EN EL PARQUE FEDERAL
EN EL PARQUE FEDERAL
Vacaciones en La Redonda
Los sábados y domingos, el espacio se abre para el disfrute de grandes y chicos. El acceso es libre y gratuito. Foto: ARCHIVO EL LITORAL
“A la Redonda, arte y vida cotidiana llegaron las vacas. Las vaca-ciones, desde el piso y sin techo son muuchos los lugares para saltar; son muuuchos los lugares imaginarios que vas a transitar; son muchas son muchas emociones para armar; convertidas en historias para encontrar”, adelantan.
DE LA REDACCIÓN DE EL LITORAL
Los sábados y domingos de 15 a 18, con entrada libre y gratuita, el renovado edificio de Salvador del Carril y Belgrano invita a “vivir estas vaca, vaca, vacaciones!”: “La Redonda está de vacas, y muuuucho piso se cubre de juegos, juegos de mesa y juegos de vereda, un damero, un tablero, un recorrido, una rayuela. El tablero es la vida y el camino es todo lo que ves”, adelantan.
Este sábado desde las 15.30 habrá un taller de danza para padres y chicos, coordinado por Cristian Romero y Josefina Manso. A las 17 se presentará la obra de teatro circo “Sálvese quien pueda”, del grupo Chemiguitos.
El domingo a las 15 tendrá lugar un taller de Globología a cargo de Cristian De Martini; a las 15.30, taller de danza para padres y chicos; y a las 17 se presentará “La carreta de Don Matías”, a cargo del grupo Chocolate con churros, de Córdoba.
DULCE OBRA
En tanto, la tercera edición de Viví Arte, arte en vivo, llega de la mano de Daniela Arnaudo y sus Dulces Recuerdos, inspirados en la infancia de su madre quien, atrevida y sutilmente, le robaba terrones de azúcar a su abuelo, bisabuelo de Daniela.
“Año 1965, épocas de sótanos y conservas. Dos hermanos espían tras la puerta a ese abuelo gringo que vuelca en un cajón algo tan preciado y tan prohibido para ellos. Fuera de la mirada del adulto, el placer de una travesura de niños les regala un sabor extremadamente dulce”.
La idea disparadora es este “robo travesura de niños traviesos”, propone elaborar un piso de “venecitas” realizadas en caramelo de azúcar, remitiendo a ese dulce que existía en los hogares de antes y en los de bajos recursos, para que el transeúnte-espectador “tome-hurte-coma” un caramelo, un fragmento de obra. De esta forma el adulto se vuelve niño y el niño prueba un dulce que comía el adulto cuando era niño.
La suma de dichas “venecitas” y sus variaciones cromáticas devenidas del envoltorio, reproducen el diseño del mosaico calcáreo que recuerdan el hogar de la infancia de la artista. Al finalizar, un proceso de reducción ejecutado por la intervención del transeúnte-espectador efectuará el desarme de la obra hasta producirse el vacío, la ausencia de objeto de arte. Simultáneamente imágenes del proceso, acompañan las acciones de los transeúntes-espectadores.