Opinión
El gas del modelo K
En estudio privado indica que entre 2000 y 2009 cayeron un 51% las reservas de gas.
Foto: Télam
El próximo 25 de Mayo el kirchnerismo festejará su octavo aniversario de gobierno con una nueva obra. Estará celebrando un costoso fracaso.
Sergio Serrichio
El próximo 25 de Mayo, a exactos ocho años de la asunción presidencial de Néstor Kirchner y en un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo, se inaugurará una estación de regasificación flotante de gas natural en el puerto de Escobar, a unos 60 kilómetros de Buenos Aires.
La obra se presentará como un nuevo hito del “modelo” del que suele hablar la presidenta Cristina Fernández y que inició su difunto esposo y “profundizó” ella (al menos, así se promocionó en algunas transmisiones del “Fútbol para Todos”). Pero en verdad será otra confirmación del fracaso de una política energética absurda, que dejará una de las herencias más difíciles de resolver al próximo gobierno, cualquiera sea.
La regasificadora en Escobar, la ampliación de la capacidad de regasificación de la estación flotante instalada desde 2008 en Bahía Blanca y la inauguración a fines de este mismo mes del Gasoducto de Integración Juana Azurduy (GIJA, para aumentar la importación de fluido desde Bolivia) son las apuestas oficiales para abastecer este invierno a los millones de hogares con acceso a gas natural en red sin interrumpir el servicio a las industrias o dejar sin combustible a los millones de vehículos que circulan a gas natural comprimido (GNC).
“A los 110 millones de metros cúbicos diarios de producción local, se sumarán, en un principio, otros 30 millones de gas importado”, precisó hace unos días el ministro de Planificación Federal, Julio de Vido, quien “garantizó” que este invierno “no faltará gas”.
Para ingresar ese volumen de importación se amplió la plataforma móvil de Bahía Blanca (que pasará de procesar 8 millones de metros cúbicos diarios a entre 11 y 12 millones) y se construyó la de Escobar, que a poco andar se estima podrá regasificar e inyectar a la red troncal hasta 15 millones de metros cúbicos diarios. El resto se importará desde Bolivia.
De compras
Ya en los últimos meses del año pasado, Bolivia dejó de ser el principal abastecedor externo de gas de la Argentina. Y en 2011, según Bernardo Prado Liévana, analista de Hidrocarburos Bolivia, una publicación de la Cámara Boliviana de Hidrocarburos y Energía, ese lugar lo ocupará el Gas Natural Licuado (GNL) proveniente de lugares tan diversos como Qatar, Trinidad & Tobago o Argelia.
La compra de GNL fue el principal propósito de la gira que en enero pasado realizó la presidenta a Qatar y Kuwait. Según reportes que el gobierno no confirmó ni desmintió, la negociación con Qatar es para asegurar 5 millones de metros cúbicos diarios de gas durante veinte años. Semejante contrato tendría un valor aproximado a los 80.000 millones de dólares y comprometerá a los cinco próximos gobiernos de la Argentina. El país ya está en esa ruta. En el primer trimestre de este año, por caso, las importaciones de combustibles y lubricantes aumentaron 153,4 por ciento respecto de igual período de 2010.
Pero además de importar, la Argentina compra caro. El aprovisionamiento de la principal fuente de energía primaria (el gas explica más de la mitad de nuestra dieta energética y sumado al petróleo explica el 90 por ciento del consumo local de energía) mediante sofisticados buques metaneros, costosísimos de asegurar y que transportan el fluido licuado y lo mantienen a temperaturas de casi 200 grados bajo cero, para regasificarlo en plataformas móviles y recién entonces “inyectarlo” a los gasoductos, es uno de los métodos más costosos que pueda concebir un país que hasta hace poco era una “potencia gasífera”.
Reposar tan abiertamente en esa “solución” es reconocer explícitamente el fracaso de la política energética oficial y apostar a que el fisco podrá solventar por tiempo indefinido subsidios (a la energía y al transporte) descomunales o que, en algún momento, ajustará los precios fuertemente hacia arriba.
Caída
Un trabajo de Luciano Caratori, del Instituto Argentino de Energía General Mosconi, precisa en base a datos de la Secretaría de Energía de la Nación que entre 2000 y 2009 las reservas de gas natural cayeron 51 % y las de petróleo lo hicieron en un 16 % (la caída no fue mayor porque también la producción declinó fuertemente), para completar una merma de 38 % en las reservas combinadas, medidas en toneladas equivalentes de petróleo, de los dos hidrocarburos que explican más del 90 % de la dieta energética argentina
Cuando concibió de apuro en 2008 la instalación del buque regasificador en Bahía Blanca, el gobierno dijo que era sólo para afrontar el pico de demanda invernal con la carga de un puñado de metaneros. En 2009, sin embargo, descargaron en Bahía Blanca 12 naves, en 2010 lo hicieron 22 y este año, según Enarsa, la empresa de Energía que creó el kirchnerismo, lo harán entre 45 y 50. Pero hay quienes sospechan que el número se acercará a la centena. El mismo gobierno negocia la construcción de un tercera planta de regasificación, en Río Negro, y está en conversaciones con Uruguay, para compartir el uso de una cuarta, a construirse en Montevideo.
Sucede que el GNL es la única solución a tanta imprevisión. Cuando hace dos semanas Morgan Stanley ganó el contrato para la carga de 14 de los 45 buques que como mínimo piensa importar Enarsa, lo celebró como uno de sus contratos más rentables. Lo mismo hizo la qatarí Rasgas, cuando embarcó su primera carga con destino a la Argentina. Se entiende, según un cable de Reuters, que la Argentina paga por el GNL cuanto menos el doble que Estados Unidos, debido a su urgencia por tapar agujeros.
El discurso oficial es que la merma de reservas se debe al éxito del modelo “productivo”. Pero no fue el mayor consumo la principal causa de esta pérdida de activos energéticos, cercana a 100.000 millones de dólares. Caratori precisa que entre 1980 y 1989 el número total de pozos de exploración de petróleo y gas iniciados y terminados fue de 1.026, entre 1990 y 1999 cayó a 989 y entre 2000 y 2009 a 484. Así, el horizonte de provisión de gas doméstico, que en 1990 era de 25 años y a principios de los 2000 era de unos veinte años, es ya de menos de ocho.
Las reservas se pueden reponer en el futuro, pero ello demandará una colosal inversión en exploración, sólo posible con subsidios descomunales o, lo que es más probable, precios internos de la energía muy superiores a los del ochenio kirchnerista. ¿Quién le pondrá el cascabel al gato?