ante los hechos consumados, se llaman a silencio. Ni una sola expresión de condena a la violenta irrupción al Hospital Cullen.
Mientras la policía tenga las manos atadas para reprimir a delincuentes y violentos, la sociedad seguirá siendo víctima de esa maldita sensación de inseguridad.